El presidente Enrique Peña
Nieto inauguró este lunes el Tianguis Turístico en Guadalajara y de las 2 mil
846 palabras de su discurso, 150 hablaron por su fuero interno. Al hablar del
crecimiento turístico y ratificar el potencial del país para consolidarse,
dijo: “Tenemos una gran oportunidad. Y miren, sé que a veces, leyendo algunas
notas, columnas y comentarios que recojo de aquí y de allá, se dice: es que no
hay buen humor, el ánimo está caído, hay un mal ambiente, un mal humor social”.
Dicho eso, Peña Nieto volvió a lo que ha sido la prédica del sexenio, el
crecimiento, el avance, las reformas. En pocas palabras, va derecho y no se
quita.
El Presidente utilizó un
sofisma al establecer una premisa cuya conclusión no se ajusta a ella para,
como es la definición del término, “defender algo y confundir al contrario”. En
realidad, el que haya un mal humor social no significa que no pueda haber
crecimiento e inversiones. Si ese fuera el caso, no habría oleoductos en las
regiones talibanas en Afganistán, ni podrían extraer recursos naturales las
multinacionales en la África Oriental controladas por los “señores de las
guerras”. En ninguna dictadura habría inversiones, y China no sería la potencia
que es.
No es un ejercicio empírico o
libertino el de los medios al hablar del humor social. En algunos casos recogen
lo que los políticos comentan sobre qué ven en las calles mexicanas, que
recorren sin las burbujas que rodean Los Pinos. Electoralmente, el año pasado
el PRI perdió 3 millones de votos pese a que sus candidatos escondieron al
Presidente de sus campañas para no jalar sus negativos crecientes en la opinión
pública.
Si su partido mantuvo la
mayoría en el Congreso, no fue resultado de su gestión, sino de la diáspora de
la oposición. Los crecientes niveles de desaprobación presidencial contra los
sistemáticos números negativos de su aprobación son otro reflejo de que el
ánimo nacional no le favorece. La creciente inconformidad social, reflejada en
protestas y movilizaciones, y la falta de un acuerdo nacional son botones de la
misma muestra.
En otros casos, columnistas y
“opinadores” usan los datos que surgen de los estudios sobre el humor social de
las empresas que lo han medido desde hace más de 20 años. Nunca ha estado el
humor social más abajo que cuando secuestraron al abogado Diego Fernández de
Cevallos en 2010, que superó el momento del asesinato del candidato presidencial
Luis Donaldo Colosio en 1994, y el error de diciembre el arrancar el gobierno
de Ernesto Zedillo. En el gobierno de Felipe Calderón no fue el secuestro el
único punto bajo en el humor social. La crisis bancaria y de bienes raíces en
Estados Unidos contaminó al mundo, llevó al ex presidente a un hoyo muy oscuro.
El 1 de diciembre de 2012,
con menos de un día en la Presidencia, el humor social con el que Los Pinos
recibió a Peña Nieto tenía un saldo negativo, de acuerdo con uno de los
estudios, de 62 por ciento. Es decir, Peña Nieto arrancó su Gobierno con una
sociedad muy enojada con las autoridades, que logró quitarle casi 70% de los
negativos durante los primeros meses de su Administración, gracias a los
acuerdos del Pacto por México, que generó la percepción de que había un
Presidente con el control del país en las manos, eficiente y que sabía a qué
puerto de destino quería llegar.
Sin embargo, hubo síntomas
que sugerían que las cosas no estaban tan estables. La captura de la maestra
Elba Esther Gordillo a finales de enero de 2013 le dio muy buenos puntos en las
encuestas, pero sólo durante cinco días. La muerte de Heriberto Lazcano, el
jefe de Los Zetas, en octubre de ese año en un enfrentamiento con la Marina, le
dio positivos durante 48 horas, porque la opinión pública cuestionaba que en
efecto fuera el criminal buscado.
Todo lo que sucedía en el
crecimiento del mal humor social y la desaprobación presidencial no eran
admitidos en Los Pinos. Uno de los colaboradores de Peña Nieto ha llegado a
decir que eso se debe a que los mexicanos “no entienden la investidura
presidencial”. De ese tamaño es la ignorancia. La desaprobación presidencial se
fue definitivamente para arriba en noviembre de 2013, por la reforma fiscal.
La desaparición de los
normalistas de Ayotzinapa no generó tanto impacto negativo, como sí fue el
episodio de la “casa blanca”, que aceleró el malestar contra el Presidente.
Para finales del año pasado, el mal humor social ya superaba los 80%, que no
fue mitigado por la recaptura de Joaquín “El Chapo” Guzmán en enero pasado.
Es extraño que un Presidente
no tenga toda la información, positiva o negativa, de lo que está sucediendo en
torno a su Gobierno y a su gestión. Pero también es cierto que Peña Nieto dejó
de leer prensa –su información básica proviene de la televisión– hace un muy
buen tiempo.
Bajo esos presupuestos, que
subrayan la poca información sin censura a la que tiene acceso, que haya
utilizado ese sofisma en Guadalajara no es una mala señal. Al contrario. Que hable
del mal humor social, aunque esté equivocado en sus premisas y conclusiones, es
un avance. Cuando menos, ya sabemos que sabe que hay mexicanos que por las buenas o las malas razones, están
indignados con él.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE
PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 04 DE MAYO 2016)
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