En
el Distrito Federal, la entidad con la más alta tasa de incidencia delictiva,
la inseguridad sigue siendo la principal preocupación de sus habitantes, tal
como lo señalan datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de
Seguridad Pública y la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre la
Seguridad Pública.
Pero
en el corazón económico y político de la capital del país, la Delegación
Cuauhtémoc, en el área que comprende el polígono Roma-Condesa, la delincuencia
va convirtiéndose en una preocupación creciente para sus habitantes. Las
recientes denuncias sobre supuestos cobros de “derecho de piso” en negocios de
la zona puso de nuevo la atención en ese fragmento de la ciudad. Pero no es ese
el único problema delincuencial, de acuerdo con vecinos.
Y
así los casos de asaltos, robos de vehículos o autopartes o robos a casas
comienzan a asomarse. Si bien no se trata de la zona más violenta o peligrosa
de la ciudad, ni su caso es punto de comparación para el resto de la ciudad, lo
cierto es que se enmarca en una realidad de inseguridad persistente, atizada
por la corrupción y la incapacidad de las corporaciones policiales, y que tan
sólo en los primeros cinco meses acumuló más de 14 mil delitos.
Operativo
realizado por la policía de la capital del país, luego de que medios de
comunicación denunciaran casos de extorsión a negocios instalados en la colonia
Condesa. Foto: Cuartoscuro
Ciudad
de México, 15 de julio (SinEmbargo).— En menos de un minuto, un automovilista a
bordo de un vehículo blanco es asaltado en la calle Zamora, en la colonia
Condesa. Una cámara de seguridad de un edificio cercano capta la escena: el
automóvil se detiene en doble fila y segundos después un vehículo color gris se
estaciona detrás suyo, como para cubrir a un sujeto que se acerca a pie.
El
sujeto, playera a rayas, camina hasta la ventanilla del conductor. El auto gris
arranca y se va. El robo transcurre en un par de segundos. En perfecta
sincronía, el asaltante comienza a caminar hacia la calle, ya con el botín,
cuando una motoneta aparece.
El
sujeto con playera a rayas se monta detrás del conductor de la motoneta. La
motoneta se va. Todo ocurre en menos de un minuto y a plena luz del día.
El
conductor del auto blanco acaba de ser despojado de dinero en efectivo, que
había retirado de un cajero en Ciudad Satélite, Estado de México. Posiblemente
los asaltantes lo seguían desde ahí.
Cerca
de donde ocurrió ese asalto, un vendedor de una tienda de bicicletas cuenta que
atestiguó cómo a un motociclista que circulaba por la avenida Juan Escutia, un
grupo de asaltantes le quitaron su vehículo, como a las 8 de la noche.
Por
la zona, refieren vecinos, un negocio fue recientemente robado.
No
muy lejos de ahí, en la vecina colonia Hipódromo Condesa, J. fue asaltado dos
veces el mismo día el 22 de enero pasado.
El
primer asalto ocurrió después de que salió de una sucursal bancaria a la que
había ido a cambiar un cheque. Eran las 11 de la mañana, y a cuadra y media del
banco, en la avenida Ámsterdam, dos sujetos armados se acercaron y le pidieron
el dinero, entre 8 mil 500 y 9 mil pesos. Él supone que lo habían vigilado
desde el banco porque sabían dónde había guardado el dinero y ni siquiera se
molestaron en pedirle la cartera. También le robaron el teléfono celular y su
anillo de casado.
Tras
el robo, J. continuó su camino por la avenida Ámsterdam rumbo a la calle de
Michoacán. Había dado apenas unos veinte pasos cuando decidió voltear para
intentar ver por dónde se habían ido los delincuentes y tratar de localizar a
algún policía, cuando otros dos sujetos, también armados con pistola, lo
increparon para asaltarlo.
Él
les explicó que recién lo habían asaltado. Los sujetos lo revisaron, le
encontraron la cartera que los otros delincuentes no le habían quitado. No se
la llevaron, pero como uno de ellos la tocó, dejó sus huellas. De poco le
serviría esa prueba a J. más tarde, cuando presentó una denuncia en el
Ministerio Público.
A
Adriana Bernal, el pasado 5 de mayo le robaron los espejos de su camioneta
afuera de su casa, ubicada en la calle Francisco Márquez, a plena luz del día.
