Fabricio Montaño no es
conocido en la arena pública. Sin embargo, dentro del PAN juega un papel
importante como operador de Ricardo Anaya, a cargo del trabajo con los alcaldes
panistas. En los últimos días inició una campaña en las redes sociales con una
selección de fotografías que decían: “Canadá: 2015, Justin Trudeau”; “Francia:
2017, Emmanuel Macron”; y “México: 2018, Ricardo Anaya”. Así, sin prurito
alguno, colocó a su jefe como la vanguardia mexicana para el cambio. Pero
¿realmente es Anaya como el primer ministro de Canadá, que bebió la política
corriendo por los vetustos pasillos del parlamento en Ottawa junto a su padre?
O ¿cómo el Presidente francés, que se educó en la escuela que entrena a los
líderes galos, y sirvió en el gabinete de un Jefe de Estado? Por favor. Anaya
es una broma personificada en líder de un partido.
La mofa que se puede hacer de
la analogía, permitida a Montaño por su jefe Anaya, ha sido significativamente
más cruel hacia el interior de su partido, donde críticos a su dirigencia, que
lo conocen de tiempo, circularon un decálogo en el cual, con sarcasmo,
acomodaron declaraciones públicas del dirigente del PAN donde desliza
sutilmente las razones por las que debería ser el candidato a la Presidencia en
2018. En la mayoría de ellas, sin embargo, los hechos son contrarios a lo que
postula. El texto lo titulan “Por qué”. ¿La razón?
“Porque nací para servir a mi
País, para ayudar a los demás, es algo que tengo adentro y que siempre he
practicado, lo mismo en el terremoto que en mi vida política”, parafrasearon al
líder del PAN con un tono de burla. “Para mí, ver por los demás es una
obligación de vida”. Anaya presume lo que carece. En un texto publicado en este
espacio en noviembre pasado, se mencionó que se había convertido en el factor
de división dentro del PAN por la forma con la que buscaba la candidatura
presidencial, donde no mostraba los deseos de servir, sino de servir sus
propósitos personales. “Sé dialogar con todos, porque mi vida ha sido un
diálogo con los demás y creo que nuestro País necesita hablarse, no callarse:
necesita ver hacia delante, no hacia atrás, necesita las palabras no el
silencio, porque nuestro País ya tiene un pasado, lo que necesita es un
futuro”, lo volvieron a parafrasear.
Aquel texto de noviembre se
llamaba “Anaya, el sin amigos”, y mencionaba que traiciona amigos y rompe alianzas,
dándole la espalda a quienes le ayudaron a dirigir el partido. La última en
esta cadena, la candidata panista al Gobierno del Estado de México, Josefina
Vázquez Mota, a quien prometió no abandonaría en la contienda y ha dejado. “A
mí nunca me ha engañado”, dijo una alta figura en el PAN, “pero por la única
razón que nunca hemos acordado nada”. Cuando sus conocidos escribieron el texto
ssarcástico, no pudieron encontrar mejores frase para explicar la polaridad
entre sus dichos y hechos, que esta: “Hay quienes creen en sí mismos nada más.
Yo creo en México porque me gusta creer en su gente, porque sé de lo que somos
capaces los mexicanos cuando nos lo proponemos”.
El texto de los panistas
críticos a Anaya jugó cruelmente con otros de sus dichos sobre los porqués debe
ser el próximo Presidente, acomodados de la siguiente forma: “A México le hace
falta un liderazgo ético. Como todos tengo defectos y tengo carencias, pero la
ética, el comportamiento correcto, el respeto a lo que es de los demás, al
dinero público, a las necesidades del País es una de mis características”. Es
una roma involuntaria. El años pasado la prensa descubrió el mal uso que daba
dinero público para mantener a su familia viviendo en Estados Unidos. Cuando se
defendió de que provenía de sus negocios, construidos antes de entrar en la
política, nunca pudo explicar las lagunas de ingresos en sus declaraciones
públicas. Los panistas se han dado vuelo con él. Una vez más se burlaron de su
líder, con otro redacción ajustada de sus dichos:
“México necesita conciliar
muchas cosas entre ellas la enorme desigualdad de nuestra sociedad; necesita
conciliar la realidad con nuestros anhelos, necesita conciliar lo que quieren
en el sur con lo que emprenden en el norte, necesitamos algunos pensamientos comunes,
como el mañana, el futuro que queremos, en el que cabemos todos. Solo así
construiremos ese mañana y quiero estar al frente de esa construcción”. La gran
critica que se le puede hacer a este compendio de objetivos de Anaya,
enlistados con sintaxis por panistas, es que realmente no cree en México ni
tiene fe en México. Su familia vive en Atlanta y cada fin de semana, salvo
cuando le es imposible, viaja a su casa, que es el hogar de los Anaya.
Al líder del PAN lo centraron
sus obsesiones con dirigentes jóvenes, convertidos en alter egos. Es enorme su
obsesión con Trudeau, con quien se compara constantemente y cuando no, lo
imita, como en una fotografía haciendo yoga que subió a Twitter dos semanas
después de que vio al canadiense haciéndolo. En los últimos días Macron es lo
que ahora quiere Anaya, resaltando que apenas es un año mayor que él. Montaño,
su escudero, ya se está encargando de socializar que la ola de líderes
mundiales, encuentra en Anaya el destino manifiesto de México. En el PAN se
ríen de él. En el resto del País, si no obtiene victorias importantes el
próximo 4 de junio, no tardarán en hacer lo mismo.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/ 17/05/2017 | 12:04 AM)
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