La
guerra de los cárteles del narcotráfico que azota al País desde hace más de una
década ha dejado en medio y en riesgo a periodistas y medios de comunicación
MÉXICO.-
Botas militares. Rostros cubiertos. Una explosión: ¡bum! “¡Ora sí se los va
llevar la chingada a todos..!” Ráfagas de metralla. Otra explosión: ¡bum! Silencio…
Nuevo
Laredo, Tamaulipas, lunes 6 de febrero de 2006. Ha ocurrido el primer ataque
armado a un medio de comunicación en México y hasta ahora el único en una
redacción. En la edición del día siguiente del diario El Mañana, uno de los más
importante de la región, están los detalles: la información de su propio
atentado que fue nota principal y tema de su editorial titulado “Guerra ajena a
la sociedad”. El periódico, roto por dentro, había logrado enviar a imprenta
sus últimas páginas a las 3:32 de la mañana para dar cuenta a sus lectores de
lo que había ocurrido la noche anterior en sus instalaciones, ubicadas en la
calle de Perú, entre Juárez y Morelos.
El
periodista Víctor Núñez hace la crónica del día. En “Dos granadas para El
Mañana” describe el momento en que los agresores irrumpen por la puerta
principal del inmueble, sólo custodiada por un guardia de seguridad. En la
redacción, recuerda, había una calma de día festivo por el Día de la
Constitución. Como la celebración había caído en domingo, el asueto saltó hacia
el lunes. Por eso había poca gente en la redacción, acaso unas 40 personas de
los departamentos indispensables para cumplir con la edición del día:
Redacción, Fotografía y Diseño. A partir de las 9 de la noche llegarán los
trabajadores de talleres.
El
contenido del periódico para ese día está resuelto: la nota principal sería el
caso de dos delincuentes que el periódico había identificado como ex policías.
Después el seguimiento a la información sobre una lista con los nombres de reporteros,
columnistas y medios que recibían dinero de la Alcaldía, la cual había sido
dada a conocer por el diario el fin de semana. Seguirían el caso del desalojo
violento en la Colonia Blanca Navidad, donde se habían asentado 800 familias
que no tenían a dónde ir. Ese día, además, la Secretaría de la Defensa Nacional
había asignado a la seguridad del entonces candidato presidencial Andrés Manuel
López Obrador al General Audomaro Martí- nez y su contrincante panista Felipe
Calderón negaba gasto millonario en su campaña de publicidad. Había buen ánimo
porque todos volverían a casa temprano.
El
reloj estaba a punto de llegar al cuarto para las ocho, cuando se escuchó
estallar la primera granada frente a las oficinas de las subdirecciones
editoriales. La gente corre, se tira al suelo. La explosión levanta polvo y
miedo. Derrumba vidrios y esperanzas de salir con vida. Los que pueden cruzan
las miradas, mientras dos hombres armados disparan metralla y amenaza: “¡Ora sí
se los va a llevar la chingada a todos!”. Otra explosión. A Núñez le recuerda
el sonido de las construcciones que echan abajo. Siguen los disparos. El tiempo
está detenido. Los hombres se van.
En
el piso están todos. Nadie sabe quién con vida, quién herido. Una voz de
auxilio los levanta. Es Jaime Orozco Tey, reportero de guardia, quien se
encontraba en la entrada de la redacción al momento del ataque, junto con otro
compañero. Tuvo a mal caminar hacia la primera explosión y las esquirlas se
incrustraron en su cara, luego su cuerpo recibió cinco balas: cuatro en la
espalda que le destrozaron la columna y le perforaron un pulmón, y una más en
el hombro. Los disparos dañaron su médula ósea y tuvieron que extirparle 30
centímetros de intestino. Después de cuatro meses salió del hospital en silla
de ruedas.
Esa
noche el periódico recibió 82 llamadas de medios nacionales e internacionales
para pedir información.