Habitante
de la Condesa durante 34 de los 39 años que tiene, refiere otros casos de
cercanos de delitos, como que a su vecina le quitaron los tapones de su
automóvil o que a su madre la asaltaron en el cajero automático de la sucursal
de Bancomer que está en avenida Ámsterdam y Campeche.
¿Cómo
es que una de las zonas más importantes económicamente y de atractivo turístico
de la delegación Cuauhtémoc -en el corazón de la ciudad- se convirtió en un
espacio donde cada vez es más común conocer de asaltos, robos de vehículos o a
casas, extorsiones a negocios y hasta la presunta operación de bandas del
crimen organizado en la venta de drogas?
Si
tuviera que situarse un momento en que ese cambio se empezó a dar, Bernal lo
ubica hace una década, cuando el polígono que forman las colonias Condesa,
Hipódromo e Hipódromo-Condesa empezó a ponerse de moda y llenarse de negocios,
sobre todo restaurantes y bares. Actualmente, esa zona de referencia abarca
también a las colonias Roma Norte y Roma Sur, en lo que conforman el polígono
Roma-Condesa.
Uno
de los primeros delitos que comenzaron a ocurrir, recuerda la vecina de esa
zona, fue el robo a automovilistas. Los ladrones aprovechaban el tiempo que los
automovilistas tenían que esperar para estacionarse para atracarlos.
Había
una banda de asaltantes a la que llamaban “Los Yuppies”, porque sus integrantes
se vestían formales y se arreglaban, de modo que nadie sospechara de ellos por
su aspecto distinto al de la gente que suele concurrir la zona, de clase media
alta.
La
anécdota es ilustrativa, porque de alguna manera refleja lo que los propios
vecinos consideran una razón de por qué la delincuencia permeó el polígono
Roma-Condesa: al convertirse en una zona de atractivo turístico, comercial y de
vivienda para gente de clase media alta, eventualmente también se hizo
atractiva para los delincuentes que vieron en ese tipo de gente un buen botín.
“Un
ratero sabe que si tienes 30 mil pesos para pagar la renta de una casa […]
tienes lana”, razona Bernal. “En la Condesa tú puedes saber el poder
adquisitivo [de las personas] por el perro que traen”, desliza la vecina en
otro momento de la entrevista.
De
alguna manera, todo se ha vuelto atractivo para robar en esa zona, pues así
como ocurren asaltos a transeúntes, robos de casas o de vehículos, son comunes
los robos de bicicletas o de animales de compañía.
El
Distrito Federal ocupa ya los primeros lugares en delitos de alto impacto.
Foto: Luis Barrón, Sinembargo
ALTA INCIDENCIA DELICTIVA
Tal
explicación puede ser cierta, pero es subjetiva, apunta Alejandro Espriú
Guerra, especialista en seguridad del Instituto para la Seguridad y la
Democracia (Insyde). En su valoración hay también un aspecto objetivo que tiene
que sopesarse.
Esa
parte objetiva es la de las cifras. De acuerdo con el informe Incidencia de los
delitos de alto impacto en México 2014, del Observatorio Nacional Ciudadano, el
Distrito Federal se ubica entre las entidades con mayores tasas de incidencia
para los delitos de extorsión, robo con violencia y robo de vehículo.
Asimismo,
datos de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) dan
cuenta de que Cuauhtémoc es la delegación con la mayor tasa delictiva de
delitos de alto impacto en el Distrito Federal, con una tasa de 113.6.
Para
mayor precisión, en el desglose por Coordinaciones Territoriales de dicha
delegación (a la que pertenece el polígono Roma-Condesa) se aprecia que la
Coordinación Territorial 7, con sede en la colonia Roma y la más próxima a la
zona, se muestra que en 2014 se registraron 658 delitos de alto impacto, siendo
la segunda Coordinación Territorial con más delitos registrados, después de la
número 8, con sede en la colonia Obrera. En delitos de bajo impacto, también
obtuvo el segundo lugar, con 3 mil 654 casos.
En
los primeros cuatro meses de este año, los delitos de alto impacto en esa
Coordinación Territorial sumaron 148, conservando el segundo lugar en
incidencia en ese tipo de delitos, y 821 en delitos de bajo impacto, quedando
en tercer lugar.
