El caso del general
Tomás Ángeles y de los otros cinco militares acusados de proteger a los Beltrán
Leyva se cuarteó cuando La Barbie, el mayor Iván Reyna y el abogado Gerardo
Ortega Maya denunciaron las presiones y torturas que recibieron de la PGR para
que declararan falsedades contra aquéllos. En entrevista, Leticia Zepeda,
esposa de Ángeles Dauahare, dice que los actuales mandos de la PGR y la Sedena
están “muy interesados” en enderezar los procedimientos. “Lo que está pasando
en la PGR es prueba de su inocencia”, señala.
Sin embargo, dice, teme que su marido sufra represalias al ser liberado.
MÉXICO, D.F.
(Proceso).- La madrugada del 1 de agosto de 2012, en medio de un fuerte dispositivo de
vigilancia, como si fuera un criminal de alta peligrosidad, el general de
división Tomás Ángeles Dauahare fue trasladado del centro de arraigo de la Procuraduría
General de la República (PGR) al penal de máxima seguridad de El Altiplano, en
el Estado de México, junto con otros cinco militares acusados de proteger al
cártel de los Beltrán Leyva.
Su bienvenida fue
infernal. El ex subsecretario de Defensa y sus coacusados fueron desnudados y
rapados. Y le echaron encima una jauría como parte del ritual de bienvenida
para los presos que cruzan esa puerta.
El 7 de agosto el
juez tercero de distrito en Materia de Procesos Penales Federales en el Estado
de México emitió el auto de formal prisión basándose únicamente en los dichos
del testigo protegido Jennifer y del testigo colaborador Mateo. Se afirmó
entonces que en el expediente de la PGR constaban “indicios suficientes” para
comprobarle al general el delito de delincuencia organizada.
Ocho meses después
–dos los pasó en arraigo y seis en El Altiplano–, a sus 70 años Ángeles ha
bajado considerablemente de peso y se ve desmejorado.
Ya bajo la nueva
administración, la PGR notificó al juzgado que lleva la causa penal que no
encontró ninguna prueba que sustentara los dichos de los testigos Jennifer y
Mateo, quienes acusan a los generales Ángeles Dauahare, Roberto Dawe, Ricardo
Escorcia y Rubén Pérez Ramírez; al coronel Silvio Isidro de Jesús Hernández
Soto y al mayor Iván Reyna de haber recibido sobornos de la organización
criminal de los Beltrán a cambio de información y protección.
“En unas semanas va
a estar libre mi marido porque es inocente”, señala Leticia Zepeda, esposa de
Ángeles Dauahare, en la entrevista que Proceso le hizo el miércoles 23, su
aniversario de bodas y la primera vez que no estuvieron juntos en esa fecha
durante sus 47 años de casados.
“Han sido meses de
mucho dolor, de mucha tristeza y de mucho enojo. Jamás me hubiera imaginado que
nos iba a pasar esto que estamos viviendo. Nos ha afectado a todos como
familia, no sólo a mí, a mis hijas, a sus nietos y amistades.”
Señala que su esposo
está deteriorado físicamente, pero “la formación que él tuvo lo ha hecho
resistir esto; es un hombre de 70 años pero está bien, con mucha fortaleza.
Siempre estuvo seguro de que la verdad iba a salir. Lo que está pasando ahorita
con la PGR es la prueba de su inocencia.
“Cuando lo
detuvieron yo no pedí, exigí a la PGR que investigara, exigí que buscara hasta
debajo de las piedras. Aquí se le está haciendo justicia a mi marido. No
encontraron nada, prueba de que mi marido es inocente.”
–Habrá quienes
puedan decir que si su marido fue encarcelado por consigna ahora será liberado
también por consigna…
–No dudamos que va a
haber ese tipo de declaraciones, pero precisamente por eso en la PGR están muy
interesados, me ha comunicado el abogado que lleva la cuestión jurídica que se
están haciendo las cosas conforme a derecho, respetando la ley y los tiempos de
la ley justamente para que no se diga eso. A mi marido no le están haciendo un
favor, le están haciendo justicia. No hay consigna para liberarlo, simplemente
se está haciendo justicia.
“Con esto la PGR
sienta un precedente para muchas personas… En los pasillos, cuando uno va a la
cárcel, escucha muchas historias. No sé si serán verdaderas o no, pero me
consta. Y también hemos visto a través del tiempo a cuánta gente han metido a
la cárcel siendo inocente.
“La verdad ese lugar
es el infierno, oyendo a los perros que les avientan cuando llegan como parte
de la tortura psicológica. Mi marido, como mucha gente, nunca debió haber
pasado por eso, ¡nunca! La gente que lo consignó y los que dieron la orden, que
se queden ahí un ratito y que los traten como los tratan a todos.
“Él siempre me dijo
que si esto había pasado era la voluntad de Dios, que nunca se equivoca, y de
esto iba a salir algo bueno para el país. Yo creo que sí. Ahora se va a
estudiar el tema de los arraigos y los testigos protegidos”.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso
1891, ya en circulación)
(PROCESO/Anabel Hernández/ 26 de enero de 2013)
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