***
Antes
que la policía y la ambulancia, a las instalaciones del diario llegó su
presidenta, Ninfa Deándar, quien alentó a sus periodistas: “¡El periódico tiene
que salir, hagamos un esfuerzo!”. Unos se fueron. Otros se quedaron. Barrieron
vidrios, desalojaron polvo y sacaron adelante el diario donde estaba todavía
fresca la sangre de un compañero.
Ninfa
es hija del fundador del diario, Heriberto Deándar Amador, quien en 1932 lanzó
el primer nú- mero de un periódico que ahora tiene ediciones en Nuevo Laredo, Reynosa
y Matamoros: tres ciudades sometidas por el narcotráfico y atrapadas en la
disputa de plazas entre cárteles.
“Aquí
parece que los narcos tienen acorraladas a las autoridades. Estamos
secuestrados y por eso hemos tenido que recurrir a la autocensura”, dijo en su
momento uno de los periodistas de El Mañana, el diario que más agresiones
contra sus periodistas sumó entre 1999 y 2006: 10 casos, de acuerdo con un
recuento de la Unión de Periodistas Democráticos de ese estado. Su peor
episodio fue el asesinato, el 19 de marzo de 2004, de su director editorial
Roberto Mora García, atacado a puñaladas al llegar a su casa. Ese año, cinco
periodistas fueron asesinado en todo Tamaulipas.
Después
del crimen de Mora, el director del diario, Ramón Cantú Deándar, manifestó abiertamente
su rechazo a seguir publicando información relacionada con narcotráfico y
crimen organizado. “No tiene sentido investigar respecto del narcotráfico, ese
es un problema internacional que ni las autoridades pueden resolver ni el gobierno
de Estados Unidos, y no hay voluntad para arreglar las cosas. Nosotros no nos
vamos a estar exponiendo”, declaró entonces y cumplió. El Mañana ha omitido de
sus páginas enfrentamientos y casos relevantes que involucran al crimen
organizado. El 1 de abril de 2010, a plena luz del día, un convoy de camionetas
no identificadas embistió la fachada de la Zona Militar en Reynosa y abrió
fuego.
Hubo
un intenso enfrentamiento del cual dio cuenta el Ejército en un comunicado. La
prensa nacional informó del hecho, pero los diarios locales no. La nota
principal de El Mañana fue la falta de interés de los ciudadanos en recoger su
credencial de elector para los comicios.
No
es el único ejemplo. El 6 de noviembre de 2006, luego de un enfrentamiento que
se prolongó durante ocho horas y en el que murió el narcotraficante Ezequiel
Antonio Cárdenas Guillen, conocido como Tony Tormenta, El Mañana consignó en 10
líneas la muerte del capo en un “cruento combate”, pero no apuntó que se
trataba de uno de los líderes más importantes del Cártel del Golfo. Otros dos
diarios, Primera Hora y El Sol de Tampico, también reportaron el hecho, en el
que perdió la vida el periodista del Expreso, Carlos Alberto Guajardo. El resto
de los 45 diarios de Tamaulipas guardaron silencio.
La
decisión de autocensura que en 2004 tomó El Mañana, tanto en sus edición de
Nuevo Laredo como en Reynosa y Matamoros, no pudo salvarlo del atentado del 6
de febrero de 2006, ni a sus periodistas de las agresiones que vinieron
después, principalmente en Reynosa.
