Témoris Grecko
En la lucha armada
contra el régimen de Bashar al Assad empieza a ganar terreno Jabhat al Nusra,
organización islamista radical vinculada con Al Qaeda y cuyo principal objetivo
es establecer en Siria un Estado islámico. Sus tropas reciben financiamiento
externo, tienen buen armamento y son eficaces en el terreno militar. Dos
factores más explican su éxito: Su política de comunicación, que cautiva a la
juventud opositora, y la torpeza de los países occidentales, cuya reticencia a
canalizar ayuda a las organizaciones moderadas ha debilitado a éstas frente a
los radicales.
ALEPO, SIRIA.- El
viernes 11 la portavoz del Departamento de Estado en Washington, Victoria
Nuland, celebró la toma de la base aérea militar de Taftanaz, la mayor victoria
conseguida por los insurgentes sirios hasta el momento, destacó la “creciente
fuerza de la oposición” armada y manifestó que la derrota gubernamental “es un
golpe significativo que afecta el abastecimiento de las fuerzas del presidente
Bashar al Assad en el norte”.
Sin embargo Nuland
no mencionó que la ofensiva de meses contra la posición gubernamental fue
dirigida, sostenida y consolidada por Jabhat al Nusra, milicia que Estados
Unidos ha señalado como “organización terrorista” ligada a Al Qaeda.
Creada en noviembre
de 2011, seis meses después del inicio del conflicto y activa desde febrero de
2012, esta organización ha tenido un ascenso meteórico; se convirtió en el
grupo rebelde más destacado y en asociación con otras agrupaciones islamistas
radicales –como Ahrar al Sham– intenta que la creación de un Estado islámico en
Siria sea el objetivo primordial de la revolución.
Entre los diversos
factores que contribuyen a su éxito –el financiamiento externo, su eficacia
militar y la disciplina de sus tropas– hay dos que destacan, uno propio y uno
ajeno: el primero es una certera política de comunicación que le permite
conectar con el imaginario de la juventud opositora siria; el segundo es la
torpeza de los países occidentales, cuya reticencia a canalizar ayuda a la
oposición moderada debilita a ésta frente a organizaciones radicales, como
Jabhat al Nusra.
Zona milenaria
Alepo es la segunda
ciudad más grande del país y, desde hace seis meses, escenario de combates. Las
cicatrices de la guerra pueden verse por todos lados, pero son mucho más
atroces en lugares donde la línea del frente se ha estabilizado: calles y
cuadras de edificios totalmente en ruinas, abandonados por sus habitantes.
El Casco Antiguo fue
declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO y ha estado habitado
ininterrumpidamente desde hace 6 mil años. Entre mezquitas, iglesias, baños
tradicionales, palacios, jardines y fuentes, sus monumentos más recientes
tienen 600 años. No son raros los de mil o dos mil años de antigüedad. Hoy son
campo de tiro para la artillería gubernamental.
La Gran Mezquita
Omeya, principal centro de culto erigido en el siglo VIII, sufrió un grave
incendio cuando los insurgentes pelearon hasta arrebatársela a los militares
que se atrincheraron en ella. Como represalia, poco después fue bombardeada.
“Tememos que ocurra
lo mismo con el Castillo”, dice Fawaz al Absi, jefe de uno de los puntos de
control establecidos por el opositor Ejército Sirio Libre (ESL) en los
callejones del zoco (mercado) medieval.
Esa edificación está
en la histórica ciudadela, conjunto arquitectónico protegido por una muralla,
situado en una meseta que domina el Casco Antiguo. Con antecedentes que se
remontan al tercer milenio antes de nuestra era y construido en su forma actual
en 1200, se le considera uno de los castillos más grandes y viejos del mundo.
“Podemos echarlos, pero será imposible no dañarlo. Y después los aviones de
Assad lo harán pedazos”.
De manera que
prefieren vivir bajo las miras de los francotiradores que desde las torres y
puntos altos disparan contra todo lo que se mueve en un radio de dos
kilómetros.
Hay que caminar
poniendo toda la atención a los puntos que puedan quedar expuestos al Castillo:
pegados a las paredes, a la izquierda o a la derecha, y cruzando las
intersecciones a gran velocidad y en zigzag.
Bajo esa sombra
ominosa conviven los milicianos de la katiba Shaheed Abedi (brigada mártir
Abedi) del ESL. Es hora de comer y, haciendo gala de la afamada hospitalidad
siria, invitan al corresponsal a compartir, introduciendo gordas hogazas de pan
en una olla de ful, plato tradicional a base de habas.
Los milicianos están
al lado de un muro de costales de arena a unos 50 metros de otro similar, tras
el que se resguardan los soldados del régimen.
–¡Eh, Mohamed!
