Una
conferencia de prensa en Ciudad de México. En los últimos cinco años, el
presidente Enrique Peña Nieto gastó casi 2000 millones de dólares en
publicidad. Credit Alejandro Cegarra / Bloomberg
CIUDAD
DE MÉXICO — Dirigir un periódico, una estación de radio o un canal de
televisión en México generalmente significa confiar en un cliente único y
poderoso que gasta sumas exorbitantes en publicidad con una simple advertencia:
“No te pago para criticarme”.
Ese
cliente es el gobierno mexicano.
La
gestión del presidente Enrique Peña Nieto ha gastado cientos de millones de
dólares anuales de los fondos gubernamentales en publicidad, creando lo que
muchos propietarios, ejecutivos y periodistas mexicanos definen como una
gigantesca marca presidencial que puede suprimir artículos de investigación,
escoger portadas e intimidar a las salas de redacción que la desafían.
A
pesar de su promesa de regular la publicidad gubernamental, Peña Nieto ha
gastado más dinero en publicidad que ningún otro presidente en la historia de
México, casi 2000 millones de dólares en los últimos cinco años, según datos
del gobierno recopilados por Fundar, un centro de análisis de transparencia.
Esa organización reveló que la actual presidencia gastó más del doble del
generoso presupuesto de medios que los legisladores mexicanos le aprobaron para
2016.
Y
eso solo es el dinero federal.
Cada
año los líderes de todos los partidos políticos recaudan cientos de millones de
dólares en dinero estatal para publicidad, unos recursos que distribuyen entre
sus medios de comunicación favoritos, según calcula Fundar. Según los
ejecutivos y editores involucrados en las negociaciones, algunos secretarios de
prensa del gobierno les exigen abiertamente una cobertura positiva antes de
firmar un contrato publicitario.
El
resultado es un panorama mediático en el que los funcionarios federales y
estatales dictan las noticias de forma rutinaria, exigiéndole a los medios qué
es lo que deberían y lo que no deberían informar, según docenas de entrevistas
con ejecutivos, editores y periodistas. Los reportajes contundentes a menudo
son suavizados o se posponen indefinidamente, si es que llegan a investigarse.
Dos tercios de los periodistas mexicanos admiten que se censuran.
El
presidente Enrique Peña Nieto durante la presentación de su informe anual en
septiembre. Su equipo propuso el diseño de un plan que regulara el gasto
público en los medios, pero el proyecto no se realizó. Credit Pedro Pardo /
Agence France-Presse - Getty Images
“Si
un reportero profesional quiere cubrir los elementos sucios de lo que está
sucediendo en el país, ni el gobierno ni las empresas privadas le darán un centavo”,
dijo Enrique Krauze, un historiador que dirige Letras Libres, una revista
mexicana que, entre sus anunciantes, también recibe algo de dinero del
gobierno. “Ese es uno de los mayores defectos de la democracia mexicana”.
El
partido de Peña Nieto, el PRI, fue pionero en la implantación de este sistema
durante sus 70 años en el poder. El expresidente José López Portillo expuso
explícitamente las expectativas del gobierno hace décadas, incluso fue citado
diciendo que no le pagaba a los medios para que lo atacaran, y la práctica
continuó cuando la oposición ganó la presidencia en 2000, y nuevamente en 2006.
Pero
la influencia del gobierno sobre los medios va más allá del aspecto
publicitario y, a veces, los funcionarios recurren al soborno directo. En
Chihuahua, el exgobernador gastó más de 50 millones de dólares en publicidad,
según los funcionarios, dejando al estado con enormes deudas públicas. Sin
embargo, esa es la cifra que se manejó oficialmente.
Los
fiscales también han conseguido recibos firmados con sobornos a periodistas
locales, pagos tan comunes que incluso algunos reporteros fueron incluidos como
contratistas del gobierno, según los documentos. Los fiscales sostienen que,
con tanta cantidad de dinero oficial circulando, surgieron sitios web de
noticias con el único propósito de apoyar la agenda del exgobernador.
“La
relación entre los medios y el poder es uno de los problemas más graves de
México”, dijo Javier Corral, el nuevo gobernador de Chihuahua. “Existe una colusión,
un acuerdo, en términos de cómo se gestionan los recursos públicos para
recompensar o castigar a los medios. Es una zanahoria y el palo: ‘Compórtate
bien y te daré mucho dinero y publicidad. Actúa mal y te los quitaré'”.
