El
presidente Enrique Peña Nieto dijo días después de la captura de Joaquín “El
Chapo” Guzmán, en una entrevista con León Krauze en Univision en febrero del
año pasado, que sería “imperdonable” una nueva fuga del jefe del Cártel del
Pacífico. Hoy, lo imperdonable sería que las culpas se quedaran en la red de
complicidades en el Penal, sin ver las responsabilidades de su Gabinete de
seguridad. Los ceses no pueden esperar si quiere minimizar el daño que este
episodio trae al Presidente y la burla que significó el escape, que lo pilló en
el vuelo a Francia con la mayoría de su Gabinete, para una visita de Estado que
prometía ser espectacular.
Vayamos
por partes. Primero, el túnel descrito por el comisionado Nacional de
Seguridad, Monte Alejandro Rubido, que arranca con un hoyo de 50 centímetros
por lado en la zona de regaderas, y recorre un kilómetro y medio a 10 metros
bajo tierra. Expertos ingenieros calcularon que ese túnel tenía aproximadamente
dos mil 71 metros cúbicos que produjeron 725 toneladas de tierra, más el
concreto armado que tuvieron que extraer de las fundas de seguridad de las
protecciones metálicas y de basamento del edificio. Con el factor de
compactación y expansión de esos materiales, dijeron los expertos, debieron
haber requerido de 250 camiones de volteo para retirarlos.
Toda
la obra tuvo como salida una casa humilde donde, de acuerdo con ese cálculo,
debieron utilizarse 2.2 camiones por día durante los 505 en que estuvo preso
Guzmán en “El Altiplano”, si desde que ingresó a la cárcel se hubiera empezado
a cavar el túnel, lo que no fue así. No se sabe cuánto tiempo duró la
planeación, ni cuándo consiguieron los planos del Penal y sus especificaciones
técnicas para poder realizar su obra de ingeniería. Las autoridades federales
tienen bajo investigación a todas las autoridades del Penal, y han declarado
más de 30 personas. En la probable ayuda interna encontrarán quizás a los
responsables directos, pero no a los indirectos.
Esto
nos lleva a la segunda parte: los dispositivos de seguridad de los penales de
máxima seguridad. La característica que tenía ese tipo de cárceles en México es
que contaban con cinco círculos de seguridad, avanzada tecnología –en el
sistema de vigilancia y construcción, o brazaletes para seguimiento
personalizado de internos, por ejemplo–, sistemas de inteligencia –entre ellos
los dispositivos para el monitoreo interno y remoto, así como la verificación
de información en tiempo real de los visitantes–, protocolos de gestión en la
custodia –entrenamiento especializado y desvinculación de la Policía Federal–,
así como las barreras físicas que inhiben fugas y rescates. Las funciones y
responsabilidades estaban compartamentalizadas, para que nadie tuviera
autoridad absoluta en el penal.
Si
había tantos controles de seguridad, ¿por qué se fugó “El Chapo? Esta pregunta
nos lleva a la tercera parte. Desde el comienzo del Gobierno del presidente
Enrique Peña Nieto se desarrollaron cambios de alta relevancia para mostrar una
estrategia diferente a la desplegada por el gobierno de Felipe Calderón. Manuel
Mondragón fue nombrado comisionado Nacional de Seguridad, que absorbería las
funciones de la Secretaría de Seguridad Pública Federal. Mondragón no llegó por
capacidad, sino porque el equipo de transición lo seleccionó por encuesta. “Era
el jefe de Policía mejor evaluado del país”, dijo uno de los responsables de
ese proceso. Popularidad sobre capacidad. Parte de los resultados se incubaron
en esa decisión.
Mondragón
modificó protocolos y procedimientos que no fueron restaurados tras su salida.
Entre los principales se encontró la desaparición de varias de las áreas más
sensibles de inteligencia. Otra de sus primeras decisiones fue desconectar
Plataforma México y pasar todos los controles al órgano penitenciario. Al
hacerlo, limitó, por ejemplo, el monitoreo remoto de las cárceles de máxima
seguridad desde el Distrito Federal, desde donde se observaba toda el área de regaderas.
En el sistema previo a que fuera tocado por el nuevo gobierno, las cámaras
tomaban parte de los baños, por lo que es imposible que no se percataran que se
estaba haciendo un túnel.
La
imagen del dormitorio y de una zona de regaderas siempre es visible en el
sistema de vigilancia y por el oficial que está dentro de las áreas de
dormitorios en un puesto de vigilancia. ¿Qué tanto quedaron ciegas por el
desmantelamiento de Plataforma México? No se sabe, pero es una pregunta que
tiene que responder el comisionado de la Policía Federal, Enrique Galindo, bajo
cuyo cargo está el monitoreo remoto de los penales, cuyo responsable directo es
Ramón Pequeño, jefe de Inteligencia. El órgano desconcentrado de penales
depende del comisionado Rubidoquien, con la fuga de Guzmán, suma dos escapes en
menos de un año. A los tres se les escapó otro punto en la vigilancia de un
interno tan sensible para la seguridad mexicana: no lo cambiaron de celda. Al
no hacerse, garantizaron que el túnel llegaría a su cita con “El Chapo”.
Desde
París, el presidente Peña Nieto dijo que la fuga de “El Chapo” era “una afrenta
al Estado mexicano”. Esto nos lleva a la cuarta parte. Afrenta es la que hizo
el Gobierno contra los mexicanos al fugársele, porque se redujeron los sistemas
técnicos en los penales de máxima seguridad y se modificaron los
procedimientos. Con ello se facilitó la corrupción que le devolvió la libertad
a Guzmán. “Imperdonable” una nueva fuga, fue aquella frase memorable. Pero la
retórica presidencial de este domingo, no está a la altura.
(ZOCALO/
COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 15 DE JULIO 2015)
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