La
historia de la debacle de la procuración de justicia y de los sistemas de
inteligencia del Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto lo provee una línea
de tiempo, la captura y fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán, y la manera como se
comportaron los procuradores a quienes les tocaron los dos momentos.
Desde
el procurador Jesús Murillo Karam, baladroneándose de que Estados Unidos
tendría que esperar de 200 a 300 años para que el jefe del Cártel del Pacífico
les llegara extraditado, a la procuradora Arely Gómez, en cuclillas, observando
catatónica la boca del túnel por donde poco más de 500 días después de ingresar
al penal de máxima seguridad de El Altiplano, se les escapó. “El Chapo”, es la
metáfora del desastre gubernamental.
Abundan
los señalamientos de que la fuga del criminal que había sido el más buscado en
el mundo después de Osama bin–Laden se debió a la debilidad institucional. No
hay que confundirse, ni desviar por el momento el foco del problema.
No
fue la debilidad de las instituciones por donde hay que entrar a revisar qué
pasó, sino la forma como un nuevo gobierno con funcionarios bravucones,
inexpertos y con formas de pensamiento simples, deconstruyeron lo que se había
hecho –como se planteó este lunes–, y no carecieron de la capacidad y el desconocimiento
para evitar que el escape se concretara.
La
información proporcionada por las autoridades federales se mantiene ambigua,
pero al ser contrastada con lo que ha ido aportando la prensa, afloran las
contradicciones.
De
acuerdo con el recuento que dio el comisionado nacional de Seguridad, Monte
Alejandro Rubido, el sábado, la última vez que se vio a “El Chapo” en los
monitores de vigilancia interna, fue cuando le dieron sus medicinas a las 20:52
horas.
Sin
embargo, testimonios recogidos por la reportera María Idalia Gómez, del portal
Eje Central, entre policías estatales, fueron congregados a las 20 horas en las
puertas del penal, porque, les habían dicho, tenían reportes de un intento de
fuga.
Hacia
las 21 horas, de acuerdo con Gómez, fueron desplegados a varios puntos
aledaños, incluida la casa donde, ahora se sabe, estaba la entrada al túnel por
donde se fugó Guzmán.
La
prensa entrevistó a pobladores en la zona que dijeron que hacia las 21 horas
también escucharon el ruido de helicópteros. A las 23 horas, se había
desplegado a soldados y policías federales en esa casa.
La
pregunta no respondida es en qué momento se inició la operación de búsqueda de
Guzmán.
Lo
que se observa hasta este momento es que las autoridades carcelarias y las federales
no supieron qué hacer. Poco después de pasada la medianoche del sábado, inicio
del domingo, los gobernadores de la Zona Metropolitana recibieron llamadas de
la Secretaría de Gobernación para informarles lo que había sucedido y que
tomaran precauciones ante un eventual brote de violencia.
Es
decir, tres horas después de que notaron la ausencia de “El Chapo”, comenzaron
a sellar las rutas de escape. Para ese entonces, Guzmán bien podría estar
incluso fuera del país.
Entre
las dudas es si tenían una alerta de posible rescate desde las 20 horas, ¿qué
hicieron las autoridades federales? Con la información pública, se puede decir
que nada. Ni a las 20:52 horas. Ni por lo que se aprecia con la llamada a los
gobernadores, tres horas después. Paralizados. Inútiles.
Tanto
caos llevó a colocar a los custodios en el dormitorio de “El Chapo” en el mismo
vehículo que los transportaría a la SEIDO durante casi cuatro horas, en lugar
de confinarlos individualmente. Otro error de procedimiento.
Pero
si la noche del sábado fue la implosión de los sistemas de seguridad pública,
los más de 500 días fueron el hundimiento del aparato de inteligencia civil.
Documentos
del gobierno de Estados Unidos obtenidos por la agencia de noticias Associated
Press este lunes revelan que la DEA tuvo información de inteligencia sobre al
menos dos intentos previos de fuga de “El Chapo” Guzmán a escapar de una
prisión de máxima seguridad en México desde marzo del año pasado, un mes
después de que fue capturado. ¿Qué hizo el Cisen con esa información? Nada.
Tampoco
hizo el trabajo de contrainteligencia que nunca debió haber dejado de hacer en
el perímetro externo de las prisiones de máxima seguridad, y menos en “El
Altiplano”, donde hay tanto criminal de alta peligrosidad concentrado.
La
reportera Gómez confirmó que la casa donde se inició el túnel, fue comprada en
mayo del año pasado. El Cisen no tiene porqué estar enterado de todas las
operaciones inmobiliarias, salvo en las zonas sensibles. En los alrededores de
las prisiones de máxima seguridad siempre se establece el censo de las
viviendas y se tiene perfectamente investigados a sus habitantes.
De
noche le pasó al Cisen ese protocolo, y tampoco se enteraron de que en un
terreno baldío cercano al penal, se levantó en sólo tres meses una casa cuya
arquitectura debió haberles llamado la atención al tener una especie de bodega
integrada a la vivienda.
Los
yerros en el sistema de inteligencia civil, son tan grandes como la negligencia
en la Comisión Nacional de Seguridad. Su negligencia e incompetencia dejó en
total debilidad y vulnerabilidad al gobierno federal. El mensaje lo envió este
mismo domingo Washington: en la SEIDO llegaron agentes de la DEA y el FBI para
conocer de primera mano lo que estaban haciendo. Si no le tenía confianza al
gobierno de Peña Nieto, la fuga de “El Chapo” se los confirmó. Con este equipo,
ni el país, ni el Presidente, ni su gobierno, ni los mexicanos, vamos a ninguna
parte.
(ZOCALO/
COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 15 DE JULIO 2015)
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