Guadalajara, Jal.- En trailers y de aventón, Luis Jiménez viajó desde Ciudad Juárez hasta acá. Fue un viaje de más de 40 horas, el doble del tiempo de un trayecto en autobús. Entre sus amigos y conocidos le dieron espacio en la cabina de los camiones de carga para viajar ahí. No importó el tiempo y la forma con tal de ver a su hijo. Fuente: El Diario de Juárez
“Partí un sábado y llegué el lunes en la mañana. ¿Cómo le hice? quién sabe, pero llegué”, dice afuera de la Unidad de Quemados del Centro Médico de Occidente en Guadalajara. Hace una semana llegó y desde entonces está atento a la salud de su hijo Mizael Jiménez Montalvo, quien sufrió quemaduras graves durante el incendio de la fábrica de Dulces Blueberry.
“El amor a tu hijo, porque lo miras nacer, lo miras caminar, lo miras ser adolescente y pues, lo miras hacerse hombre y yo digo que no hice mucho”, responde al preguntarle qué lo hizo decidirse ir de Juárez a San Luis y de ahí a Guadalajara, donde escuchó el grito de “ya llegamos”. Dice Luis que al escucharlo sintió más cerca a su hijo. Él también trabaja en una fábrica y aprovechó sus prestaciones para pedir un permiso especial. “Me dieron seis semanas, pero las voy a repartir en tres”.
Su hijo Mizael, de 20 años, fue trasladado a esta unidad de quemados del IMSS, donde también lo acompaña su esposa y, hace días, estaba su gemelo Azael, quien también trabajaba en la fábrica y rescató a su hermano y a otros compañeros. “Azael arriesgó su vida para salvarlo”, alcanza a decir Luis antes de que la emoción lo traicione. Sus dos hijos tenían apenas un mes de laborar en la fábrica de dulces.
Azael y la esposa de Mizael recibieron apoyo por parte del Gobierno de Chihuahua para el traslado y la empresa les continúa pagando hospedaje y alimentación en Guadalajara. Sin embargo, a Luis no le dieron el recurso para viajar. “Le comenté al representante de la empresa y me dijo que sí, pero cuando le hablé para decirle que estaba listo, me dijo: “sabes qué, no se va a poder“. Por eso, el señor Luis Jiménez viajó de aventón y aclara que “no pido nada para mí, sólo pido estar aquí”.
En el Centro Médico de Occidente de Guadalajara ve la evolución de su hijo, quien sufrió quemaduras principalmente en brazos y rostro. “Está bien, más estable. Está muy bien atendido por estupendos doctores. Lamentablemente en Juárez no tenemos esta clase de equipos para atender a quemados”, dice el padre. Añade que hay posibilidades de que el joven siga su recuperación en Chihuahua, pero el diagnóstico aún es reservado.
Padre e hijo se reencontraron la primera vez hablando por un teléfono. Mizael en la cama y su papá detrás de un vidrio para evitar el riesgo de alguna infección, especialmente si la persona con quemaduras está en condiciones graves. Días después ese vidrio se desvaneció y ahora, lo ve de cerca. Antes debe lavarse las manos, ponerse bata, cubrirse el cabello y ponerse tapabocas.
En el área de terapia intensiva, donde está la Unidad de Quemados, los familiares de otros pacientes ubican a las familias que vienen de Juárez. Las de Mizael y Ezequiel, el otro de los trasladados, que son los dos heridos que continúan hospitalizados aquí, no faltan a ninguna visita. Al día, los médicos les permiten tres visitas de una hora. “Aunque quisieras hacer eterna la hora no se puede”, dice Luis.
Ezequiel Salinas, padre de otro de los jóvenes que aún están en Jalisco, también viajó por su cuenta a Guadalajara. La empresa sólo apoyó a la esposa de su hijo y a su nieto, así que no soportó la angustia de estar lejos de su hijo y viajó en avión.
Patricia Ponce, esposa de Ezequiel, recibió también apoyo del Gobierno de Chihuahua para viajar a Guadalajara y la empresa le paga su hospedaje y alimentación. “Nos han ayudado con todo”, dice ella mientras cuenta que es la primera vez que su esposo sufre un accidente en la fábrica, en la que labora desde hace 17 años.
“Está grave pero estable y le está echando ganas” eso le dicen los médicos y ella continúa acompañándolo y hablándole por el teléfono a través del cristal que divide el área. Antes de entrar a visitarlo, recibe una plática del personal del IMSS en la que les piden a los familiares mantenerse tranquilos, sin llorar frente al paciente. Ella lo intenta, “no es fácil pero lo hago”, confiesa esta madre de cuatro hijos. Uno de ellos la acompaña en Guadalajara, los demás están en Juárez.
Los papás de Mizael y Ezequiel, las dos personas que continúan hospitalizadas, no recibieron recurso para viajar pero sí están hospedados en el mismo hotel que paga la empresa. La comida la pagan ellos y la mayoría de las veces comen en los puestos de alrededor del hospital mientras esperan los informes médicos.
“¿Cómo voy a volver? No sé. Igual, cómo pueda?”, dice el padre de Ezequiel, quien no sabe cómo ni cuándo regresará a Juárez. Su principal preocupación es la salud de su hijo, a quien quiere de regreso en Chihuahua.
A su vez, como su papá, desde la cama del hospital Mizael pregunta todo el tiempo por su hija de seis meses que lo espera allá.
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