Atribuyen a los Beltrán Leyva y a “contras” la
escalada violenta
Los cuerpos de los
dos jóvenes pendían de un cable amarillo, desde el puente a desnivel que meses
atrás fuera inaugurado por el presidente de la República, Felipe Calderón. Un
extremo del cordel estaba atado al barandal, el otro, enredado en los cuellos
de ambas personas. Ambos reportados como “levantados” por grupos armados, que
hoy se sabe trabajan para el cártel de los hermanos Beltrán Leyva, o bien, así
quisieron dejarlo asentado en un narcomensaje que quedó sobre la carpeta de
asfalto.
El reloj marcaba
apenas las 03:00 horas cuando el sitio se vio lleno de policías. El frío calaba
en los huesos. El aviso había llegado por las frecuencias de los radios Matra:
“Dos personas colgadas en el puente a desnivel, entre carretera Internacional
México 15 y bulevar Macario Gaxiola. Estaban frente a la gasolinera Lienzo
Charro o sobre el viejo Colinas”, repetía la radioperadora. Al instante sucedió
la movilización no solo de policías sino también de rescatistas.
Bajo los cuerpos
quedaba perfectamente legible una leyenda en un trozo de cartón: “LA PLAZA YA TIENE DUEÑO NO SE ENRREDN
PUTOS PORQUE ESTO LES VA A PASAR A TODOS LOS QUE ESTAN APOLLANDO EN CONTRA ATTE
LA MOCHOMERA” (sic).
Poco después se
reveló un nombre: Elio Hurtado Quiñones, de 20 años, apodado el Palomo y
residente del Infonavit Mochicahui. El dictamen del forense fue concluyente:
asfixia por ahorcamiento. Pero en el lugar quedaron varios cascajos para
pistola. Estos eran los cadáveres del día, de una guerra que ahora se sabía
libraba el cártel de los hermanos Beltrán Leyva contra otro al que sus propios
miembros identificaron como “la contra”.
La tarde anterior,
los rifles de asalto habían vomitado fuego en Andador Cedro y Nogal, entre Río
del Fuerte y Código Agrario, en el infonavit Macapule.
Un joven había
quedado muerto con la cabeza destrozada a un costado de una camioneta Jeep, de
modelo reciente, color arena y placas VHM-4399 que portaba aditamentos de
policía.
Presuntamente el
individuo murió en fuego cruzado cuando su grupo pretendió atacar a otro. El
tiroteo fue mortal. Ahora, el sujeto que portaba pechera y andaba encapuchado
descansa en la morgue. Su muerte fue en un barrio populoso.
Antes, Erick Briceño
Ortega, apodado el Chalinillo e identificado en investigaciones militares y
federales como operador del clan Los Mazatlecos, apéndice del cártel de los
hermanos Beltrán Leyva, había encontrado la muerte a manos de un comando de
desconocidos que prácticamente lo cazaron cuando descendía de una Jeep
Cherokee, en la que buscaba escapar en el fraccionamiento Jardines de Fátima.
La cadena de
enfrentamientos y ejecuciones se había agudizado en Navidad. En pleno arroyo
del bulevar Centenario, Juan Ramón Ortiz Sevilla fue masacrado a rafagazos de
AK-47. En una cangurera que portaba, la Policía encontró docenas de dosis de
drogas, sintéticas y alcaloides. Dinero también fue encontrado.
Pero no era todo, en
Nochebuena, Jaciel Humberto Espinoza Peñuelas quedó muerto en la cabina de una
camioneta negra en la que circulaba cerca del ejido Ricardo Flores Magón, una
hora antes dos de sus amigos y compañeros en la distribución de drogas habían
sido también asesinados, pero en Mochicahui. Se trataba de Ramiro Bojórquez
Inzunza y Fernando Aceviz Bojórquez. Ramiro, semanas atrás había sido amenazado
de muerte por otro distribuidor de drogas, Juan Manuel Osuna Soto y quien
perdiera la vida a manos de un comando de desconocidos que lo sacaron de su
casa el 11 de noviembre.
En la cadena, los
eslabones no se habían completado y una madrugada aparecieron en la zona
industrial los cadáveres de dos jóvenes, uno de ellos residente de Badiraguato,
tierra del clan de los hermanos Beltrán Leyva: Noel Panduro y Héctor Rosario
Rodríguez Hernández. Una muerte aislada y que hasta ahora no se relaciona con
los hechos violentos, fue la del albañil Juan Carlos Rodríguez García, pero
también la del transportista Vicente León Salazar, cuyos orígenes familiares
son de Sinaloa municipio.
En las cercanías del
fraccionamiento Terranova, otro viejo pandillero, asaltante y metido a grupos
de mayor organización delictiva había sido asesinado. Se trataba de Pablo
Gastélum Sánchez, residente de la colonia Texas.
Las cadenas de
muerte decembrina continuaron con la doble ejecución de Dimas de Jesús Flores
Alvarado y de Alejandro Moroyoqui Espinoza.
Y todo había
iniciado con la también doble ejecución de los sinaloítas, José Antonio
Cárdenas Guerrero y su primo José Jacinto Guerrero Romero.
Diciembre no solo
cobró su sangrienta cuota de muertes sino también reveló que la ciudad más
tranquila de Sinaloa había entrado de lleno a la guerra del narco y que además,
uno de esos grupos ya la proclamaba como suya: los hermanos Beltrán Leyva.
La guerra que para
el Ejército era un asunto de bandas rivales en la distribución de drogas, pasó
ahora a gran calado, a la rivalidad entre los grupos de los hermanos Beltrán
Leyva y “la contra”.
(RIODOCE.COM.MX/ Redacción/enero 4, 2010)
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