–grita uno de los insurgentes de mayor edad. –¡Ven a comer ful, que Assad no te
da de comer!
–¡Sí me da y no paso
frío como ustedes, perros! –responden desde el otro lado.
–¡Pues no te
dejaremos nada! –concluye el rebelde entre carcajadas.
Sin mediar pregunta,
uno de ellos afirma, señalando a sus compañeros: “Éste es de Alepo. Éste
también. Y éste. No somos de Pakistán ni de Afganistán. Somos islámicos pero no
islamistas; creemos en un islam tolerante y moderado. Aquí no hay ninguno de
Jabhat al Nusra”. Los demás lo apoyan. “En Alepo nadie los quiere. Ni en
Siria”.
No es lo que se
escucha en otras partes de la ciudad, donde incluso se han registrado
manifestaciones con el lema “¡No queremos al ejército criminal! ¡Queremos al
ejército islámico!”.
Eficacia militar
Halab News es una
agencia de noticias sin periodistas. La crearon estudiantes de la Universidad
de Alepo (donde no se imparte la carrera de comunicación) que se conocieron por
internet y resolvieron, como forma de contribuir a la causa revolucionaria,
organizarse para llevar a la red lo que ocurre en los barrios de la parte
oriental de la ciudad, dominados por rebeldes, y de la occidental, controlados
por el gobierno.
Sería difícil
distinguir a estos muchachos de otros de cualquier país mediterráneo: De entre
18 y 26 años, visten a la usanza occidental, usan Facebook y Twitter y
reaccionan (cada cual a su manera) ante el gangnam style.
En su oficina
central, en las afueras de Alepo, dos de los más destacados de sus 40
integrantes afirman, ante platos de humus (pasta de garbanzo) y de labne (un
yogur con textura de queso crema), que simpatizan con Al Qaeda y con Jabhat al
Nusra.
Oficialmente Halab
News apoya al ESL, que no es una organización con mando central o una
estructura definida, sino una especie de paraguas bajo el que se agrupan
decenas de katibas (brigadas) formadas por amigos, vecinos de barrio,
desertores del ejército o fieles de una mezquita, que actúan de manera
autónoma. El ESL les sirve para identificarse y coordinarse. Y están en
competencia con milicias independientes que son, por un lado, las islamistas
radicales y, por los otros, dos partidos de la etnia kurda que habita en el
norte y el noreste.
Los dos jóvenes –que
al manifestar su disidencia prefieren no usar sus nombres– esgrimen una serie de
razones para desconfiar del ESL: Carece de organización, está lleno de ladrones
y de personajes indisciplinados que abusan de la población y sus principios
religiosos son laxos.
Jabhat al Nusra, en
cambio, “trajo equidad a Alepo. Ellos llegan con pan y lo entregan a la gente
sin hacer distinciones, ni a uno más ni a otro menos, y lo regalan aunque no
les quede para ellos mismos”, comentan.
También en una
ciudad donde no han faltado los jefes de katiba que se convierten en reyezuelos
autoritarios en las cuatro cuadras bajo su control, Jabhat al Nusra ha impuesto
la moral islámica y su concepto de justicia. “Están contra los ladrones y por eso
los ladrones están contra ellos”, aseguran.
Otro de los grandes
atractivos es su eficacia militar: Jabhat al Nusra protagoniza las batallas más
duras. Sus combatientes se dicen dispuestos a morir (y a ser premiados por su
martirio con el paraíso) y avanzan en las primeras líneas. Tanto su armamento
como su organización son mucho mejores que los de las katibas del ESL. Y además
de cosechar éxitos los saben difundir.
En la oficina de
Halab News en el Casco Antiguo, otros de sus reporteros ciudadanos fuman, algo
que no se permite en la sede central por motivos religiosos. Parecen
comparativamente moderados en relación con los integrantes de Jabhat al Nursa,
quienes realizan oraciones más de las cinco veces prescritas por el profeta.
Aunque dicen tener cierta desconfianza hacia esa organización, la admiran.
Alguien les ha
regalado un CD con videos de Jabhat al Nursa. Éstos son muy diferentes de la
mayoría de los que hacen las katibas del ESL, consistentes en largas tomas sin
edición en las que profieren consignas revolucionarias y amenazas al régimen.
En cambio, los de
Jabhat al Nusra están decentemente editados, tienen voz narrativa, subtítulos,
fechas y otros elementos gráficos, y lo más importante, no sólo proclaman sus
éxitos sino que los explican de manera eficaz. Cuentan, por ejemplo, cómo
eliminaron a unos francotiradores de los shabiha (fantasmas, grupos de matones
al servicio del régimen) y de paso destrozaron uno de sus reductos en un
edificio moderno, muy alto, frente a una plaza céntrica, desde el que podían
disparar sobre numerosas calles de la zona rebelde.
Mientras sus
combatientes colocaban un coche-bomba que hicieron explotar en un momento
preciso luego de estudiar la rutina del enemigo, sus camarógrafos se colocaron
en puntos adecuados para captar la acción. En la imagen todo se explica al
detalle; se enmarca con un círculo rojo a los shabiha que salen del edificio,
una línea indica cuál es el auto con los explosivos y otra, desde qué piso
actúan los francotiradores.
“¡Bum!”, retiemblan
los altavoces de la laptop de Abu Yasán, nombre de guerra de uno de los
activistas. La voz en off celebra que tanto los shabiha como su posición de
tiro fueron eliminados. “¡Alahu akbar!” (Dios es el más grande), gritan los
activistas en la oficina.
“Son inflexibles”,
lamenta Abu Yasán. “Pero son los únicos que saben lo que hacen”.
La sombra de Al Qaeda
“No somos como Al
Qaeda en Irak, no somos parte de ellos”, declaró Abu Adnan, uno de los jefes de
Jabhat al Nusra, a la periodista Rania Abouzeid de la revista Time el pasado 25
de diciembre. En Occidente los servicios de inteligencia creen que sí lo son,
que después de desgastarse tras su guerra contra los estadunidenses en Irak, Al
Qaeda ha encontrado un nuevo campo para crecer en Siria y que disociarse del nombre
de su organización madre es una táctica para ganar legitimidad como
revolucionarios sirios.
Muchos de los
combatientes que fundaron Jabhat al Nusra –sirios, iraquíes y jordanos–
pelearon antes en Irak bajo el estandarte de Al Qaeda. Su emir (dirigente) es
un personaje desconocido, como lo es el origen del vasto financiamiento que le
permite contar con el armamento que ambicionan las katibas rivales. Entre los
rebeldes son los primos ricos.
Los demás son
pobres, se queja Fawaz al Absi, el jefe del ESL en el Casco Antiguo de Alepo,
porque las potencias occidentales han buscado pretextos para no enviar armas ni
dinero a los rebeldes. En Washington se explica que es un riesgo porque la
oposición siria, al contrario de los revolucionarios libios que se integraron
en el Consejo Nacional de Transición, no ha logrado consolidar un organismo
unificador que pueda ser reconocido como gobierno legítimo (y que garantice que
los fondos se apliquen bien en lugar de desviarse hacia algunos bolsillos).
Un motivo aún más
importante es que si se envía armamento de alto poder no hay seguridad de que
no acabará en manos de grupos considerados terroristas, como Jabhat al Nusra:
Sería bochornoso explicar el derribo de un avión israelí con misiles
estadunidenses.
El hecho es que esto
produjo en la oposición siria un vacío de poder que aprovecharon varios grupos
bien financiados. Intelligence Online Newsletter, una agencia privada de
inteligencia que cita a servicios secretos occidentales, aseguró el domingo 13
que el príncipe Bandar bin Sultan bin Abdulaziz, jefe de la inteligencia
saudita, es el principal patrocinador de Jabhat al Nusra. Además estos grupos
están organizados y utilizan el armamento y otros enseres como instrumento para
atraer y absorber a otras katibas.
Sus éxitos en
combate, su alta moral, su fervor religioso y su disciplina representan un
poderoso atractivo para los jóvenes que sienten que en Jabhat al Nusra
recibirán los elementos y el apoyo necesarios en tiempos de caos. De tener
menos de 600 hombres hace menos de un año, ahora cuenta con 5 mil, que
representan 10% de los 50 mil que pelean en las filas opositoras, de acuerdo
con un reporte del instituto londinense de políticas de contraterrorismo
Quilliam Foundation, difundido el martes 8.
Sin embargo a esa
organización islamista no le será fácil liderar a los rebeldes. Las milicias
kurdas se han mostrado muy celosas en la preservación de sus territorios. No
han dudado en trabar duros combates para expulsar tanto a islamistas de Jabhat
al Nusra como a katibas del ESL.
Esos eventos
precedieron a otros que empiezan a desarrollarse. El viernes 11, hombres
armados a bordo de un automóvil asesinaron a tiros a Thaer al Waqqas, un
reconocido jefe de regional de las brigadas Al Farouq, vinculadas con la
poderosa organización islamista Hermanos Musulmanes. El crimen fue atribuido a
Jabhat al Nusra y agravó las tensiones que el grupo tiene con otras milicias
rebeldes.
“Las Al Farouq están
haciendo duelo ahora”, dijo ese mismo día un rebelde a la agencia Reuters.
“Pero parece cuestión de tiempo antes de que empiece la pelea contra Al Nusra”.
Algo que al gobierno de Al Assad no le podría caer mejor.
(PROCESO/ Témoris Grecko/ 22 de enero de 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario