La Viña del Señor
Cada tres años los guaymenses
tiemblan nomás de pensar respecto a quienes habrán de acompañar al
gobernante en turno en su quehacer administrativo en los principales
niveles de mando del ayuntamiento porteño.
Ojala nada más fuera el alcalde entrante quien hiciera y deshiciera a
su antojo tal como antaño era la tradición en tiempos del PRI
hegemónico, sino que implica el hecho que cada nuevo trienio los
porteños se juegan en un volado el futuro por la calamidad que
seguramente representarán los hombres que habrán de arribar y conducir
la nave municipal.
Si bien es cierto la mayoría de los (o las) presidentes municipales
han pasado a la historia por sus ocurrencias, pillerías, desatinos o la
forma caprichosa de ejercer su mandato o por la estela de
inconformidades dejadas a su paso, son pocos los casos en que en el
imaginario popular han quedado registrados gratamente. Garbanzo de libra
fueron Florencio Zaragoza, Gaspar Zaragoza o el Mocho Martínez.
¿Líderes o caciques políticos?
Es obvio que esa forma
patrimonialista de gobernar tiene mucho que ver con el caciquismo que en
ciertas épocas se manifestó a través de fuertes personalidades que con
su poder sin contrapesos impedían que cuajara la deseada
institucionalidad en el desempeño de las administraciones municipales,
mismas que eran avasalladas por esos poderes fácticos, más allá de los
partidos políticos, programas y su ideología.
Dichas formas de dominación se materializaban en la persona del señor
de horca y cuchillo, cuya fuente de poder –o el estado de gracia de que
hablan algunos-- provenía de su dominancia en algún sector económico,
como fue el caso del clan Zaragoza, que llegó a incursionar en múltiples
ramas de los negocios desde el comercio, turismo y el ramo
inmobiliario.
Otros como Florentino López Tapia, fincaron su poder en el control
que ejerció sobre los pescadores y sus cooperativas a través de la
Federación Regional de Sociedades Cooperativas de la Industria Pesquera
del Sur de Sonora, F.C.L. y Oscar Ulloa Nogales, el General, entonces
hombre fuerte de la sección porteña del Sindicato de Trabajadores
Petroleros de la República Mexicana (STPRM), cuyo líder nacional era
Joaquín Hernández Galicia, la Quina. A partir del poderío económico de
sus gremios ambos personajes llegaron a acumular enorme influencia e
hicieron del PRI, partido en el que militaban, un apéndice de sus
organizaciones a grado tal de que llegaron a desempeñarse como
legisladores y alcaldes del municipio.
Los dos fueron sacados de la jugada por el embate de la
tecnoburocracia en el poder una vez iniciado el ciclo neoliberal, cuya
punta de lanza fue la elaboración del Plan Global de Desarrollo por
Miguel de la Madrid Hurtado con José López Portillo en la presidencia.
Los casos de prohombres como Marco Antonio Morroño Llano Zaragoza y
Julio Ramón Luebbert Duarte, “El príncipe de Miramar”, son destacados,
pues a partir de su actividad como empresarios uno del ramo agrícola y
otro pesquero, supieron jugar sus cartas y su rol de jefes políticos de
grupos con presencia regional, dadas sus relaciones de alto nivel, el
primero con políticos de la talla de los exgobernadores Armando López
Nogales y Eduardo Bours y el excandidato presidencial Francisco
Labastida y el segundo con el exgobernador Manlio Fabio Beltrones y su
excampañero en la facultada de economía del Tec Luis Donaldo Colosio
Murrieta, hasta su ejecución en Lomas Taurinas.
Con ese nivel de relaciones resulta obvio que los citados llegaron a
ostentar además de poder económico, fuerte presencia política, lo cual
en ocasiones no impidió el enfrentamiento entre ambos.
A pesar del poder que desplegaban en torno a estas personalidades se
conformaron una especie de cofradías en donde destacaban no por su
talento político, sino por su entreguismo interesado gentes como Alfonso
Poncho Ayala Fonseca, Manuel Barrón, Inés Ramírez, Víctor Pérez
Ascolani, Gregorio Alvarado, Magdaleno Ochoa, Francisco Chico Vázquez,
Jorge Enríquez Valle, José Luis Marcos León Perea, Abel Morales,
Artemisa Lara y hasta Bulmaro Pacheco, quien con el General obtuvo uno
de sus primeros encargos en el gobierno. El Tigre Jaime Escobar, se ganó
a pulso el mote de ideólogo del PRI.
Candelario Flores el Charrasqueado, Manuelita Ojeda Amador, doña Aida
Valentina, Héctor Molina y Miguel Salas Mariscal, en algún momento
pugnaron por que hubiera procesos democráticos al interior del tricolor
porteño para elegir a sus dirigentes, bandera que también enarbolaron
tiempo después Pedro Romano Terrazas, Jesús Chuy Fajardo, Carlos Bebo
Zataraín, Marco Antonio Cachorro Ulloa y Germán Uribe.
¿Alternancia sin rumbo?
Si en 1991 se quebró la hegemonía
del PRI en el municipio, fue en 1997 cuando se dio la alternancia sin
sobresaltos en el poder municipal, a pesar de los conflictos en que el
llamado Gobierno de Ciudadanos de Sara Valle sumió al ayuntamiento
guaymense.
Para 2000 el PAN llevando como candidato a la alcaldía a Bernardino
Cruz Rivas desbarranco las intenciones del Morroño de ejercer por
segunda vez como presidente municipal. Para 2009 Acción Nacional regresó
al poder en el municipio con César Lizárraga, quien devolvió la
estafeta al PRI en 2012.
Pero, al margen de quien encabece la administración municipal y del
partido gobernante, ha sido notable la invariable presencia de grupos o
pandillas que llegan cual plaga a tomar las riendas de las principales
carteras del organigrama de la comuna.
Entre esas cofradías o clanes políticos cuyo despliegue de espíritu
de cuerpo es innegable, a lo largo de la historia porteña han cobrado
fama la famosa banda de Sinaloa con Florentino López Tapia; la Happy
Family con Mundo Chávez; el Barzón con Sara Valle; los Golondrinos con
Bernardino Cruz Rivas, para los que tuvo que reformar el Reglamento
Interno porque la antigüedad de dos años avecindados en el municipio no
les daba en el caso de Francisco Chespirito Gallegos y Fernando Miranda
Blanco, hoy síndico en Hermosillo; los Ingenieros con César Lizárraga y
cuya cabeza visible era Jesús Negro Saldaña en incluía al propia
Lizárraga, Alonso Arriola, José de Jesús Morales Uruchurtu y a Ricardo
Valenzuela y la Familia Feliz con Otto Claussen, que por su condición de
foráneos le valieron al ario severas críticas de la vieja guardia del
priísmo que nominalmente conduce Susana Corellla Platt.
Leales al alcalde en turno, con quien forman bloque y a quien
reconocen como su jefe, estos grupos mantienen cohesión, afinidad y
cohesión interna por las complicidades que los hermana y el afán de
obtener beneficios y hasta enriquecerse a costa del patrimonio de los
porteños y ejemplos sobran: el saqueo de arcas por parte del rastrillo
del Papito Marco Antonio Córdova Campa; el manoteo y las maniobras en el
Concejo de Felipe Rivadeneyra, que llevó al bote a José Ramón Uribe y a
Roberto Hugo Maciel; la soberbia de Mundo, quién falló en heredarle el
cargo a Everardo Martínez Samaniego; los desarreglos con Sara al
romperse la cohesión interna del grupo al confrontarse de inicio con el
secretario Santiago Cabezón Luna y el tesorero Oscar Ramos, aunque antes
de asumir el cargo había roto lanzas con Lorenzo Ramos Félix y Armando
Pozole Saucedo; las aceleradas del Bebo; la privatización del servicio
de limpia y la rapacidad del Toño Astiazarán; los enjuagues de las
luminarias y el papel de la empresa Miffel con César Lizárraga o el
brutal adelgazamiento de la nómina, los pactos secretos con PASA y el
festín en que se ha convertido la seguridad pública municipal con
Claussen. Ahí nomás.
Por mientras habrá que batallar al Otto, para quien la alcaldía es
solo un hobbie y un escalón rumbo a la diputación federal en 2015 y a
sus cuadros, como el Eduardo Gaxiola y al orgullo de su nepotismo el
Junior Profeco; a la Zulma y al Pancho; a los brothers Flores; los
Gerardos Mass; los Walters y los Fabrizios; a los Giancos Urías y a la
joya de la administración, el Maizenas Héctor Hernández, un chepino
decepcionado cobijado como Contralor para cazar a los panistas de la
anterior administración para enojo de los tricolores. Y por alto la
Armada de México y el gobierno del estado han prescindido de convidarlo
para tratar cosas serias, como en la reunión del 30 de julio en donde
estuvieron presentes el procurador Carlos Navarro y gentes del Cisen.
Por eso pocos dudan de que Guaymas es un lugar maldito y que la
profecía del Turco Plutarco Elías Calles, de que nunca dejaría de ser
una aldea de pescadores fue acertada.
(EL PORTAL DE LA NOTICIA/ Columna La Viña del Señor/ Miércoles, 31 de Julio de 2013 19:42)
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