JOSÉ GERARDO MEJÍA
Con gritos e insultos, la madrugada del martes 10 de agosto de 2011,
un grupo de uniformados se plantó frente a las celdas de 11 internas del
penal de Santa Martha Acatitla y comenzó a llamarlas a gritos por su
nombre con la orden de salir de su cama inmediatamente.
Se presentaron semidesnudas, así fueron esposadas de pies y manos,
las pusieron en fila anudadas de ambas extremidades con otra larga
cadena.
En avión las llevaron al penal de Baja California. Viajaron sentadas
escuchando una letanía de amenazas luego de la petición del Gobierno del
Distrito Federal para ser reubicadas.
Sara María Aldrete, la llamada Narcosatánica; Belem Beatriz
Cardini, que participó en el secuestro y muerte de un exsubprocurador de
la PGR además de Diana Merlos Espiricueta, con condenas por plagio que
suman 94 años de encierro, 10 más que juntas suman un milenio de años
en condenas, dejaron Santa Martha. La mayoría no tendrá la vida
suficiente para cumplirlas.
A ese grupo se unieron Fernanda Flores López, sentenciada por fraude
genérico, delito electoral y falsificación de documento público,
(tarjetas bancarias) y Carmen Villamizán, una rea colombiana, ambas
estaban encerradas en el penal de Tepepan. Trece reas en total.
A unos días de quedar en libertad, Fernanda recuerda su traslado:
llevaba solamente una playera y sandalias, así, sin ropa interior, nadie
nos explicó nada, algunas como Sara y otras más, sabían que iban a ser
trasladadas, por lo que se ampararon, pero nadie les hizo caso.
“Otras gritamos por la necesidad de medicamento, porque estábamos en
tratamiento, en mi caso, había estado un psiquiátrico, pero sólo me
respondió el silencio”, cuenta este mujer de 47 años de edad, de los
cuales, estuvo los últimos siete estuvo en tres penales purgando su
condena.
Escala en el aeropuerto de Hermosillo, Sonora. Fernanda tenía los
pies tan hinchados que no podían quitarle los grilletes, hacía un frío
extremo y muchas de ellas solamente llevaban chanclas, el cual caló duro
hasta que las subieron a una camioneta.
Horas después, fueron encerradas en la celda de castigo del penal de Mexicali, conocida como La Bartola,
“un calabozo”, que por sus condiciones y nivel de castigo, ha sido
objeto de recomendaciones por parte de la Comisión Nacional de Derechos
Humanos (CNDH) al menos en los últimos 20 años.
“Aún se pueden ver dibujos de esqueletos y calaveras que quedaron
luego de que le prendieron fuego a ese lugar, tiene un baño, las camas
eran puros fierros oxidados, no nos dieron cobija, y cuando las
repartieron olían a mugre y orines. Teníamos que cubrirnos con nuestros
cuerpos”, comentó Fernanda.
Durante más de dos meses y medio, fueron alimentadas con comida “que
ni los perros se tragan” y si alguna de las 13 internas usaba el baño
para defecar, tenía que bañarse ante la ausencia de cualquier tipo de
papel.
En ese lapso, lavaron una y otra vez sus calcetas porque tampoco
había toallas sanitarias, por lo que las prendas fueron utilizadas en
varias ocasiones. Las llamadas telefónicas estaban prohibidas, el
refugio, fue la oración sin saber si era de día o de noche.
“Calculábamos las horas porque a lo lejos se escuchaba un tren, así
estuvimos muchos días. Cuando nos dejaron salir al patio, el resto de
las internas tenían la orden de voltearse porque éramos las indeseables.
Gritaban que éramos la basura de la Capital del país. Tras gestiones de
uno de los abogados, logramos una hora por semana en el patio”, dijo.
A las enviadas del penal del Distrito Federal un día se les informó
que iban a estar allí hasta que terminara la construcción de otro penal,
no se explicó cuál ni cuándo. De ahí, a Islas Marías.
Cuando llegaron a Puerto Balleto, localidad del municipio de San Blas
en el estado de Nayarit, fueron llevadas al penal que pasó de colonia a
complejo penitenciario en el que tener relaciones sexuales, puede
costar una comida, un paseo (el traslado al juzgado) o ver televisión.