DEPENDENCIA DE LA PUBLICIDAD PÚBLICA
Trabajadores
de La Jornada durante una huelga. El gobierno apoyó a ese diario con más de un
millón de dólares en publicidad oficial durante una grave crisis financiera.
Los críticos dicen que el periódico perdió independencia editorial. Credit
Bernardo Montoya / Agence France-Presse - Getty Images
Lea
un periódico, sintonice una estación de radio o encienda la televisión en
México y recibirá una avalancha de publicidad oficial. En algunos diarios, casi
cualquier página es usada para publicar avisos que promueven alguna secretaría
gubernamental. A veces, se destina tanto tiempo al aire a alabar el trabajo del
gobierno como a cubrir las noticias.
Este
gasto extraordinario se produce en un momento en que el gobierno mexicano está
recortando los presupuestos en general, incluidos los de salud, educación y
servicios sociales. El gobierno federal gastó tanto dinero en publicidad el año
pasado, alrededor de 500 millones de dólares, como lo hizo para apoyar a los estudiantes
de su principal programa de becas para las universidades públicas.
Según
los historiadores, la cooptación de los medios de comunicación es más
importante que el gasto de cualquier otro gobierno en promoción. Refleja la
ausencia del pacto básico que la prensa libre establece con sus lectores en una
democracia, un compromiso en el que responsabilizar a los poderosos forma parte
de su misión.
“Es
un problema común en el mundo en desarrollo pero el problema es mucho, mucho
más grave en México”, dijo David Kaye, representante especial de las Naciones
Unidas para la libertad de expresión. “Es notable lo que gasta el gobierno”.
El
estado actual de los medios mexicanos, y su estrecha relación de dependencia
con los fondos gubernamentales, no es una rareza en América Latina. Desde hace
varios años, diversas organizaciones como la Unesco y la Relatoría Especial
para la libertad de expresión de la CIDH han alertado sobre el uso de la
publicidad estatal para recompensar o castigar las líneas editoriales.
Casos
como el de Venezuela, país en el que desde la llegada de Hugo Chávez al poder
se han suscitado denuncias por el uso de la pauta oficial para presionar a los
medios y donde solo este año, en la gestión de Nicolás Maduro, cerraron 49
medios de comunicación; Ecuador durante los mandatos de Rafael Correa, quien
demandó a diversos medios de comunicación y llegó a prohibir que se otorgara
publicidad estatal a los medios privados, o Evo Morales, quien gobierna Bolivia
desde 2006 y aspira a la reelección. Este año, ante las repetidas denuncias de
asfixia económica por parte de los medios locales que no reciben publicidad
oficial, Morales escribió en su cuenta de Twitter: “Medios que no reciben
publicidad del Estado son los que mienten, insultan, difaman y desprestigian
autoridades”.
La
mayoría de los medios mexicanos han dependido de la publicidad pública durante
tanto tiempo que no sobrevivirían sin los aportes del gobierno, lo que le
otorga a los funcionarios una gran influencia para presionar sobre la cobertura
de ciertas noticias y dejar a un lado otras informaciones, dicen los analistas,
reporteros y dueños de medios.
“Este
es un problema económico”, dijo Carlos Puig, columnista del periódico Milenio,
un diario que recibe fondos del gobierno sustanciales. “El modelo
estadounidense clásico no existe aquí”.
El
año pasado, estalló una protesta pública luego de que un alto funcionario del
gobierno fue a las oficinas de Milenio para quejarse por una noticia. El
artículo, que criticaba una iniciativa nacional contra el hambre, fue retirado
del sitio web del periódico inmediatamente después de la visita.
La
noticia volvió a ser publicada más tarde, con un titular mucho menos negativo.
El periódico dijo que la razón era simple: el artículo era “deplorable”, un
intento inexacto y “vulgar” de difamar a un funcionario por lo que se
disculpaban con sus lectores. Pero los periodistas y defensores de la
democracia, citando el poder de la publicidad del gobierno, se quejaron y el
periodista renunció en señal de protesta, alegando que había sido censurado.
Finalmente, el título original fue restaurado.
