A
las nueve de la noche del sábado 11, los presos del módulo de Tratamientos
Especiales del penal de máxima seguridad del Altiplano fueron despertados
violentamente por los guardias, que los sacaron de sus celdas, los desnudaron y
les echaron encima a los perros. Los animales les olisquearon cada centímetro
mientras los custodios registraban las celdas. Era una práctica común en
cualquier día, en cualquier momento y sin aviso. Pero en la madrugada se enteraron
de la fuga del preso 3578, ubicado en la celda 20: Joaquín Guzmán Loera, “El
Chapo”.
El
Gobierno Federal le informó a una comisión del Congreso que la alerta de fuga
se dio en 15 minutos; sin embargo abogados y familiares de internos,
entrevistados por Proceso, señalan que demoró varios minutos más. Reos de los
módulos 4 y 5 comentan que a las 9:30 de la noche aún podían hacer las llamadas
telefónicas reglamentarias. Aproximadamente una hora después corrió el rumor de
que “El Chapo” había muerto. Se escuchaba mucho movimiento. A la media noche
los internos escucharon que el primer helicóptero sobrevolaba la zona.
Uno
de los presos más sorprendidos del módulo de Tratamientos Especiales fue Miguel
Ángel Treviño Morales, El Z-40, quien había regresado a ese penal tres meses
antes, como resultado de una batalla de amparos, pues fue trasladado a la
prisión federal de Puente Grande cuando “El Chapo” llegó al Altiplano.
La
corrupción ya predominaba en ese penal y crecía. Por eso Treviño Morales peleó
por volver. Existen datos sobre el deterioro en la seguridad del penal desde
2010, pero a raíz de la llegada del Z-40 en 2013 y del Chapo en 2014, la
corrupción escaló a niveles de escándalo.
Todo
esto ante la impasibilidad de los operadores del Centro de Investigación y
Seguridad Nacional (CISEN) en el presidio, de los efectivos de la Policía
Federal (PF), cuya División de Inteligencia es la responsable de manejar las
cámaras y los micrófonos, así como de pasar lista a los reos.
Igual
actitud mostró el personal del Órgano Desconcentrado de Prevención y
Readaptación Social (ODPRS), responsable de los penales federales, y de la
Dirección General de Políticas y Desarrollo Penitenciario, ambos de la Comisión
Nacional de Seguridad (CNS).
Todas
estas instancias dependen de la Secretaría de Gobernación, encabezada por
Miguel Ángel Osorio Chong, y el subsecretario de Gobierno, Luis Enrique
Miranda.
En
una investigación que inició antes de la fuga del “Chapo”, este semanario
confirmó con testimonios de empleados, abogados y familiares de internos, que
el consumo de droga y la corrupción en el penal del Altiplano era tal, que pese
a los supuestos dispositivos para inhibir las señales telefónicas, en los
módulos funcionaban aparatos celulares.
Por
150 mil pesos se podía comprar un celular “encajuelado”, es decir, introducido
por un preso en su recto, envuelto en una bolsa de plástico. Quienes no
alcanzaban ese privilegio tenían que pagar 25 mil pesos por una llamada y 10
mil por un mensaje de texto; el caso era que los capos pueden seguir manejando
sus negocios delictivos desde la prisión.
El
narcotraficante Gerardo Álvarez, El Indio, presume de tener en su nómina a la
mitad del penal, principalmente directivos y custodios.
Y
durante los siete meses que estuvo preso ahí El Z-40 era el amo. Así como
pagaba a los abogados de los zetas presos, también hacía que sus defensores y
operadores depositaran dinero para otros internos. Muchos de ellos, olvidados
por sus familias, podían así comprar jabón, galletas, agua embotellada, papel
de baño y otros productos. Los convirtió en sus incondicionales.
Ejercía
el mando con dinero y una fuerte campaña de intimidación, que incluyó el
asesinato del testigo protegido de la PGR con la clave Karen en las plazas
Outlet Lerma, en las inmediaciones de Toluca. El propio Treviño Morales divulgó
en la prisión que dio esa orden para mostrar su poder y dar un escarmiento
(Proceso 2017).
Sin
embargo, ni El Indio ni El Z-40 lograron escapar de esos muros. Para salir de
ese penal corrupto se requería de otro nivel de complicidad.
