Miguel Ángel Castillo /Corte de Caja
México.- No existe
una imagen más contundente que ver a Michelle Obama caminar por una de las
calles de Washington en compañía de su esposo, el presidente de Estados Unidos,
en medio de una multitud que la vitorea y la incita a festejar el inicio de un
segundo periodo de gobierno, como una muestra de aceptación a la pareja que
habitará la Casa Blanca por cuatro años más.
Una escena similar
no fue posible para Angélica Rivera en la toma de posesión de su esposo como
Presidente de México. Mientras en la capital norteamericana reinaba un ambiente
de fiesta, aquí las serpentinas eran sustituidas por piedras, bombas molotov y
una ola destructiva.
Si bien la primera
dama mexicana puede jactarse de recibir una multitud de manifestaciones de
apoyo, donde todo mundo quiere saludarla, tocarla y pedirle una foto, eso solo
ocurre en recintos cerrados, con invitados seleccionados y un entorno
controlado.
Es sin duda en los
pequeños detalles que el simbolismo toma forma y da una lectura de cómo se
encuentran los tiempos y el ánimo de la gente hacia aquellos que representan el
poder y en cuyas manos se depositan las expectativas de un país.
Así, en el siglo
pasado no era raro que a la menor provocación los presidentes mexicanos
salieran a surcar los mares de gente a bordo de descapotables, con motivo de
visitas oficiales y mucho más el 1 de septiembre, el ‘Día del Presidente’, que
tras el Informe de Gobierno todos les rendían pleitesía, más si prometían que
se administraría la abundancia y defenderían el peso como un perro.
La última ocasión
que pudimos ver en México a un presidente recorriendo arterias viales sin temor
a que le cayera algo diferente a confeti fue cuando Vicente Fox asumió su
mandato, en medio de un optimismo y grandes esperanzas que en seis años se
fueron diluyendo.
En ese sentido,
imaginar al matrimonio Peña caminando en alguna avenida principal del Distrito
Federal no es fantasioso. Es imposible. Al menos en este momento, puesto que se
mantiene un sentimiento de rechazo en un sector que aún resiente el resultado de
las elecciones, el retorno del PRI y esa tendencia fastuosa del nuevo gobierno
de hacer de cualquier presentación un show mediático que hasta ahora se ha
quedado en eso, en vodevil, y para muestra basta recordar el tinglado armado
para la declaración patrimonial, donde con bombo y platillo se presumió de
transparencia solo para saber que lo único transparente eran el bombo y el
platillo.
Quizás algún día
Angélica Rivera pueda emular Michelle Obama y cruzar con tranquilidad a través
de las avenidas principales. Curiosamente eso no depende de ella, sino de la
materialización de las promesas que realizó su esposo, que sus iniciativas sean
tangibles y medibles, que la seguridad se sienta, que el freno a los poderes
fácticos se note y que el bolsillo del trabajador común se abulte. De otra
forma, puede que no los veamos nunca en la calle.
(ZOCALO/Agencias/ 26/01/2013 - 02:01
PM)
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