La
interferencia gubernamental directa, a menudo es innecesaria. Un 68 por ciento
de los periodistas mexicanos dijeron que se censuraban, no solo para evitar ser
asesinados, sino también por la presión de los anunciantes y el impacto en los
ingresos de los medios, según un estudio realizado a lo largo de tres años por
académicos mexicanos y estadounidenses.
El
funeral de Javier Valdez Cárdenas, un periodista premiado que fue asesinado a
balazos en mayo. En México, la violencia contra la prensa es generalizada.
Credit Hector Parra / Agence France-Presse - Getty Images
Francisco
Pazos trabajó durante varios años en Excélsior, uno de los periódicos más
grandes y antiguos de México. Cuenta que uno de los momentos más frustrantes de
su carrera sucedió a fines de 2013, cuando el gobierno estaba en medio de una
lucha para aumentar el costo del pasaje en el transporte público.
Pazos
dijo que trató de explorar en detalle la ira de los pasajeros, hasta que un
editor lo detuvo, diciéndole que el periódico ya no cubriría la controversia.
“Llegué
a entender que había temas que simplemente no podía cubrir”, dijo Pazos. “Y,
finalmente, dejé de buscar ese tipo de noticias. Finalmente, tú mismo te
conviertes en parte de la censura”.
Muchos
propietarios y directores de medios dicen que tienen tan pocas fuentes
independientes de ingresos aparte del gobierno que se enfrentan a una dura
elección: asfixiarse por la falta de recursos o sobrevivir como cómplices de su
propia manipulación.
“Por
supuesto, el uso del dinero público limita la libertad de expresión, pero sin
ese dinero público no habría medios en México”, dijo Marco Levario, director de
la revista Etcétera. “Todos somos cómplices en eso”.
El
modelo significa que algunos medios de comunicación apenas pueden permitirse
mantener sus propios principios. Hace veinte años, el diario La Jornada era uno
de los más apreciados en el país, una voz crítica y una lectura obligada para
los intelectuales y activistas que caminaban por la ciudad con el periódico
bajo el brazo.
Pero
los años no han sido amables con ese diario. Hace unos años, estaba muy cerca
de la ruina financiera. Luego, el gobierno intervino rescatando la publicación
con más de 1 millón de dólares en publicidad oficial y, según los críticos,
afectando en el proceso la independencia editorial.
“Ahora
se adueñaron de ellos”, dijo Levario. “El periódico ha sido como un portavoz
del presidente”.
Otros
vínculos comerciales unen a los medios de comunicación con el gobierno. Muchas
empresas de medios forman parte de conglomerados más grandes que construyen
carreteras u otros proyectos públicos. La misma persona propietaria de Grupo
Imagen —una organización que tiene estaciones de radio, canales de televisión y
varios medios impresos— también es propietaria de Prodemex, una importante
empresa de construcción. Ha ganado más de 200 millones de dólares en los
últimos cinco años con la construcción de instalaciones gubernamentales y
desempeñará un papel importante en la construcción del nuevo aeropuerto de
Ciudad de México.
Tanto
La Jornada como Grupo Imagen, que es la empresa matriz de Excélsior, no
respondieron a las repetidas solicitudes de entrevistas para este trabajo.
La
Suprema Corte de Justicia de la Nación abordó recientemente el tema de la
publicidad oficial al dictaminar en noviembre que el gobierno debe cumplir con
la promesa del presidente de regular el flujo de dineros públicos de una manera
imparcial.
“La
ausencia de regulación en la publicidad oficial permite el uso arbitrario de
los presupuestos de comunicación, lo que indirectamente restringe la libertad
de expresión”, dijo Arturo Zaldívar, un juez de la Suprema Corte.
En
un comunicado, la oficina del presidente se refirió a la publicidad oficial
como una forma de promoción con respaldo constitucional que le permite informar
y educar al público sobre sus labores. Pero rechaza la afirmación de que ese
gasto distorsiona la cobertura de los medios de asuntos importantes o asfixia
la libertad de expresión de cualquier manera.
“Todos
los días los periodistas de México cuestionan, con absoluta libertad, las
acciones del gobierno y las de nuestros representantes, incluido el
presidente”, se lee en el comunicado. “Hay una crítica permanente de los
periodistas mexicanos hacia el gobierno. Con solo abrir cualquier periódico,
encender la televisión e ir a las redes sociales, eso puede verificarse”.
Poco
después de su elección, el equipo de Peña Nieto ideó un plan para regular el
gasto de los medios, según tres personas familiarizadas con la propuesta.
Pero
Aurelio Nuño, el exjefe de gabinete del presidente y exsecretario de Educación
Pública, dijo que la propuesta nunca avanzó lo suficiente como para convertirse
en el borrador de una ley que pudiera cambiar esa situación. El esfuerzo fue
subsumido por otras promesas de campaña y se quedó atrás, dijo.
‘CALENTAR’ A LOS POLÍTICOS
La
mayoría de los medios de comunicación han dependido de la publicidad oficial
durante tanto tiempo que no sobrevivirían sin los aportes del gobierno. Credit
Hector Guerrero / Bloomberg
Como
jefa de reclutamiento en el periódico Reforma, Diana Álvarez se ha acostumbrado
a la definición flexible del periodismo en México.
Ella
cuenta que hace unos años entrevistó a una joven que trabajaba en un gran
periódico de Ciudad de México. La mujer, que tenía una maestría en periodismo,
dijo que su trabajo en el periódico consistía en crear archivos de recortes de
prensa negativos sobre los gobernadores de todo el país.
Esos
archivos se le entregaban al departamento de ventas del periódico que luego se
acercaba a los gobernadores para venderles “planes de cobertura” para mejorar
su imagen pública, explicó la joven.
Álvarez
citó más ejemplos. Un candidato a editor se jactó de que sabía cómo trabajar
sus relaciones con los políticos para obtener más dinero publicitario.
Lo
definía como “calentarlos”, lo que implicaba mostrarle a los políticos una
noticia crítica que su periódico planeaba publicar. Luego, como le explicó a
Álvarez, un contrato publicitario con su periódico que le ayudaría a “apagar el
fuego”.
Sin
embargo, otro solicitante, un exempleado del gobierno, dijo que sabía cómo
“tratar a la prensa”, recordó Álvarez. Le contó cómo había estado a cargo de
distribuir sobres llenos de efectivo para los periodistas.
“Me
gustaría poder decir que estos son casos aislados, o solo algunos, pero no es
así”, dijo Álvarez. “Hay muchos como ellos que hablan de esas prácticas de una
forma en la que te percatas de que las han normalizado”.
Daniel
Moreno, director de la publicación digital Animal Político, dice que no recibe
casi nada de dinero del gobierno federal, y cantidades relativamente pequeñas
de los gobernadores estatales.
No
es porque no quiera el dinero, dice Moreno. Es solo que el tipo de cobertura
crítica que su equipo de noticias hace no es recompensado con contratos
gubernamentales, sostiene.
Recientemente,
Moreno dijo que recibió una llamada de funcionarios del estado de Morelos —que
invierte cerca de 3000 dólares al mes en publicidad en su medio—. La esposa del
gobernador estaba atravesando un momento complicado por las afirmaciones de que
estaba politizando la ayuda para las víctimas del terremoto, una acusación que
ella rechazó, por lo que un funcionario estatal sugirió que Animal Político
debía hacer algunas noticias positivas.
Moreno
rechazó cortésmente la propuesta. “Estaban bastante ofendidos”, dijo
encogiéndose de hombros. “Y estoy seguro de que el dinero se ha ido”.
Aun
así, les fue mejor que con la mayoría de los estados, dijo Moreno. Como
política, Animal Político despliega una notificación en las piezas que se pagan
por publicidad, por lo que los lectores saben que el trabajo no es periodismo
independiente, dijo.
Pero
funcionarios de los estados de Chiapas, Oaxaca y Sonora se han negado a pagar
por el contenido a menos de que se publique sin la advertencia, dijo. Y Moreno
se ha negado. “He perdido más dinero de esa manera del que he ganado”, dijo
entre risas.
Este
mes, las organizaciones de noticias se unieron para denunciar la violencia
contra la prensa en México, donde los asesinatos de periodistas alcanzaron un
récord este año. Un total de 39 grupos de medios firmaron un comunicado.
Pero
algunos medios, como Animal Político, no se unieron porque insistieron en agregarle
al mensaje algunas líneas adicionales sobre el daño que la publicidad oficial
le hace a la libertad de expresión.
Se
produjo un pequeño alboroto, dijeron. Algunos grandes periódicos que dependen
en gran medida del dinero del gobierno se opusieron.
