Hace
tres semanas, uno de los colaboradores más cercanos al candidato del PRI al
gobierno del Estado de México, Alfredo del Mazo, confió: "Está cerrado
pero vamos arriba". Su interlocutor respondió: "Entonces ya
perdieron". No importaba el resultado de la elección de este domingo,
porque la inversión política y económica para sacar adelante un resultado
favorable ante una candidata desconocida y de fama hiperlocal, frente a una a
maquinaria electoral históricamente poderosa y con el apoyo masivo del Gobierno
federal, reflejó no sólo el desgaste y descrédito de lo que Del Mazo
representaba, al PRI y al gobierno, sino la vulnerabilidad y fragilidad de un
régimen que este domingo, inició su cambio. El mapa electoral del Estado de
México mostró la polarización irreversible en el centro del País, en cuya
megalópolis se concentra más del 20 por ciento del electorado, y cuyas
tendencias, expresiones y conflictos tienen megáfonos con alcance nacional.
El
PRI y Morena borraron al PAN y al PRD, cuya presencia se mantuvo en medio
municipio, Naucalpan, y en Neza, respectivamente. El electorado no aceptó
grises. La candidatura de Delfina Gómez, de Morena, apostó a los pobres. Su
campaña estuvo diseñada estratégicamente a partir de una rama de la estadística
aplicada en la medicina, conocida como la bioestadística, que estudia las
moléculas y su entorno. De esta manera, lo que la estrategia fue acelerando a
través de las redes sociales, fueron los reactivos a las heridas sociales, como
la inseguridad en las populosas ciudades dormitorios en la zona conurbada de la
Ciudad de México -en el microcosmos de su pesadilla, la movilidad y el
transporte público-. La dificultad para la candidatura de Del Mazo, fue que el
malestar contra el régimen y sus gobernantes cruzó barreras socioeconómicas y
socioculturales.
La
campaña que comenzó como una lucha de clases -el heredero de una dinastía
frente a la hija de un albañil-, se convirtió en un referéndum sobre la
permanencia del PRI o el cambio. Mas del 65 por ciento de los encuestados
declaraban querer el cambio, lo que mostraba el hastío de la gente, sintetizado
en el Estado de México, pero que es un botón de muestra nacional. Ese
"cambio", sin embargo, incluía como opciones para lograrlo en las
elecciones mexiquenses al Partido Verde, Nueva Alianza y Encuentro Social,
aliados del PRI en esta elección, que es lo que al final le está permitiendo
ganar la elección, pues los solos votos de la estructura no rebasan los de
Gómez. Dicho de otra forma, si el PRI no hubiera ido coaligado, probablemente
habría perdido la elección.
La
necesidad de cambio debe entenderse más allá del mero voto, importante en el
plazo inmediato. El entorno hostil y negativo en el que hizo campaña Del Mazo,
por el descrédito en la gestión del Presidente Enrique Peña Nieto y la
creciente pérdida de lealtad en el PRI, obligó a su partido a desplegar todo
tipo de artimañas para evitar el descalabro este domingo, que incluyó la
permanente campaña del establecimiento político, a través de los medios, en
contra de Gómez, Morena y Andrés Manuel López Obrador hasta casi el día de la
elección, ante la insultante mirada pasiva de los árbitros electorales.
Aún
así, de acuerdo con los expertos, el resultado de la ofensiva más agresiva, por
masiva y sistemática que se recuerda en una elección mexicana, no descarriló a
Gómez, aunque sí logró frenar su avance. De otra forma, al cierre de la campaña
se habría decantado el resultado a su favor, porque al observar el número de
votos por Morena, las acusaciones de corrupción no fueron suficientes para
cambiar la decisión. Este último balance y resultado, es el elemento que más
ilustra el cambio que produjo este proceso electoral en el corpus mexicano.
A
la irritación por factores como la inseguridad y la desigualdad entre las
regiones pobres y las zonas más afluentes del estado, que fue la línea
divisoria entre las dos campañas con las cuales se inició la contienda, se les
fue sumando la indignación de sectores más favorecidos dentro de la sociedad
ante la utilización de los viejos recursos de dinero, cooptación y presión
empleados por el régimen en apoyo a Del Mazo, que marcó la jornada electoral de
este domingo, y la creciente indignación por la corrupción galopante que
amplios sectores han documentado en la administración peñista.
Se
puede argumentar que estos factores han estado presentes en elecciones
anteriores, pero lo inédito del proceso mexiquense es que sí modificó tendencias
de voto en zonas urbanas priistas y conservadoras, y realineó a la oposición al
PRI en torno a un partido, Morena, cuyas suspicacias y temores que despierta
entre amplias bases del electorado, pesaron menos que el repudio a Del Mazo,
por lo que representaba. El diseño bioestadístico para influir en segmentos de
la población afectados y desplazados, quedó rebasado por el malestar, medido
con algoritmos en las encuestas de Morena y sus tracking poll. Si la
competencia hubiera sido justa y competida, en la definición clásica
shumpeteriana, la victoria de Gómez habría sido por 14 puntos, de acuerdo con
esos estudios. El aparato priista impidió esa debacle.
El
mensaje para el Presidente Peña Nieto está en las urnas. Del Mazo lleva un
millón de votos menos de los que tuvo el Gobernador Eruviel Ávila con una mayor
participación del electorado. Siete de cada 10 mexiquenses votaron contra él y
de ellos, la mitad por Morena. Su victoria es pírrica, y no hay mucho que
festejar. El Presidente reunió a su gabinete el domingo por la noche en Los
Pinos para seguir el proceso y perfilar 2018. De esto, se hablará en otro
texto.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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@rivapa
(NOROESTE/
ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 06/06/2017 | 04:08 AM)
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