Lo
cierto es que lo que ocurre en esa parte de la ciudad no es ajeno a lo que pasa
en el resto de la capital, que para el mes de mayo registraba 14 mil 250
delitos cometidos, siendo así la entidad con la segunda mayor incidencia
delictiva del país, sólo por debajo del Estado de México.
Por
ello es que Pablo Manzo, especialista en seguridad pública y profesor de la
Universidad Iberoamericana, sitúa lo que ocurre en el polígono Roma-Condesa
como parte de una situación generalizada de inseguridad en la ciudad, resultado
de una descomposición social e incapacidad de los cuerpos policiales.
“En
el fondo lo que hay es una corrupción general y obviamente una incapacidad de
los órganos de seguridad que tienen a su cargo la garantía de la seguridad”,
sentencia.
¿Qué
tanto peso tiene el que se trate de esa zona en particular?, se le inquiere al
académico. Él responde que ninguna y, más bien, denota una obviedad que bien
puede explicarse con aquella conocida frase “Según el sapo, es la pedrada”.
Espriú
Guerra apoya esa lógica y añade que si el fenómeno delincuencial se ha hecho
más notorio en esa parte de la ciudad es por la incidencia de los actores
afectados. En el caso reciente de las denuncias de dueños sobre supuestas
extorsiones, ejemplifica, los afectados pertenecían al sector empresarial. Ahí
también cabría, pues, la alegoría del
sapo y la pedrada.
Vecinos
de la colonia Roma también han denunciado desde noviembre pasado el aumento de
robos a personas, viviendas y comercios. Foto: Luis Barrón, Sinembargo
LA ILEGALIDAD COMO NORMA
Desde
que en 2012 comenzó la polémica respecto a la puesta en marcha de parquímetros
en las cinco colonias que comprenden el polígono Roma-Condesa, Mayela
Delgadillo se convirtió en una especie de activista en su vecindario, la
colonia Roma Sur. De la defensa del espacio público pasó a involucrarse también
en otro de los grandes fenómenos que está experimentando esa parte de la
ciudad: el desarrollo urbano desordenado y sin control.
Por
eso es que cuando Delgadillo, quien actualmente forma parte del Comité
Ciudadano Roma Norte III, habla sobre cómo la delincuencia logró instalarse en
la Roma-Condesa, inevitablemente lo asocia con esa otra problemática, que se
manifiesta lo mismo con la constricción de oficinas o departamentos de forma
irregular, la operación de bares y restaurantes sin permisos o en zonas
prohibidas, la persistencia de los llamados franeleros, o el crecimiento del
comercio ambulante. El trasfondo, pues, es la permisividad de lo ilegal.
Una
estampa apropiada de ese argumento bien podría encontrarse en la avenida
Insurgentes, a la altura de las calles San Luis Potosí y Sonora. En ese
fragmento de ciudad, que es también una porción del polígono Roma-Condesa, es
posible contabilizar ya desde antes de las 10 de la mañana unos 16 puestos
ambulantes, la mayoría de ellos de comida, sobre las banquetas aledañas al cruce
de Insurgente y San Luis Potosí. Unos nueve de esos negocios informales
permanecen abiertos a toda hora, y aunque varios de ellos se han mantenido ahí
desde hace muchos años, otros se han ido sumando recientemente.
Una
vendedora de tortas y otra de dulces y cigarros dicen que para estar ahí tienen
que contar con un permiso que expide la propia delegación Cuauhtémoc. Ambas dicen no saber nada más sobre cómo se
tramitan, cuánto cuestan o qué tipo de permisos son.
Basta
voltear la mirada hacia el emblemático letrero del bar Sixtie’s, en la esquina
de Insurgentes, para ver un anuncio espectacular con un aviso de suspensión del
Instituto de Verificación Administrativa del Distrito Federal. Unos metros más
adelante, en dirección norte, otro letrero espectacular también está
suspendido. Del lado opuesto de la avenida, sobre el Condominio Insurgentes,
dos espectaculares más se suman al panorama de fondos blancos y enormes letras
con la leyenda “Aviso de suspensión”. Son tan vistosos que uno no puede evitar
preguntarse cuánto tiempo habrán estado operando antes de que las autoridades
se dieran cuenta de que lo hacían de forma irregular.
La
duda es mayor en el caso de la estructura colocada sobre el Condominio
Insurgentes, ese emblemático edificio de los años cincuenta del siglo pasado,
que fue clausurado por el alto riesgo estructural que implicaba.
En
2012, se desalojó a una parte de sus inquilinos, quienes vivían en los pisos
inferiores, pero otros continúan ocupando el edificio, usado en otro tiempo
como oficinas.
En
la planta baja del condominio, hoy es posible ver operando establecimientos que
habían sido clausurados en 2012. Funcionarios de la delegación Cuauhtémoc
dijeron entonces que en la planta baja se vendían drogas y los pasillos
interiores del edificio servían como piqueras en las noches.
La
permisividad que han tenido las autoridades delegacionales para que florezcan
las irregularidades también es parte de la maraña que explica la delincuencia
en la zona, considera Delgadillo.
Quizá
el ejemplo más claro de ello sea lo que pasa con los dueños de bares y
restaurantes. Delgadillo dice que una gran parte de ellos operan de forma
irregular, sin los permisos correspondientes (a veces negados porque el uso de
suelo no permite construir ese tipo de negocios). Su funcionamiento se explica
por pagos de “mordidas” a las autoridades delegacionales para que les permitan
operar así o los verificadores no los clausuren durante sus inspecciones.
Pero
ante un problema como el supuesto cobro de “derecho de piso” que algunos
empresarios de la zona denunciaron, aquellos que operan de forma irregular son
más vulnerables, porque ante el temor de que se detecte su operación irregular,
son los más proclives a guardar silencio, de acuerdo con Delgadillo.
Las
denuncias son muchas y las quejas sobre la inacción de la policía se han
elevado. Foto: Luis Barrón, Sinembargo
UN VISTAZO A LA INSEGURIDAD
Alejandra
Mazcote vive en la colonia Roma Sur. En diciembre del año pasado, robaron la
casa del vecino que vive en el piso de arriba. Apenas en junio, ella corrió con
la misma suerte.
El
robo, cuenta, ocurrió en la mañana y justo en el horario en que ella suele
salir, por lo que sospecha que el ladrón la había estado vigilando.
Llevaba
apenas 10 meses viviendo en la colonia, cuando se quedó sin computadora y cosas
de su departamento. Nunca antes, viviendo en otras partes de la ciudad, le
había pasado algo así, dice. Irónicamente, se mudó a la colonia Roma Sur, por
seguridad.
A
partir de entonces su idea de que estaba en una zona segura cambió por
completo. Y es que no fue sólo el robo del que fue víctima y el que conocía de
su vecino. El día que ocurrió todo, un policía al que reportó el robo le
comentó que era la cuarta vez que pasaba algo así en la zona. Después ella se
percató de que también a los autos estacionados en la calle les robaba los
espejos retrovisores o las llantas.
En
la zona en la que vive, dice, el paso de patrullas es constante. El policía que
le habló de otros casos sólo le recomendó que pusiera una chapa más segura en
su puerta.
Un
vendedor de dulces en la calle de Vicente Suárez, en la Hipódromo Condesa,
afirma que la zona sigue siendo segura, pero momentos después empieza a contar
los robos de los que se ha enterado desde la minúscula esquina en la que
trabaja: a un auto le quitaron los cuatro neumáticos, a una vecina de un
edificio a sus espaldas le allanaron la casa, a una chica la asaltaron unos
metros más adelante de donde él se encuentra…
A
Jorge Vázquez, de 38 años y vecino de Tacubaya, hace 3 años lo asaltaron en la
Condesa. Estaba en casa de unos amigos en Mazatlán y Veracruz y como a las 2 de
la madrugada salió acompañado de una amiga. Ambos caminaban sobre Mazatlán, él
llevaba su bicicleta, y atravesando la calle Juan Escutia, un sujeto les salió
al paso de entre los arbustos, pistola en la mano. Cortó cartucho, pero mantuvo
la pistola apuntando al suelo, recuerda Jorge.
A groserías,
les exigió que le dieran sus cosas. Su amiga traía su computadora portátil. Él
traía libros y 50 pesos en la cartera. Todo lo perdieron, menos la bicicleta.
El
asaltante les dijo que caminaran sin voltear atrás, por lo que Jorge y su amiga
sólo alcanzaron a escuchar que el sujeto se metió de nuevo entre los arbustos y
luego un automóvil lo recogió.
A
unas tres cuadras de donde los habían asaltado, apareció una patrulla, cuenta
Jorge. El policía apuntó sus datos y teléfonos y les dijo que si sabía algo les
avisarían. Y ya nada pasó.
Desde
entonces, Jorge dejó de usar la bicicleta para ir a la Condesa, pues sintió que
la zona no era tan segura. Ahora pide siempre taxi.
Bernal,
la vecina con más de 30 años viviendo en la Condesa, dice que la avenida
Mazatlán se ha vuelto una zona de frecuentes asaltos, sobre todo de noche.
Además,
asegura que en el tema de las extorsiones, los dueños de los bares y
restaurantes no serían los únicos afectados, sino también los pequeños
comercios. Se trata de un secreto a voces, afirma.
Por
eso es que para ella, el operativo de seguridad recientemente implementado en
la zona no es sino “llamarada de petate”.
“Nos
jodieron a los vecinos todo el fin de semana entre policías, pero no hay un
solo antro clausurado. Suena hasta ilógico”, expresa.
El
corredor Condesa- Roma concentra la mayor parte de la actividad restaurantera
en la Ciudad de México. Foto: Luis Barrón, Sinembargo
LA (IN)UTILIDAD DE LA DENUNCIA
Tras
hacerse públicas denuncias sobre supuestas extorsiones a negocios de la zona,
el Procurador capitalino, Rodolfo Ríos Garza, zanjó el escándalo diciendo que
no existían denuncias al respecto, equiparando las denuncias con la comisión de
los delitos.
El
funcionario pasó por alto que de acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional
de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe), para 2013 en el
Distrito Federal se denunció el 10.1 por ciento de los delitos. Eso significa
que prácticamente nueve de cada 10 delitos cometidos en la ciudad no se
denunció.
La
misma encuesta refiere que el 69.2 por ciento de la población capitalina
considera la inseguridad como el problema más importante que aqueja a la
entidad, por encima del desempleo, la corrupción o la pobreza. Pero, en
contraste, los Ministerios Públicos y procuraduría local fueron de las
autoridades con menos nivel de confianza entre la población. En la policía sólo
confiaba la tercera parte de los capitalinos y en el personal de procuración de
justicia apenas el 23.3 por ciento.
Las
experiencias de los entrevistados ayudan a dar una idea del porqué de estas
cifras.
Una
compañera de departamento de Alejandra es abogada y ella se encargó de
presentar la denuncia por el robo a su vivienda. Hasta ahora no han sido
siquiera llamadas a declarar.
Jorge
y su amiga optaron por no denunciar el robo. Él lo decidió así porque, por un
lado, no había resultado tan afectado, pero también porque prefirió evitarse el
engorroso procedimiento.
“Un
poco fue por lo que ya sabemos: si vas a denunciar te van a tener cinco horas
esperando al Ministerio Público, y nos quisimos ahorrar esa parte que se vuelve
tan complicada a la hora de levantar una denuncia”, dice.
Quien
sí denunció el asalto de sufrió fue J., pero de poco le sirvió. Cuenta que en
algún momento le hablaron para que reconociera a dos de los cuatro asaltantes;
él los identificó, pero nunca más lo volvieron a buscar para ratificar la
identificación de los sujetos ya en prisión.
Sobre
la identidad de los otros dos delincuentes, en sus declaraciones ministeriales
él señaló que uno se encontraba en el banco al que había acudido a cobrar el
cheque, y sugirió revisar las cámaras de seguridad de la sucursal bancaria, así
como del sistema de videovigilancia que opera en la ciudad. No le hicieron
caso, como tampoco escucharon su sugerencia de buscar huellas dactilares del
asaltante en la cartera que uno de ellos tocó pero no se llevó.
Desde
el día del doble asalto, J. guardó la cartera, con la esperanza de que en algún
momento se la requirieran para buscar en ella huellas dactilares e intentar dar
con el delincuente.
(SIN
EMBARGO.MX/ MAYELA SÁNCHEZ JULIO 15, 2015 - 00:00H)
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