Los presos de ambos sexos, trabajan sin derecho a paga seis horas al
día en el hospital y áreas dedicadas a la crianza y reproducción de
conejos, peces, gallinas y hortalizas, principalmente.
Algunas reas han tenido problemas pulmonares por respirar el olor del
excremento, como Catalina Martínez Padrón, diabética, hipertensa,
acusada de ser la líder de Los Santeros condenada a 50 años de prisión.
Antes de ser detenida, Fernanda se desempeñaba como bróker financiero
en una oficina ubicada en avenida Fray Servando Teresa de Mier
“apoyando a personas y empresas, he tratado de olvidar la traición de
una persona que me responsabilizó de todo”.
“He vivido cosas fuertas, traté de olvidar, sufrí abandono, viví esto
casi en el anonimato y ahora que salí no me puedo acoplar a lo que
vivo, no puedo encontrar, aquí no estoy bien, estoy mal emocionalmente”,
comenta al salir de su nuevo trabajo en una tienda.
Allá, en Islas Marías, el dinero no sirve, dice Fernanda, porque casi
no hay nada qué comprar, situación por la que las internas dicen que no
es prostitución. En total, hay cinco complejos, considerados por la
CNDH, como los peores del país.
Las internas que meses atrás circulaban de manera restringida, ahora
están aisladas y divididas por una malla; son cuatro módulos, como una
especie de edificio horizontal en el que hay cuatro estancias de cada
lado cada una con espacio para 10 literas y en cada estancia 10 internas
hasta sumar 450, no hay espacio para una más, no hay sobrepoblación.
Hay centro de Salud, en el cual Fernanda fue intervenida por una
cirugía del apéndice y cree que hasta se practican abortos de manera
clandestina, a pesar de que oficialmente no “hay contacto de ningún tipo
con hombres”.
“Claro que lo hay, no es prostitución, si quieres lo haces, con
internos o en los juzgados, que está fuera del complejo, es muy
chistoso, acá te mandan llamar, si tienes un arreglo que está hasta
Balleto, en el centro, (a una hora en auto).
La ruta es así: vía abogados o autoridades ordenan traer a alguna rea, de El Rehilete (único
complejo en el que hay mujeres y calificado por la CNDH como el peor
del país), la cual entrará a una oficina en la que la custodia, que allá
se llaman oficiales, no tiene acceso y no hay límite de tiempo.
“Te quedas unas horas, estás siendo feliz tratando de pasártela a
gusto, ya sea con un funcionario, un interno o muchas personas, la cosa
es que tú seas bonita o le agrades a la gente. No es prostitución, cómo
te puedo decir, no pagas como aquí, tan sólo con que te den algo de
comer, con eso somos felices, porque no hay dónde gastártelo, no hay qué
compres, con que te den comer, te saquen del encierro o con que te
dejen ver la tele ya es suficiente”, asegura.
En Islas Marías a la celda de castigo se le llama La Borracha,
la cual es ocupada hasta por tener sexo entre mujeres, ya que se
castiga el lesbianismo. Está junto a un dormitorio normal, hay comida,
en otra área pueden bañarse, hay siete literas.
Las sanciones pueden ser por enviarse carta entre las reas, por
hablar con reas de otras secciones, no se pueden compartir alimentos, ni
una tortilla, la violación de alguna de estas reglas puede sancionarse
con la prohibición de llamadas.
“Está prohibido que te abraces, que toques a otra interna, si lo haces, el castigo es irte a La Borracha hasta
tres meses y con cuatro reincidencias, dicen que te pasan al C-4, en la
zona en la que están los hombres en la Laguna del Toro en la que estás
completamente sola, dicen, a mí nunca me tocó.
Los comedores están en la calle y están cubiertos por láminas, por lo
que el sol busca traspasar la piel, a las que ocupan las bancas sin
sombra, se levantaban con quemaduras en las piernas y las nalgas, muchas
decidían levantarse y tirar la comida, eso también es castigo, porque
nadie puede ingerir los alimentos de pie. Para evitar eso, se puede
solicitar una constancia médica, pero aseguran que es más fácil que se
fugue un reo de Islas Marías que recibir ese papel.
En las regaderas tienes tres minutos para bañarte, puedes ir reglando
y escurriendo sangre en el camino, es muy feo. Mis compañeras
regresaban muy mal, recuerda. La peor zona, es El Rincón, allá estuvo Diana, proveniente de Tijuana, Baja California que pedía ayuda para ser trasladada, pero nadie la escuchó.
Un día, Diana tomó una toalla, se dirigió a los baños, que están por
fuera de la construcción y pasó por entre las vigas de metal la tela
para después colgarse; su rostro tomó un tono azulado y mientras se
asfixiaba, su orina comenzó a gotear hasta el piso. Un oficial alcanzó a
bajarla para darle respiración boca a boca y evitar así, su muerte.
El Rincón es habitado por las internas consideradas de mayor peligro.
Construcciones redondas, con forma de hongo que se parten en cuatro y
escaleras en el centro de inmueble. Alrededor están las oficiales
cuidando el pasillo que lleva a las celdas a través de un único.
De un lado está el comedor y enfrente el área de ingreso, donde las
reas deben desnudarse para ser revisadas antes de convertirse en
inquilinas. El frente “parece zoológico”, está lleno de celdas arriba y
abajo, de la una a la ocho están los baños, para comer, las reas salen
de sus celdas por secciones.
El dormitorio también está dividido en cuatro: cuadrante 1, 2, 3 y 4,
que son ocupados de acuerdo al perfil, según el grado de agresividad,
que puede provocar que se ocupe por una sola interna, como ocurría con
Fernanda. Aún así, las celdas no están llenas.
Las mujeres visten de beige, comen e inmediatamente de regreso. Hay
cinco minutos para bañarse, con un conteo que comienza desde el momento
en que salen desnudas del dormitorio para regresar escurriendo agua a
fin de no perder tiempo.
“Hay cámaras, siempre están ahí, si defecas, mejor te cubres la cara
porque ahí está la lente viendo tus gestos, cuando un hombre va a entrar
ya sea por alguna reparación o porque entra un funcionario, te avisan y
debes esperar vestida de pie, tampoco puedes estar en ropa interior y
no puedes hacer nada hasta que se retira.
“Solamente te desnudas para dormir y puedes usar pijama. Si tienes
insomnio te castigan”, menciona. Fernanda ha estado en tratamiento
psiquiátrico, el doctor considera que ha sufrido una pérdida muy grande:
la libertad.
Pagué por algo que no hice, asegura, al responsable no le importó el
daño que me hizo a mí y mis hijas, ellas son gemelas y me siguen
culpando por vivir en el abandono en una casa de asistencia.
“Me está costando trabajo ser aceptada por ellas, (ahora tienen 20
años) vivo buscando una paz que no sé dónde encontrarla, a veces me
levanto con gran entusiasmo para salir adelante, pero me siento sola,
incluso traté de suicidarme aventándome a las vías del Metro, pero no
logré hacerlo”, comenta.
Es de noche, antes de apagarse las luces los recados se escriben en
papel higiénico, se multiplican para caer de manera discreta a las
destinatarias que cual acto de magia lo desaparecen del piso. La sanción
por escribir una carta alcanza los 75 días en la celda de castigo.
Meses más tarde, esas misivas, escritas en clave, con una jerga local,
unirían a reos e internas en un motín.
(Eje Central / Redacción |
12/07/2014 ,12:00 am)
Uno no sabe lo que las orilla a cometer los delitos, pero y a nuestras autoridades que cometen maaaas delitos en contra de todos nosotros, quién los juzga? Son pocos los funcionarios que llegan a tocar carcel y si lo hacen disfrutan de todo beneficio. Eso es un abuso a la humanidad, no sólo te privan de tu libertad, te privan de cualquier derecho, hasta el derecho a vivir dignamente. Qué daría yo por sacar a toda esa bola de culeros y culeras para acabar con ustedes, el gobierno, el mas hijo de puta que puede existir. Afortunadamente uno está afuera, señor Guzmán debió y debe hacer algo ya! Usted no está preso, Dios lo bendiga!
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