Ese es el mensaje
que alguien dejo en la puerta de la casa del diputado Humberto Robles Pompa.
También dejaron un sobre manila con una fotografía de su hermano.
El ‘otro diputado’
al que alude el anónimo es Eduardo Castro Luque, asesinado dos días antes de
rendir protesta, el 14 de septiembre del año pasado.
La denuncia corre a
cargo del propio Robles Pompa, a las puertas del Congreso del Estado, cuyo
personal está en calles y banquetas porque se ha recibido una amenaza de bomba.
Es jueves alrededor de las 11:00 horas.
Si tal amenaza
hubiera resultado cierta, el caos sería total, pues todas las calles y
bocacalles del edificio legislativo estaban bloqueadas por cientos de
automóviles de alquiler. Los taxistas acudieron en masa la mañana de ayer, para
sumarse a las protestas ciudadanas contra el cobro de la tenencia.
Mientras tanto, el
subsecretario de Comunicación Social del gobierno del estado, Luis Enrique
Montejano, se divierte tuiteando a diestra y siniestra, acusando sin pruebas a
un par de periodistas de ser los autores de la llamada anónima que alertaba
sobre la bomba en el Congreso. Montejano está empeñado en opacar a Javier
Alcaraz, como el funcionario que más enemigos le arrime a Guillermo Padrés.
Montejano y sus encantados socios, desde luego.
En Sonora la protesta
social ha tenido una escalada que si no es histórica, por lo menos es inédita.
Desde el gobierno, a lo único que atinan para abordar el conflicto de
gobernabilidad, es a resumir su política de Estado a cuatro palabras: “No habrá
marcha atrás”.
II
Amenaza de bomba en
el Congreso y amenazas de muerte contra diputados y activistas del movimiento
‘No más impuestos’. Cientos de ciudadanos inconformes alrededor del edificio.
Cientos de autos bloqueando las calles en la zona de los Palacios. Cientos de gritos
de protesta contra el así llamado ‘gobierno de la alternancia’, que se enfrenta
sin duda contra su propio slogan: la alternancia. La alternancia en el Poder
Ejecutivo Federal donde ya no está más Felipe Calderón, el que todo le solapaba
a Guillermo Padrés.
Sonora está al filo
de la gobernabilidad, y lo más brillante que el gobierno tiene para ofrecer
como salida negociada, son cuatro palabras: “No habrá marcha atrás”.
III
En la Sala de
Comisiones habrá de llevarse a cabo la sesión de las Comisiones Unidas de
Hacienda. El punto clave: la aprobación de un dictamen que echa abajo la ley de
Ingresos aprobada en diciembre pasado por 14 diputados del PAN, uno del PANAL y
una del PRD.
El recinto se llena
de ‘malnacidos’, como se han dado en llamar todos los que en los principales
municipios de Sonora han tomado las calles para protestar contra el alza
indiscriminada de los impuestos; señaladamente contra la tenencia disfrazada de
‘COMUN’ (Contribución al Fortalecimiento Municipal), un gravamen que representa
780 mdp y que tiene a la clase media y media alta en los más altos niveles de
beligerancia.
Pero también a las
clases bajas y a los más jodidos, a quienes el gobierno pretende saquear sus
deterioradas economías incrementando todos los impuestos., como ya ha quedado
demostrado.
La insurgencia
ciudadana está en las calles, en los medios, en los edificios públicos.
Y la mejor respuesta
que da el gobierno, en voz de su titular, es que no habrá marcha atrás y que si
el Congreso aprueba una nueva ley que derogue los impuestos injustos, entonces
el gobernador hará uso de su derecho de veto, para aplicar de todos modos esos
impuestos injustos.
Cuando la política
aparece como la única salida para desenredar la telaraña de un conflicto que
acabó por fragmentar hasta las bases de apoyo que hicieron ganar al PAN y
volverlas en su contra, el gobernador opta por la amenaza contra esos mismos
que un día le dieron el voto con la esperanza de que las cosas cambiaran.
IV
En la Sala de
Comisiones es una historia repetida. El graderío está a reventar para la sesión
solemne. El destino es uno solo: la mayoría anti-tenencia en comisiones echará
abajo la propuesta del gobernador.
Juegan de locales y
con sus hinchas, que traen la cara pintada de guerra y las cartulinas y lonas y
pancartas llenas de un solo grito: “No a la tenencia”.
Los diputados
panistas aparecen hasta que ya se pasó lista. No sólo llegan los integrantes de
las comisiones; prácticamente toda la bancada blanquiazul está ahí, aunque no
están dos de sus aliados: Ismael Valdez, del PANAL y Alcira Chang, del PRD.
Ismael Valdez es un
priista que le debe toda su carrera y su fortuna al PRI, al sindicalismo de
Elba Esther Gordillo y hoy a su ‘alianza estratégica’ con el padrecismo en
Sonora; Alcira Chang es la esposa de Juan José Lam, ex alcalde y ex diputado
local por el PRD. Ella es hoy diputada perredista, acaso la más padrecista de
todos los diputados y diputadas panistas.
Sobre ella, hasta el
dirigente nacional del PRD, Jesús Zambrano, ha girado un exhorto para que vote
en contra de los impuestos del Nuevo Sonora, pero a la diputada no la
encuentran por mar ni cielo ni tierra. Ismael Valdez, dicen, está sacando
cuentas sobre el valor de su voto en esta coyuntura en la que la ‘alianza
estratégica’ con el gobierno estatal es más cara que el proverbial caldo de las
albóndigas.
V
Lo que siguió era lo
que tenía que suceder. Los panistas perdieron en comisiones porque son minoría.
Se llevaron todas las rechiflas, los insultos, los abucheos.
Aguantaron estoicos.
Llevaron su lealtad más allá del fundamentalismo. Encararon la protesta.
Soportaron los reclamos. Se parecen a Silas, el monje devoto del Opus Dei que
en la novela de Dan Brown, “El Código Da Vinci” se azota y se lacera
corporalmente y de ahí saca fuerzas para soportar cualquier adversidad. Nunca
se rinde. Se muere en la raya.
En la Sala de
Comisiones los madrazos suben de tono, la gritería es escandalosa y cada uno de
los diputados del PAN se mantiene firme: Voto a favor del pueblo y por la
transparencia y por el no endeudamiento y contra la demagogia y por el
desarrollo del estado…
Y mientras eso dicen, los malnacidos gritan, abuchean,
insultan. Los esfuerzos para serenarlos no funcionan bien.
VI
Próspero Ibarra
preside la sesión hasta antes de llegar los panistas. Cede el lugar a Gildardo
Real, que luce un brazo en cabrestillo y un semblante de palidez extrema. Acaba
de salir del hospital por una cirugía en el hombro. Su piel tiende a amarillo,
pero no se arredra. Es de los más versados en circunstancias críticas.
Cómo no, si todavía
se le recuerda como “El Rompemadres”, por su vocación para hacer uso de la
violencia incluso, con tal de salir bien librado.
Hoy no es así. Anda
jodido. Pálido. Si los Tigres del Norte estuvieran ahí, dirían que es de un
color dorado claro más bien tirando a amarillo. Pero no están.
Y eso lo hace
desbarrar. En lo que debería ser su alocución más importante, increpa a los
priistas que tienen toda la grada a su favor. Dice que ellos, los diputados
panistas aquí y ahora están reprobados por apoyar al gobierno. Y recuerda que
ser de oposición es de lo más fácil y más cómodo del mundo.
“Yo también fui
alguna vez de oposición, aunque teníamos más clase”, dijo.
Y el abucheo lo
apabulla, lo vuelve más pálido. Más bien tirando a amarillo.
Intenta corregir.
“Fue una broma entre amigos”, dice, palmeando la mano de Samuel Moreno, que era
el que tenía más cerca, a su izquierda. Pero el auditorio es un solo coro de
abucheos y madrazos.
Perdón, dice
Gildardo. Disculpen si llamé al orden y yo solo convoqué al desorden… Su rostro
cada vez palidece más. Su sonrisa es cada vez más forzada. Está muy lejos de
aquél ‘operador político’ al que se le conocía como “El Rompemadres”. Tiempos
traen tiempos.
VII
Los malnacidos
tienen prisa. No vienen por los protocolos legislativos, sino por un sí o un
no. Así lo hacen saber. Los priistas la batean. Que se vote. Saben que son
mayoría. Hace rato que no eran mayoría y vienen por la revancha de las muy
variadas ocasiones en que durante casi un año, los han ‘minoriteado’ los
panistas, con igual o peor saña con que lo hicieron sus antecesores del
tricolor.
Los panistas vienen
a morir en la raya. El que abre fuego es el Güero Nieves. Repite el guion que
desde hace una semana viene machacando el gobernador en una intensa gira por
radio y TV. Lo apabullan los abucheos. El Güero se mantiene firme. Eleva la
voz, casi grita para decir que la propuesta del gobernador es por el bien de
Sonora…
Asume, se enfrenta,
alza la voz. Le quiere ganar en decibeles al abucheo. Se fleta como los
valientes. Su rostro está enrojecido, su voz ya se hizo ronca. Pero se fleta.
Defiende sus posiciones. Votó por una ley por la que volverá a votar, dice,
porque es lo mejor para Sonora.
Lo traiciona, sin
embargo, su proclividad a la ira. Se le va encima a Robles Pompa. Le dice que
“ya todos sabemos quién eres y ya todos sabemos que no tienes escrúpulos”. El
escándalo es total.
El Buitre Robles
Pompa se regodea en su asiento. Sabe que lo tiene frito. Sabe que el que se
enoja pierde, y al menos en ese momento, los panistas están con la adrenalina
al tope.
Shirley Vázquez
Romero no pertenece a las comisiones que sesionan, pero es otra ‘cruzada’ del
padrecismo. Pide la palabra. Habla en medio del abucheo. Eleva la voz. Se fleta
por su causa. Es de las que dejan hasta la última gota de sangre en el suelo
por su bandera.
También José
Serrato. Le vale madres los gritos y las mentadas. El joven se planta a la
mitad del foro y dice que no hay mejor propuesta para sacar al estado adelante
que la de Guillermo Padrés. Explica que hay que reasignar recursos negociados
antes para municipios priistas. Reparte culpas a gobiernos anteriores que han
endeudado el estado. La gritería es enorme. José Serrato, de pie, aguanta como
el cabrón que es, que siempre ha sido. Si lo van a sacar de la cancha, hace
falta más que una camilla. Serrato está ahí para partírsela con su equipo.
VIII
Los panistas traen
un as bajo la manga. Javier Neblina dice que va a revelar la verdad. Balconea a
los priistas. Los acusa de que en las negociaciones del presupuesto pidieron
mucho dinero: para remodelar el Congreso, para incrementar el Fondo
Legislativo, para incrementar recursos a municipios gobernados por el PRI.
Y lanza la estocada:
lee una iniciativa para reducir al 50 por ciento los salarios de diputados para
reducir el Fondo Legislativo y para reasignar recursos previamente acordados.
Dice que el gobernador, el PAN y los panistas están de acuerdo en aplicar un
plan de austeridad que comience por ahí. Reta a Carlos Navarro para que acepte
esas reducciones.
Neblina comete un
error. Picarle la cresta a Navarro López para retarlo al debate de plazuela es
como venderle chiles a Clemente Jaques.
Navarro se pone de
pie. Le dice que no sea demagogo. Le dice que sí acepta bajarse el salario en
un 50 por ciento, y que esa propuesta hay que hacerla extensiva a los tres
Poderes. Que hay que comenzar con el Ejecutivo, seguir con el Legislativo y
continuar con el Judicial.
Que no hay que detenerse
ahí, le grita. Lo reta a que acepte además, eliminar la tenencia y el resto de
los impuestos injustos. Lo acusa con el dedo. Le grita: “¡¿Te vas a echar para
atrás!?”.
Y Neblina, como fiel
cruzado del padrecismo, de pie, responde: “No me echo para atrás. No”.
-Respóndeme, grita
Navarro López: Yo estoy de acuerdo en reducir nuestros sueldos, pero tú dime si
apruebas que comencemos por el gobernador y sus principales funcionarios. Yo te
firmo cualquier dictamen en ese sentido. Ahora tú dime si firmas este dictamen
en contra de la tenencia.
Y Navarro levanta el
puño, arenga: respóndele a esta gente, respóndele al pueblo. Y encabeza la
consigna que llena el auditorio: “No más impuestos/No más impuestos”.
Javier Neblina está
de pie. No se dobla. Aguanta el vendaval como soldado.
XIX
Llega el momento de
la votación. Alguien propone que sea nominal, es decir, que uno a uno vaya
diciendo cada uno de los diputados, si está a favor o en contra del nuevo
dictamen.
Ya ha pasado ese
trago amargo en el que Neblina se dirigió a Rebeca Villanueva, una de las
dirigentes del movimiento “No más Impuestos” como “La Jefa”.
Eso la hizo brincar
de su asiento. ¡Yo no soy jefa de nadie!, le espetó. Y se armó de nuevo el
escándalo. Gildardo Real, más amarillo que nunca trataba de presidir una
reunión que se le escapaba de las manos.
“Ya te dijo que te
llamabas Rebeca, por favor”, le decía.
“Rebeca, pues”,
decía Neblina. “Usted dijo que los diputados éramos puro bla-bla-bla; porque
proponíamos cosas pero no decíamos cómo. Ahora hago la propuesta”. Y Neblina se
suelta diciendo su verdad: los priistas quisieron más dinero… y así.
Ya para ese entonces
la pequeña multitud en la sala de comisiones levantaba las manos y juntaba y
separaba los dedos. Cuatro juntos contra el pulgar en un intermitente abrir y
cerrar, mientras repetían: bla-bla-bla…
XX
Demasiada tensión. A
Gildardo Real no le queda sino someter a votación. Alguien propone que sea
nominal, es decir, que cada uno de los diputados diga si está dispuesto a
derogar la ley o a modificarla.
Es un escándalo. Los
panistas aguantan firmes el vendaval de abucheos, cada vez que reiteran su voto
por la Ley que ya aprobaron. Los priistas se regodean en el aplauso cada vez
que ‘cantan’ su voto en contra de la tenencia.
XXI
Lo que tenía que
pasar pasó. Los panistas, minoría en comisiones, perdieron. Hay un nuevo
dictamen sobre la ley de ingresos que tiene que aprobarse en el Pleno, donde
los panistas y sus aliados son mayoría.
El gobernador ha
dicho que si eso ocurre, si se modifica la ley, puede ejercer su derecho de
veto y es cierto.
Los costos
políticos, sin embargo, son enormes. Es
más, son tan enormes, que ni siquiera los diputados del PAN, con todo y su
valentía y estoicismo, los han valorado bien, ni los han puesto en el contexto
de la coyuntura.
Los días que vienen
son de suma importancia. Hay que vivirlos.
(DOSSIER POLÍTICO/ Arturo Soto Munguía / El
Zancudo.com.mx/ 2013-01-18)
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