En
julio de 2014 y febrero de 2015 Guzmán Loera había vulnerado los esquemas de
seguridad en el penal del Altiplano, como lo hizo en el de Puente Grande antes
de su primera “fuga” (Proceso 1968, 1969 y 2000).
Fuentes
del reclusorio federal afirman que, tras la recaptura de Guzmán Loera, el
presidente Enrique Peña Nieto dio instrucciones para poner ahí otro círculo de
seguridad a cargo del Ejército y con vigilancia permanente del CISEN. De
acuerdo con la información recabada, ninguna de esas instancias hizo su
trabajo. “El Chapo” pudo huir gracias a funcionarios del Gobierno Federal dentro
y fuera del penal, y con el apoyo de Ismael Zambada García, “El Mayo”, quien
nunca dejó de ser su aliado e incluso fue el responsable de enviar al grupo de
abogados encabezado por Óscar Gómez para atender todas sus necesidades. Gómez
también fue abogado de su hijo, Vicente Zambada.
“Todo
se escucha y todo se ve”, comenta sobre el sistema de seguridad del Altiplano
un exfuncionario de alto nivel en el área de penales federales.
LOS RESPONSABLES DE LA “FUGA”
Antes
del segundo escape del “Chapo” algunos funcionarios tenían información sobre
sus actos corruptores y por lo tanto la tarea de darle seguimiento. Sin
embargo, permitieron que su poder en la prisión siguiera aumentando. Uno de
ellos es Ramón Pequeño García, quien era jefe de la División de Inteligencia de
la PF.
Él
era el responsable de las cámaras de seguridad y micrófonos, que se ubican en
el centro de control y en las celdas, incluida por supuesto la de Guzmán Loera.
Un
exfuncionario de alto nivel del sistema penitenciario federal, quien pidió el
anonimato por precaución, explica que todas las cárceles de alta seguridad en
México tienen un esquema de redundancia para “vigilar al que vigila” en caso de
corrupción. La celda de Guzmán Loera no sólo era monitoreada en el centro de
control del Altiplano, sino a través de Plataforma México por el equipo de
Pequeño García.
En
el video difundido por Gobernación es evidente la conducta irregular del
“Chapo” al meterse en el área de regadera en horas prohibidas, vestido y con
zapatos. Si el policía federal en el Altiplano no lo vio –argumenta la fuente–,
en la Plataforma México hay otro equipo monitoreando que debió haberlo
detectado. De lo contrario, dice, hay una clara complicidad.
Asimismo,
los pases de lista le corresponden a la PF. El último es a las nueve de la
noche, y los llamados “delfines” o “corzos” –elementos de la división de
Pequeño García– están en todos los pasillos desde las 8:15.
Pequeño
García es uno de los hombres más cercanos a Genaro García Luna, quien fuera
secretario de Seguridad Pública en el sexenio de Felipe Calderón y fue acusado
con su equipo de recibir pagos del crimen organizado, particularmente del
cártel de Sinaloa y sus aliados.
En
noviembre de 2012 Édgar Valdez Villarreal, “La Barbie”, quien fuera aliado del
cártel de Sinaloa por muchos años y luego de los Beltrán Leyva, denunció que él
personalmente y otras organizaciones criminales pagaron sobornos a Pequeño
García. Pero éste fue despedido apenas el martes 14, tras el escape de Guzmán
Loera.
Sólo
su equipo tenía acceso al Centro de Control del penal, y pese a que hay
sistemas de videovigilancia y grabación de audio, ninguno dio pie a medidas
preventivas, aun cuando había señales de que el capo había corrompido a todo el
penal. Menos aún fueron eficaces el día en que el famoso recluso se fue de la
cárcel.
En
el Altiplano la PF graba las conversaciones de los internos con sus familiares
y con los abogados. Esta reportera tiene transcripciones de las pláticas de
Alfredo Beltrán Leyva con uno de sus abogados, en los que se queja de la poca
actividad de su otro defensor, Américo Delgado, quien fue ejecutado en Toluca
en 2009.
Monte
Alejandro Rubido, comisionado nacional de Seguridad, fue subsecretario de la
SSP cuando García Luna era el titular. Pequeño García entregaba un reporte
diario sobre las tareas de inteligencia realizadas en los penales federales de
alta seguridad. Si por esa vía le dio informes reales a Rubido, éste debió
actuar de inmediato para evitar que “El Chapo” controlara la prisión.
(DIARIO
DEL YAQUI/ Agencias/ 19 DE JULIO 2015)
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