El domingo por la noche, la
zona costera de Acapulco desde el Club de Yates hasta la Zona Dorada, que
albergan a más de 100 hoteles, vivió horas de pánico. Grupos armados atacaron
los dos hoteles en donde se hospeda la Policía Federal y generaron una
balacera. Muchos tiros que causaron terror, pero dejaron el saldo de un
atacante muerto y un federal herido.
¿Qué se pretendía? “Estábamos
preparados, pues ya se veía venir”, dijo a la prensa el Gobernador de Guerrero,
Héctor Astudillo. “Hubo una articulada organización para tirar balazos y
provocar zozobra; todo preparado por la delincuencia organizada”. Lo que
sucedió en Acapulco llena los casilleros de un proceso de desestabilización
sólo visto con ese nivel de preparación y construcción de condiciones de terror
en Reynosa, durante la década pasada.
El gobernador Astudillo
refirió que la balacera del domingo obedeció a la captura en Los Cabos, Baja
California Sur, de Freddy del Valle Verdel, “El Burro”, anunciada por la
Comisión Nacional de Seguridad el domingo pasado. Las autoridades lo
identificaron como el jefe de plaza del cártel de los hermanos Beltrán Leyva,
encargado de la venta y distribución de drogas en el puerto, a la vez que
ordenaba secuestros, extorsiones y asesinatos de sus rivales, el cártel
independiente de Acapulco, que es una escisión de la vieja organización que a
finales de la década pasada controlaba todo el negocio de la droga en el
corredor que iba de la Ciudad de México a aquella ciudad. Sin embargo, la
desestabilización se venía dando, como en Reynosa, casi dos semanas antes.
En Reynosa, el entonces
gobernador Eugenio Hernández enfrentó en un día múltiples rumores que causaron
enorme zozobra en la población. Aunque condenó las redes sociales, en ese
momento aún no habían detectado que dos semanas antes de ese punto climático de
incertidumbre y pánico, se habían comenzado a difundir rumores en cuentas de
Twitter que recién se habían abierto, donde anticipaban balaceras, cierre de
escuelas, comercios y advertencias a los pobladores que no salieran de sus
casas. Un día de balacera sirvió para magnificar los eventos criminales, darle
veracidad a lo que la especulación venía construyendo e introducirlo en una
temporada de inestabilidad política.
En el caso de Acapulco, de
acuerdo con un recuento de Federico Sariñana, director de Capital Máxima
Chilpancingo, en las dos últimas semanas se había registrado una inusual
actividad en las redes sociales, así como mensajes de alerta transmitidos por
WhatsApp. A través de robots (bots, en el lenguaje cibernético) sincronizados,
añadió Sariñana, se transmitieron audios y videos para atemorizar a la
población, entre ellas fotografías de episodios de violencia que habían
sucedido en ese puerto seis años antes.
El último audio fue enviado
este lunes, después de la balacera en Acapulco, donde una mujer, aparentemente
en una conversación telefónica, afirmaba que el martes se iba a decretar el
toque de queda en el puerto, con lo cual toda la actividad pública sería
restringida, con lo cual, se puede argumentar, buscaban compras de pánico en
mercados y establecimientos comerciales que generaran aún más zozobra.
Panfletos distribuidos
misteriosamente entre la población, a través de las redes sociales, comenzaron
a llegar a las casas de los acapulqueños. Uno, el viernes, decía: “A todos los
habitantes del puerto de Acapulco se les hace la advertencia que este fin de
semana será muy violento, no nos hacemos responsables de la gente inocente que
se atreviese, vamos a terminar con la bola de lacrosos que circulan por las
noches en bares y discotecas de Acapulco… Así que no salgan después de las 10
de la noche, este fin de semana no es puente ni vacaciones así que no hay
turismo…”. El panfleto estaba cruzado por un letrero, como prueba de agua, que
decía “Periódico Dictamen de Guerrero”, que no existe, y a diferencia de las
narcomantas, salvo la puntuación gramatical, no tenía faltas de ortografía.
El domingo circuló otro
panfleto que decía: “El cártel de Sinaloa informa que a partir de mañana lunes
25 de abril estaremos haciendo recorridos por todas las colonias del puerto a
partir de las 6 de la tarde y a todo aquel que veamos sospechoso será
levantado. Les recomendamos no salir de sus casas si no tienen nada que hacer,
tampoco queremos ver niños jugando en las calles o serán balaceados. La plaza
de Acapulco es nuestra y no queremos que haya muertos inocentes por eso
advertimos que no salgan y cierren sus negocios”. Por la tarde del domingo,
apareció en Twitter un mensaje apócrifo que decía que las clases se habían
suspendido este lunes.
Algo en ciernes mostró sus
síntomas, pero hasta este momento no está del todo claro quién está atrás de
esta campaña de desestabilización, que por definición busca minar a un gobierno
y mostrarlo incapaz de controlar lo que sucede. La pregunta es si el gobierno
de Astudillo es el objetivo primario de esta acción extraña, o si hay una meta
ulterior, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, que se ha empeñado
reiteradamente en llevar la paz a Acapulco y establecer parámetros de
normalidad en Guerrero. El Gobernador asegura que no hay motivaciones más allá
de las criminales. Empero, en cualquier caso, la afrenta es al Estado mexicano,
que debería encarar el desafío con la misma
fuerza y energía con la que están probando sus capacidades y fortalezas.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL” DE RAYMUNDO
RIVA PALACIO/ 04 DE MAYO 2016)
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