De
esa ciudad “desaparecieron”, en marzo de 2010, Miguel Ángel Domínguez y Pedro
Argüello. El primero colaboraba en El Mañana y el segundo en La Tarde, también
propiedad de la editora Argos que pertenece a la familia Deándar. Ellos fueron
dos de los ocho reporteros que presuntamente fueron secuestrados en esa ciudad
entre 18 de febrero y el 3 de marzo de 2010, de acurdo con la información que
en su momento publicó el diario estadunidense Dallas Morning News: dos de ellos
trabajaban para Milenio y fueron liberados; uno más, Jorge Rábago, apareció en
mal estado de salud y murió en el hospital (aunque las autoridades aseguraron
que falleció por causa natural), y cinco seguían desaparecidos, entre ellos
Domínguez y Argüelles, otro de un diario en línea llamado MetroNoticias, uno
más del periódico La Prensa y otro no identificado. Lo cierto es que, a
excepción de Domínguez, cuya desaparición denunciaron sus familiares ante la
Procuraduría del Estado, nadie pudo comprobar la suerte del resto. Heriberto
Deándar Martínez, entonces editor de El Mañana en Reynosa, resumió así la
situación que atravesaban: “El periódico ha tenido que luchar contra el
corporativismo, los sindicatos, el gobierno... El narcotráfico es otra vuelta
de tuerca. Se ha creado un Estado dentro del Estado”.
Una
de las organizaciones más importantes en el mundo, el Comité para la Protección
de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), describió en su informe de 2010
lo que ocurría en Reynosa, “la Ciudad Cártel”, como la llamó: “En Reynosa, el
Cártel del Golfo controla al gobierno, la policía e incluso a los vendedores
ambulantes. Pero eso no se lee en la prensa local: el cártel también controla
los medios de comunicación”.
Ese
control por miedo y conveniencia de periodistas que cobran del narco se
extiende prácticamente a todo Tamaulipas. Pero en algunas ciudades comenzó
antes que en otras. Primero fue Nuevo Laredo, donde el 7 de febrero de 2006 se
leyó en el editorial del diario: “Desde el asesinato de Roberto Mora (2004)
vimos que la autoridad estaba rebasada por la delincuencia organizada y que no
había garantías para los periodistas. Esto nos llevó a tomar medidas como
autocensurarnos con temas delicados donde veíamos riesgo, cubrir exclusivamente
los hechos, no mencionar nombres de algunos cárteles; haciendo malabares con la
información para tratar de sobrevivir esta guerra ajena al periódico y a la
sociedad de Nuevo Laredo”.
Al
día siguiente del atentado, muchos de los trabajadores del diario no llegaron,
28 renunciaron en los días siguientes, a los fotógrafos les repartieron
chalecos antibalas y la sede del periódico reforzó su seguridad con cámaras de
video y un muro de contención. La denuncia fue presentada y hasta la fecha no
ha habido un detenido.
Dos
días después del atentado contra El Mañana, el entonces Presidente Vicente Fox
anunció la creación de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos contra
Periodistas (hoy Fiscalía Espacial para al Atención de Delitos contra la
Libertad de Expresión).
Con
su sexenio comenzó la escalada de violencia contra periodistas y medios que
empeoró en los siguientes años: durante el gobierno panista de Felipe Calderón
y ahora con el priista Enrique Peña Nieto.
Sólo
entre 2009 y 2016 ya suman 2 mil 258 ataques contra periodistas y medios de
comunicación, de acuerdo con las cifras de la organización civil Artículo 19.
Esos números incluyen los 50 atentados contra medios de comunicación, los 107
periodistas asesinados y los 25 desaparecidos, más las agresiones contra
reporteros, fotógrafos, editores, directivos y hasta repartidores.
Sólo
en lo va de este año ya son siete los periodistaas asesinados y uno
desparecido. Las más recientes víctimas son Javier Valdez, periodista del
semanario Riodoce de Sinaloa, muerto a balazos cerca de su redacción, el pasado
15 de mayo, y Salvador Adame, desparecido en Nueva Italia, Michoacán, el 18 de
mayo.
IMPUNIDAD, LA GARANTÍA
Para
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Organización de las
Naciones Unidas, Mé- xico es el país de América más peligroso para ejercer el
periodismo.
Por
la violencia que prevalece contra medios y periodistas, México es una luz
parpadeante de alerta en América Latina, por encima de Colombia. La CIDH y la
ONU han advertido, a través de sus relatorías para la libertad de expresión, de
las consecuencias que acarrean los ataques contra la prensa. La peor: el
silencio.
