domingo, 17 de noviembre de 2013

"LA VERO", UNA HISTORIA DE INDIGENTES... ENTRE MUCHAS

 
Alejandra Gómez
Ciudad Juárez, Chih.- Cada vez que cae al suelo y se retuerce en él, la tranquilidad del lugar se rompe. Y no porque las personas que caminan por el área se alarmen ante la presencia de la mujer que se revuelca de dolor, sino porque sus azotes perturban la paz de quienes descansan entre las jardineras de la Plaza de Armas, frente a la Catedral. Fuente: El Diario de Juárez

Los repentinos ataques de epilepsia que sufre “La Vero”, como la llaman los comerciantes aledaños al lugar, tienen cubierta su rapada cabeza de cicatrices e incluso la han dejado sin un par de dientes.

Mientras anda por las banquetas fingiendo que lee las columnas de una sopa de letras y contoneándose de un lado a otro con una caja de chicles que ofrece de mala gana a los transeúntes, las convulsiones la toman por sorpresa.

“La Vero” nunca recibe atención médica, pues es una de las tantas indigentes que deambulan por los rincones de la zona Centro y que han acogido las inmediaciones de la Catedral como su hogar.

Luis Miguel, un bolero de la plaza, no llama a la mujer de 43 años indigente sino “loquilla”. Dice que ver a “La Vero” azotar en el suelo a causa de un ataque es cosa común, algo así como ver a diario al dorado Tin Tan reposar en la fuente.

Desde hace más de 30 años “La Vero” duerme frente a los locales, en las banquetas o entre las jardineras, su presencia constante en la zona ha terminado por convertirla en parte del paisaje urbano.

Personajes urbanos

“Para la gente que pasa cotidianamente por ahí no es extraño encontrarse estos personajes”, cuenta el sociólogo Felipe Palacios, quien hace diez años detectó a los indigentes que han adoptado el Centro de la ciudad como un refugio.

También en las inmediaciones de la zona, por lo regular en las escaleras de la Catedral, anda Jaime García, de 71 años, quien siempre porta un vaso de unicel con la esperanza de recibir una moneda de la gente.

Al igual que “La Vero”, Jaime cuenta que tiene una familia esperándolo en casa, aunque en realidad ambos siempre están en la plaza.

“Lo que ellos nos dicen no es exactamente aquello que escuchamos. A través del tiempo sus palabras se convierten en una metáfora”, dice Felipe Palacios, pues cree que la gente de la calle con el tiempo arraiga en sus discursos una idea en relación a la familia imposible de contextualizar.

“La Vero” cuenta que tiene cuatro hijos viviendo con su madre en El Paso y un esposo en casa. Jaime sólo habla de una hermana, pero a diferencia de “La Vero” recuerda sus andanzas en el pasado: trabajó en Ferrocarriles de México.

Miguel Lizalde, de 49 años, dice que en sus 30 años como bolero en la Plaza de Armas ha detectado la presencia constante de alrededor de 12 indigentes, entre hombres y mujeres. A quien más recuerda es a Gaby, “La Bailarina” o “La Gorda”, como la llama Luis, una mujer que sólo habla para pedir un peso y que en temporada de calor acostumbra bañarse en la fuente.

“Hay varios ‘loquillos’, como La Vero, La Gaby, la Bety, una que siempre teje y pide dinero, a veces se pone agresiva y le grita a la gente; también está Martín, un señor que se hace en los pantalones y corre como loco por la plaza. Ah, y un gabacho, le dicen El Americano, es alto y güero”, cuenta Luis en su intento por hacer un recuento de los indigentes que merodean la zona.

Miguel dice que el “americano” no es el único extranjero que mendiga por los alrededores de la Catedral, también recuerda a un hondureño que hace días desapareció del lugar.

Para Palacios el fenómeno que gira en torno a los indigentes responde a lo que él llama una precarización de las condiciones de vida, es decir, a la falta de garantías de un nivel de vida digno. “Son víctimas de la embestidura feroz del capitalismo”, explica.

‘A veces los polis se los llevan’

Luis, el bolero, dice que “a veces los polis se llevan a los ‘loquillos’, pero no tardan en volver, son como los gatos”.

Y es que, a finales de año, el departamento de Trabajo Social de la Secretaría de Seguridad Pública se encarga de recoger a los indigentes de la ciudad y dependiendo de sus características los canalizan a albergues u hospitales psiquiátricos.

“Con el tiempo los indigentes dejan de coordinar bien, entonces pasan a los registros de enfermos mentales”, señala Aidé Arellano, jefa del departamento de Trabajo Social en la Secretaría de Seguridad Pública.

Durante noviembre-diciembre de 2012 y enero de 2013 la dependencia registró la presencia de 120 personas sin hogar deambulando en la zona Centro, a los cuales se les llevó a albergues como El Pescador.

En el periodo comprendido entre 2012-2013 fueron detectados 323 enfermos mentales en la misma área. A través de trabajo social se canalizó a algunos de ellos a centros psiquiátricos como Visión en Acción, Hospital Civil Libertad y en el Centro de Rehabilitación y Atención para Enfermos Mentales, A.C. (Craemac).

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos las calles de la zona Centro siguen revestidas de indigentes.

Ante el trabajo del Municipio, el sociólogo Palacios se cuestiona: “¿cómo saben las instituciones que esa gente quiere atención?”, pues para él las personas que arraigan por años en un lugar terminan por oponerse a ser atendidos.

Además, considera que “la visión de “rescatar” de las calles a la gente más necesitada no es más que una pequeña acción, el verdadero problema sigue sin resolver.

(ZOCALO/  Alejandra Gómez / Agencias /17/11/2013 - 08:56 AM)

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