Si
el gobierno está buscando a Joaquín Guzmán Loera, no lo hace en el Triángulo
Dorado
La
Tuna, Badiraguato.-Si elementos del Ejército y la Armada de México están tras
los pasos de Joaquín el Chapo Guzmán, esta búsqueda no está ocurriendo en la
región conocida como “el triángulo dorado” de la sierra de Sinaloa, y menos aún
en el pueblo de La Tuna.
De
acuerdo a un recorrido realizado por Ríodoce, que incluyó las comunidades de
Santiago de los Caballeros, Tameapa, San José del Llano, San Javier, Huixiopa y
La Tuna, la presencia de las fuerzas castrenses es casi nula en kilómetros de
caminos empinados, desfiladeros y densa vegetación, encontrando, en cambio, un
consenso unánime entre sus habitantes: “El Chapo no está en la sierra”.
“Yo
no creo que ande por acá, ¡ni loco que estuviera!”, dijo don Lalo, un hombre de
algunos 55 años que vive en las afueras de San José del Llano, y quien dijo
haber visto alguna vez al Chapo, “hace ya muchos años, y sólo de lejos”.
De
elementos castrenses, apenas si se vieron unos cuantos, todos asentados en sus
bases permanentes de la sierra: cuatro soldados resguardando la entrada del
regimiento de la cabecera municipal de Badiraguato, otros ocho aguardando en la
base de Santiago de los Caballeros, siete elementos esperando en San José del
Llano, y los últimos once militares vistos platicando bajo un árbol a la
entrada de La Tuna, el pueblo que vio nacer al Chapo.
Fuera
de eso, la sierra parecía un mar de desolación; el vivo retrato de la
desesperanza por el abandono en que, según afirman sus propios habitantes, los
ha tenido desde siempre el gobierno del estado y el gobierno federal, lo cual
los obliga a sembrar enervantes que, eventualmente venden a los cárteles de la
droga, incluyendo a la fracción controlada por Joaquín Guzmán.
EL LARGO Y SINUOSO CAMINO
A
lo lejos la sierra parece impenetrable. Pero conforme uno se adentra entre
caminos que interminablemente serpentean y suben hasta casi la punta de los
cerros, el paisaje se abre y descubre veredas que eventualmente conducen a más
poblados que desde hace años están anclados en la sierra.
“Este
camino lo lleva a Huixiopa y una vez que pasa el poblado, ese mismo camino lo
lleva hasta La Tuna”, explicó un lugareño en Sayotita, lugar donde termina el
asfalto. Entonces el camino se divide en dos vertientes: una corre hacia San
José del Llano y la otra conduce a La Tuna.
La
pregunta entonces es inevitable: ¿Qué tan peligroso es continuar hasta
allá? La respuesta del lugareño resulta
demasiado ambigua, pues aunque por una parte sugiere que la sierra es relativamente
segura, también sugiera que una tragedia puede ocurrir en todas partes.
“Nunca
se sabe cómo va a reaccionar la gente del Chapo cuando van a su tierra”, dijo.
SAN JOSÉ DEL LLANO
Luego
de casi una hora de camino por una vereda casi intransitable, está San José del
Llano, un pueblo de poco más de mil habitantes ubicado a pocos kilómetros de
los estados de Durango y de Chihuahua, que se caracteriza por sus casas
ostentosas.
Hasta
ese sitio, la presencia de militares ha sido casi nula, de no ser por una base
de soldados que tiene años instalada en la entrada del pueblo, y cuyos
elementos cada mañana corren por las calles del poblado con rifles en mano.
Fuera
de sus ejercicios, los soldados sólo esperan. Si el Chapo Guzmán es el hombre
más buscado del mundo, San José del Llano y sus alrededores no forman parte de
esa búsqueda, según pudo constatarse.
Fue
precisamente en ese poblado donde se establecieron los primeros contactos para
recorrer la sierra, y donde algunas personas lamentaron el abandono en que los
tienen las autoridades de todos los niveles de gobierno “desde hace ya
décadas”.
“Uno
qué más quisiera; que hubiera una industria por acá en donde trabajar, pero no
hay nada, y por eso muchos no tienen otra que sembrar sus plantitas (de mariguana
o amapola), y esperar que no caiga el gobierno”, dijo un residente de ese
poblado.
Y
ha caído. Eso nadie lo duda. Y esa realidad forma parte de la misma vida en la
sierra, porque muy de vez en cuando, los sierreños que cultivan enervantes,
deben conformarse y ver cómo en minutos, los militares les destruyen el trabajo
de meses, y mucho sudor.
El
problema, dicen, es cuando cae la Marina, porque “esos” llegan y tengas o no
mariguana, la Marina te agarra, “y a como sea quieren encontrar culpables”,
aunque ello signifique torturar a gente que, en algunos casos, nada tienen que
ver con el negocio.
“A
mí nunca me han torturado, pero hay familiares a los que sí; a ellos (los
Marinos), no les interesa si tienes plantitas o no, ellos te agarran y quieren
que de entrada les digas quienes son los que están plantando, por eso la gente
no los quiere.