Desde
2010, luego de una visita oficial a México de dos semanas, los entonces
relatores para la libertad de expresión de la ONU y la CIDH, Frak La Rue y
Catalina Botero, respectivamente, advirtieron en su informe preliminar sobre
los efectos de los ataques a la prensa.
“Hay
zonas en las cuales los periodistas se encuentran sometidos a intimidación y
autocensura. Por esta razón, resulta extremadamente difícil que en dichas zonas
hagan investigaciones y publicaciones sobre temas como crimen organizado,
corrupción, seguridad pública y asuntos similares, por la vulnerabilidad y el
alto riesgo en que se colocarían. Esta situación afecta a toda la sociedad
mexicana que desconoce lo que sucede en dichos lugares, y disminuye la
capacidad de acción de las autoridades e incluso de la sociedad, las cuales se
ven privadas de información esencial para contrarrestar fenómenos delictivos
como la corrupción o el crimen organizado”.
Los
relatores no pasaron por alto la desconfianza de periodistas y medios hacia
autoridades locales ni el clima de impunidad “generalizado” que persiste en
torno de los ataques contra la prensa, aún respecto de los hechos más graves
como asesinatos, desapariciones y secuestros.
A
pesar de las recomendaciones de la CIDH y la ONU, y del compromiso del Gobierno
federal por acelerar mecanismos de protección para la prensa, la impunidad
persiste: en casi 99 por ciento de los casos no hay responsables y de 700 casos
que han llegado a la FEADLE sólo tres recibieron sentencia.
EL NORTE, BAJO AMENAZA
Durante
los peores años de la guerra contra el narcotráfico que emprendió el Presidente
Calderón, el norte concentró la violencia contra periodistas: Tamaulipas, Nuevo
León, Chihuahua, Durango, Zacatecas, Coahuila y Sinaloa formaban la mayor parte
del mapa de violencia contra medios en el País.
Hace
años que la prensa en esos estados tuvo que tomar medidas para su seguridad.
Noroeste, El Debate y Riodoce en Sinaloa; El Siglo de Torreón y Vanguardia en
Coahuila; El Diario de Juárez, en Chihuahua; el Diario Imagen, en Zacatecas.
Todos fueron blanco de ataques armados y amenazas y, en los casos más graves,
de asesinatos de sus periodistas.
En
El Diario de Juárez fueron asesinados dos de sus periodistas -un reportero y un
fotógrafo-, en menos de dos años: Armando Rodríguez en 2008 y Luis Carlos
Santiago en 2010. Al cabo de este último asesinato, el periódico lanzó aquel
editorial titulado “¿Qué quieren de nosotros?”, en el que cuestionó a los
grupos del crimen organizado: “... queremos que nos expliquen qué es lo que
quieren de nosotros, qué es lo que pretenden que publiquemos o dejemos de
publicar, para saber a qué atenernos”.
En
Coahuila, los ataques se concentraron en El Siglo de Torreón, que recibió el
primer ataque armado a sus instalaciones un 18 de agosto de 2009. En la escena
hubo sombras que pasada la media noche estallaron armas de grueso calibre
contra la fachada del inmueble casi vacío por la hora. Nadie herido. Huída
asegurada. Vidrios rotos y paredes rasguñadas: sólo daños matariales y miedo.
“Estos
ataques sucedieron, según mi hipótesis, cuando algún grupo criminal quería
calentar la plaza, llamar la atención, atraer los reflectores porque estaban en
disputa con algún otro grupo o querían atribuir la agresión al rival. Es una
forma de decir aquí estamos”, dijo en su momento Javier Garza, entonces
director de El Siglo de Torreón.
En
La Laguna además ocurrió uno de los acontecimientos inéditos en la historia
periodística de este País. En julio de 2010, cuatro periodistas -dos reporteros
y dos camarógrafos- fueron secuestrados en Gómez Palacio y su vida puesta a negociación,
con el propósito de que dos empresas televisoras transmitieran en sus canales
locales, primero, y luego en los nacionales, unos videos entregados por las
bandas criminales. Los periodistas lograron su liberación, pero el episodio
dejó huella profunda.
Las
cosas empeoraron para la prensa de la La Laguna con el asesinato de Eliseo
Barrón, reportero de Milenio La Opinión.
***
Sinaloa
es el punto de origen de la geografía que domina el Cártel del Pacífico y es el
tronco de la genealogía más conocida del narcotráfico en el País: Joaquín “El
Chapo” Guzmán, Ismael “El Mayo” Zambada, Rafael Caro Quintero, Miguel Ángel
Félix Gallardo, Ernesto Fonseca, los hermanos Arellano Félix, los Beltrán
Leyva. Aquí al menos siete periodistas han sido asesinados -Javier Valdez el
último- y tres medios han enfrentado los embates de la delincuencia: el
semanario Riodoce, y los periódicos El Debate y Noroeste.
La
madrugada del 2 de julio de 2011, en Mazatlán, frente a las instalaciones de El
Debate y el Noroeste aparecieron dos decapitados. A las puertas del primero
quedó el cuerpo de un hombre de 31 años y en la entrada del segundo arrojaron a
un joven de 16 años. Hacía años que estos diarios recibían amenazas. Al menos
desde 2008, cuando escaló la violencia en el País como consecuencia de la
ofensiva del Gobierno federal contra el crimen organizado y de la disputa de
territorio entre los cárteles.
El
Debate sumó dos ataques graves contra su sede. El primero ocurrió la medianoche
del 17 de noviembre de 2008, cuando dos hombres lanzaron sendas granadas contra
la caseta de vigilancia de su edificio. No hubo heridos. Sólo vidrios rotos,
daños en la reja y un boquete en el asfalto. El 3 octubre de 2010 reportaron la
segunda agresión, esta vez desde un auto en marcha y con armas de alto calibre.
Un año antes, en febrero, la casa de su director en Guasave, Moisés García
Castro, había sido baleada. Este diario además ha perdido a un fotógrafo y un
reportero: al primero, de nombre Gregorio Rodríguez, lo acribillaron en
Escuinapa el 11 de julio de 2006, y desde el 24 de junio de 2008 no sabe nada
de su reportero José Carlos Campos Ezquerra.
Para
el Noroeste las cosas no fueron mejor. El 1 de septiembre de 2010, un comandó
disparó contra sus instalaciones y dejó dos mantas en el lugar firmadas por “La
familia dolida”. El diario ya había recibido amenazas para obligarlo a publicar
información del cártel de La Línea, pero los directivos se negaron a ceder.
Incluso, más adelante, publicaron una declaración de principios editoriales en
la que advirtieron al crimen organizado: “No publicamos el lenguaje de las
mafias ni transcribimos textos de sus mensajes”.
Los
rafagazos fueron el episodio más escandaloso, pero no el único. En abril de
2014, en Culiacán, el director del Noroeste, Adrián López, fue herido de bala
en sus piernas cuando iba a trasladarse del aeropuerto local a su casa.
Nadie
puede pasar por alto el esfuerzo del Noroeste a no ceder ante el silencio impuesto,
como ocurrió con diarios de otras entidades. Ellos encuentran la explicación en
la historia misma de la entidad y de su propio medio, que nació combativo y con
aspiración democrática, de la mano de sus fundadores. Uno de ellos Manuel J.
Clouthier, candidato a la Presidencia en 1988 y muerto en un accidente en
carretera.
Así
han enfrentado los medios de los estados la violencia de la última década en el
País. Son apenas unos ejemplos de una historia que falta por contarse.
#DÍA MUNDIAL DE LA LIBERTAD DE
EXPRESIÓN#PRENSA BAJO AMENAZA#ATAQUES A PERIODISTAS
(NOROESTE/ ELIA BALTAZAR/NOROESTE ESPECIAL/ 07/06/2017 | 10:58 AM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario