Raúl Benoit
Pocas veces he visto
tanta sevicia y maldad en un solo grupo al margen de la ley como en los Zetas.
Es como sumar las acciones perversas y siniestras de Pablo Escobar, más las
prácticas sanguinarias y deshumanizadas de la guerrilla de las Farc y el odio visceral
de las autodefensas colombianas.
Decapitan, masacran,
fusilan sin piedad y disuelven cuerpos en ácido para desaparecerlos. Creen
estar por encima de la ley terrenal y divina. Adoran a la santa muerte, una
religión diabólica que se expande en América Latina como un carcinoma, quizás
por las carencias sociales y espirituales que agobian a la gente de nuestro
continente.
Lo irónico es que
los Zetas es un grupo narco-paramilitar surgido de las mismas entrañas del
ejército y la policía de México y países centroamericanos. Los mafiosos
contrataron a militares para entrenar a sus sicarios y proteger los intereses
de las organizaciones criminales, pero sin darse cuenta, los propios narcos
perdieron el control del grupo, que se convirtió en su más fuerte rival.
Ahora los Zetas lo
quieren todo. Para obtenerlo armaron una ofensiva en territorio extranjero y se
apoderan de las rutas por donde trasiega la cocaína hacia el consumo.
Con la franqueza que
lo caracteriza, el ex general Otto Pérez Molina, presidente de Guatemala, puso
el dedo en la llaga: su país es epicentro de una cruenta guerra de los
poderosos carteles mexicanos y “están penetrando instituciones del Estado”. Lo
que le faltó decir es que narcos colombianos también hacen parte de la lucha
por el poder.
Los Zetas se
enfrentan a todos, incluso a bandas de sicarios de los carteles guatemaltecos y
a las de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, que probablemente se esconde en ese país.
Los Zetas no tienen
corazón, ni moral, ni honor. Aprovechando la miseria y el abandono estatal, se
adueñaron del norteño departamento de Petén y una franja de Quiché y
Huehuetenango en Guatemala. ¿Por qué Petén? Son casi mil kilómetros de frontera
con México, mayormente selvática, donde es difícil el control de la soberanía
nacional.
Recuperar la
autoridad se logra con mano dura y en alianza con los líderes regionales, que
tienen una gran responsabilidad política y social. Algunos de ellos,
aparentemente, se hacen los de la vista gorda con el narcotráfico.
Es obligación que la
justicia de Guatemala investigue a individuos como el ex candidato a la
presidencia Manuel Baldizón, quien es un poderoso “empresario” y político
populista del departamento de Petén, visto como un cacique, quien, al parecer,
reina con todos los poderes.
Al mencionar su
nombre en la ciudad de Flores en un viaje de turismo a las ruinas arqueológicas
mayas, me pidieron que bajara la voz y mis interlocutores denotaron miedo,
mirando sobre los hombros como si se tratase de peligro. Me dijeron al oído que
preguntara ¿de dónde proviene gran parte de la riqueza de Baldizón? ¿Con quién
está asociado? y ¿Por qué los narco-paramilitares Zetas transitan como Pedro
por su casa en la región que todos los lugareños afirman le pertenece?
La comunidad
internacional debe vigilar con rigurosidad la feroz ofensiva de los Zetas en
Guatemala y a sus aliados secretos.
(Twitter: @RaulBenoit)
(DOSSIER POLÍTICO/ Raúl Benoit /2013-01-25)
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