Ese
es el coraje que tienen en la sierra contra la Marina. Y por ello el rencor
contra el gobierno. Porque no conforme con el abandono de las autoridades, y de
no brindarles una industria en qué trabajar y de dónde puedan obtener un
ingreso, el gobierno resulta abusivo con ellos.
Otro
residente, también de San José del Llano, quién pidió que se le identificara
sólo como “don Lalo”, explicó que el problema es que desde hace algunos años,
ya no sale a sembrar mariguana, “porque ya no la pagan”, y que ello los ha paralizado
por completo, ya que sin trabajo, y sin posibilidades de lograr ingresos
mediante la siembra de enervantes, vivir en la sierra se ha vuelto imposible.
“¿Y
de qué vive uno si no hay trabajo por acá? Al menos una cementera debía poner
el gobierno, pues sería algo que diera trabajo a muchos”, comentó don Lalo.
—Y
del Chapo, ¿qué se dice?
—Pues
mire, hay mucha gente que está contenta porque se escapó, pero pues a mí me da
igual, como yo no tengo contacto con él, no me va ni me viene. Y la gente está
contenta porque dicen que el Chapo ayuda. A mí nunca me ha ayudado, pero hay
gente que dice que sí, sobre todo para allá de donde es él: La Tuna.
—¿Usted
cree que el Chapo esté en la sierra?
La
mera verdad, no sabría decirle, pa’qué le voy a echar mentira, pero no creo que
ande por acá, ¡ni loco que estuviera para venir a meterse acá a donde en
cualquier momento pueden llegar a buscarlo”.
La
misma respuesta se obtuvo en San Javier, en donde tampoco se observó ningún
tipo de presencia de cualquier entidad militar, fuera de la Secretaría de la
Defensa Nacional (Sedena), o de la Armada de México.
Faltaba
por recorrer la parte de Huixiopa y de La Tuna.
LA EMPINADA
Llegar
a Huixiopa es fácil. Si se conoce el camino, y se tiene paciencia para recorrer
las veredas semi destruidas, llegar a ese poblado puede tomar hasta dos horas
yendo a unos diez kilómetros por hora. El problema es llegar a La Tuna, donde
los caminos se empinan hasta casi los 45 grados.
Es
pasando Huixiopa que el camino se vuelve solitario y resbaloso. Famoso el
pueblo por el corrido de Valentín Félix que hicieran famoso Los Tigres del
Norte, tierra de los Esparragoza, la gente es arisca y no mira con buenos ojos
a los forasteros. En el único abarrote que hay en la calle principal del
poblado, la gente apenas si regresa el saludo, y los ojos se clavan en los
desconocidos con un ansia casi demente.
Con
dificultad la gente apuntó la vereda que conduce a La Tuna, a la cual se llega
atravesando un riachuelo.
Por
más de una hora de caminos empinados y desfiladeros, pudo por fin llegarse a La
Tuna, pero sólo para encontrar una desolación casi rulfiana.
Como
la mayoría de los pueblos de la sierra, la gente no habla con los extraños, y
en la casa donde naciera el Chapo, una joven sierreña, de algunos 19 años, negó
categórica a doña Consuelo Loera, madre del hombre más buscado del mundo.
“Yo
soy quien la cuida, y ustedes me disculparan, pero me dieron órdenes de que no
los recibiera”, dijo la joven.
Y
de nada valieron las súplicas, ni la espera. Finalmente, hombres desconocidos
empezaron a pasar en cuatrimotos, y sólo mirándonos con cierta muina amenazante
en el rostro.
Finalmente
uno de ellos, quien parecía estar a cargo, sugirió que era mejor que nos
marcháramos, pues estábamos llegando a una zona sin el permiso adecuado.
“Desde
que entraron a la sierra, los hemos estado vigilando”, indicó el desconocido,
no sin antes revisarnos de que no tuviéramos ningún micrófono oculto.
—¿Quién
nos ha estado vigilando?, se le cuestiona.
—Gente
de nosotros. Tenemos ojos y oídos en toda la sierra”, dijo lacónicamente, para
entonces agregar que no debíamos haber llegado hasta esa parte de la sierra.
—Somos
periodistas, sólo hacemos nuestro trabajo, pero no queremos problemas con
nadie, se le explicó.
—Pues
entonces váyanse. Hasta ese punto, la situación parecía tensa, sólo otro grupo
de periodistas se había atrevido a llegar hasta La Tuna desde que el Chapo se
había escapado, diez días antes, y desde entonces ese poblado estaba en los
ojos de muchos periodistas que, de una u otra manera, querían llegar al caserío
con la intención de entrevistar a la mamá del Chapo.
Pero
en este caso, doña Consuelo no hablaría con nadie. Ninguno de los individuos
que de pronto estaban llegando, todos portando hasta cuatro radiotransmisores,
lo iba a permitir.
A
lo lejos, en la punta del cerro de enfrente, podía divisarse la casa conocida
como El Cielo, el lugar donde se cree que estuvo oculto el Chapo cuando se
escapara en 2001 y que años después, durante la guerra de Felipe Calderón
contra el narcotráfico, el Ejército habilitó como cuartel.
Igual
de desolada que La Tuna. Y como la búsqueda que el gobierno federal, dice, ha
emprendido del Chapo Guzmán.
(RIODOCE/
Miguel Ángel Vega / 26 julio, 2015)
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