Las echadas y
las ponedoras
Leopoldo Santos
Ramírez / Dossier Político
A los sesenta días de
la acción de lo que la prensa ha dado en denominar bloqueo, y que en realidad
es una interrupción intermitente del tráfico a la altura de Vícam Switch, las
cosas aparecen ahora más claras.
A estas alturas del
partido queda claro que la dirección del movimiento está en manos de los
agricultores patrones, y que los yaquis que los acompañan conforman un grupo
ligado a esos mismos inversores o patrones, arrendatarios de las tierras
yaquis.
Es decir en cuanto a la composición yaqui se
trata de un grupo identificable dentro de las diversidades de las comunidades
de la etnia.
Otra cuestión que va
quedando clara es que a menos que ocurriera algo extraordinario el proyecto del
acueducto del Novillo no podrá echarse atrás, y si ese fuera el caso, alguien
tendría que responder por los cuatro mil millones de pesos en números redondos
que ha costado el entubamiento.
No es algo que los
hechos recientes estén determinando, más bien es una condición a la que fueron
abonando las actitudes y la estrategia
del Movimiento Ciudadano por el Agua, MCA, hace tres años ya, cuando se anunció
la construcción del acueducto.
Dado que el
movimiento se concibió como una acción de carácter patronal, los impugnadores
nunca se propusieron bloquear las obras de la construcción del acueducto, tal y
como un movimiento popular sí lo hubiera intentado, pese a las dificultades
logísticas. Al contrario, privilegiaron la vía más larga e insegura de los
juzgados, los tribunales y los desplegados.
Al mismo tiempo,
desde las primeras acciones y declaraciones nunca hubo ni siquiera por encimita
un discurso sobre las necesidades de la nación yaqui.
Inclusive se plantearon como finalidad última
echar abajo al acueducto, pero tratando de que alguien de afuera les sacara las
castañas del fuego, ese alguien podría ser la nueva presidencia priísta, pero
su tirada más clara fue siempre involucrar a los yaquis que pudieran aglutinar,
de tal manera de ponerlos por delante.
Por eso también los yaquis aparecen en un
primer plano, cargando toda la responsabilidad de las acciones.
La más reciente
ocasión que el grupo del Valle del Yaqui ejerció el poder en Sonora fue con la
administración de Eduardo Bours que en el sexenio pasado se destacó por la
prepotencia contra los movimientos populares, las organizaciones civiles y sus
propios subordinados, terminando trágicamente su mandato con un saldo por demás
negativo con la tragedia de los niños de la guardería ABC, factor que influyó
para que los votantes sonorenses hastiados se inclinaran por el PAN.
Dejar el poder cuando todo apuntaba a que lo
podrían retener en el 2009 es algo a lo que nunca se resignaron.
Por eso ahora, con
circunstancias adversas juegan cuando menos dos cartas que les permitan rehacer
parte del poder al que son adictos.
Una carta consiste
en sacarle una buena bolsa de dinero a la Sagarpa para rehabilitar el
sistema de riego del Valle que después
de cincuenta años ha agotado sus potencialidades, y la otra carta es la
probable precandidatura de Díaz Brown a la gubernatura, o bien, de cualquier
otro, de tal manera de no salirse de la jugada electoral; es decir,
intercambiar los votos del sur por posiciones en la próxima gubernatura en caso
de ganar el PRI. Esa es la verdadera agenda de los agricultores hegemónicos.
Por eso la presión a
través de la interrupción del tráfico, acción que terminará cuando obtengan
garantías a sus demandas. Pero ninguno de los dos objetivos contempla a los
yaquis.
De obtenerlos, los
recursos federales solo irían de pasadita a los terrenos de los yaquis, y en
cuanto a las elecciones las promesas electorales irán en el mismo sentido de
dotaciones de agua y tierras.
¿Han propuesto los agricultores del Valle
ceder tierras a los yaquis en el actual conflicto?. ¿Han propuesto siquiera
reorganizar la administración de los distritos de riego permitiendo la
incorporación de las representaciones de los yaquis en ellas?. ¿Qué con el
Distrito 18?.
¿Con cuánto están
dispuestos a entrarle a la rehabilitación de los sistemas de riego?. Ninguno de
estos temas, ni la seguridad en los territorios yaquis está en la mesa de las
discusiones, ninguno que un movimiento realmente popular ya se hubiera
preocupado por difundir y discutir.
Pero si eso ocurre
en el Valle, tampoco en el centro se piensa en reivindicar las demandas yaquis.
En la espectacular entrevista con López Dóriga, el gobernador Padrés se
comprometió a dotar de tierras, agua para riego y la infraestructura básica a
las comunidades yaquis, sin embargo, a pesar de no tener obstáculos, nada de
eso se ha concretado, de tal manera que puede decirse que tanto en el sur como
en el centro son más las echadas que las ponedoras.
En el fondo del
inconsciente sonorense hay algo que no hemos podido superar. Hay una admiración
por la raza especial de los indígenas yaquis, por su identidad y su resistencia,
y a la vez hay un rechazo que en ciertas capas puede llegar a manifestarse como
una patología social.
En efecto, en el
fondo los agricultores hegemónicos del Valle sienten la misma repulsión que a
sus antepasados porfiristas les provocaba la presencia de los yaquis a finales
del siglo xix y a principios del siglo xx.
A los yaquis
prefieren verlos como un equipo de beisbol, o como una figura de un danzante
recortada en una lámina de anuncio en la carretera, pero nunca dueños de sus
recursos y su destino, por eso se refieren a ellos despectivamente como
"güilos".
Pensando en esa
ideología supremacista, Aguilar Camín, antes de convertirse en intelectual
orgánico de la derecha, escribió sobre el fuerte rechazo y las guerras de
exterminio que la elite sonorense emprendió sobre estos excepcionales
indígenas.
"A ellos (los
yaquis) los sonorenses les arrebataron el espacio vital, las tierras decisivas.
En ellos cifraron por largos años -antes y después de la guerra civil- la
efigie del "enemigo". En ellos vencieron la resistencia menos soluble
a los líquidos de la "civilización" que querían construir.
En ellos
descubrieron con una precisión instintiva y esencial lo que no eran, lo que no
querían ser, lo que debían exterminar para darse a sí mismos la existencia que
deseaban", (Aguilar Camín, 1997, en La frontera Nómada, Sonora y la
Revolución Mexicana).
Hoy, el denominado
bloqueo, como una acción central en la jugada de los agricultores está sacando
además las entrañas profundas de la situación problemática de los yaquis pero a
la vez de todo el Valle.
En realidad, la
forma atrasada que allí ha adoptado la economía controlada por los
agricultores-inversionistas, está atrasando esa región pese a las posibilidades
que tiene dados sus enormes recursos.
En este contexto
conflictivo, cualquier solución que no contemple la potencialidad de los yaquis
como productores altamente competitivos, está condenada a traer nuevas
convulsiones a la región y por ende, a la entidad entera.
(DOSSIER
POLITICO/ Leopoldo Santos Ramírez / 2013-08-01)
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