Finalmente,
la carta fue enviada sin las líneas, y sin la firma de Moreno y sus
colaboradores. Aparentemente, los medios noticiosos no estaban dispuestos a
desafiar su sustento.
UNA REVELACIÓN QUE PLANTEA PREGUNTAS
Ricardo
Anaya, candidato presidencial del Partido Acción Nacional: "No se puede
competir con un gobierno que le paga 500 millones de dólares al año a los
medios". Credit Yadín Xolalpa / El Universal, vía Associated Press
El
23 de agosto, Ricardo Anaya, presidente del opositor Partido Acción Nacional
(PAN) y ahora candidato a la presidencia en las elecciones del próximo año, se
despertó con la noticia de que su nombre y su familia estaban en la portada de
El Universal, un importante periódico del país.
La
noticia entraba en detalles sobre el imperio de bienes raíces de su suegro y,
más específicamente, las formas en que la carrera política de Anaya había
ayudado a impulsar esa fortuna.
El
relato era familiar en México: un líder político que había utilizado su
influencia para enriquecerse a sí mismo y a su familia. El Universal expuso las
direcciones y los valores de las diversas propiedades, e incluso publicó fotos
de su familia extendida, 14 personas en total. Los medios de comunicación de
todo el país divulgaron la historia.
Lo
único que le faltó al reportaje, según dictaminó un tribunal, fue precisión.
Anaya logró demostrar que gran parte de la información era errada, sesgada o
simplemente incorrecta. Mientras que sus suegros poseían claramente una serie
de propiedades, muchas de ellas habían sido adquiridas antes de que comenzara
su carrera política, según demostraron los registros públicos.
Según
Anaya, lo más desconcertante eran las fotografías de su familia. Por lo que la
familia sabía, nunca habían sido publicadas. De hecho, se parecían bastante a
fotos de pasaporte.
Como
esas fotos estaban en manos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, que
emite los pasaportes, Anaya sospechaba que sus rivales en el gobierno le habían
filtrado las fotos al periódico.
“Están
tratando de destruir mi carrera política con esta campaña”, afirmó. “No se
puede competir con un gobierno que le paga 500 millones de dólares al año a los
medios”.
Durante
los siguientes dos meses, el periódico le dedicó más de 20 portadas a Anaya,
acusándolo de malversar fondos públicos, beneficiarse financieramente de su
posición y dividir a su partido.
Anaya
presentó una demanda. En octubre, el tribunal determinó que El Universal había
tergiversado la riqueza de sus suegros y acusó erróneamente a Anaya de utilizar
su cargo para beneficiarlos.
El
Universal afirmó que tenía derecho a publicar la noticia amparándose en la
libertad de expresión, un argumento que el juez cuestionó porque el periódico
“no había basado su investigación en hechos”. El diario apeló la decisión del
tribunal.
Este
caso plantea preguntas sobre la confianza en los medios de comunicación, en un
país en el que reciben tanto dinero de la publicidad gubernamental.
El
Universal recibe más publicidad gubernamental que cualquier otro periódico de
la nación, alrededor de 10 millones de dólares el año pasado, reveló Fundar.
Los críticos argumentan que el diario se ha convertido en algo así como un
perro de ataque del gobierno para las elecciones presidenciales del próximo
año.
Según
el periódico, esa sugerencia es “falsa y ofensiva”. La publicidad oficial “no
afecta de ninguna manera la línea editorial del periódico”, dicen los voceros
del medio y agregan que “los pensadores de todos los partidos políticos” están
representados en sus páginas.
No
todos sus periodistas están de acuerdo. En julio, media docena de columnistas
anunciaron sus renuncias en protesta por lo que calificaron como cobertura
parcial, diciendo que los propietarios habían destruido la credibilidad de la
institución.
José
Antonio Meade, candidato del PRI a la presidencia. El editor de investigaciones
de El Universal renunció porque cree que el periódico está demasiado cerca de
ese partido, dicen sus colegas. Credit José Méndez / European Pressphoto Agency
Salvador
Frausto, un exeditor de investigación que ganó muchos premios en el periódico,
también se marchó. Sus colegas dijeron que estaba claramente incómodo con lo
cerca que estaba el periódico del PRI y su nuevo candidato presidencial, José
Antonio Meade.
La
persona que remplazó a Frausto como el nuevo editor de investigación fue
recientemente un funcionario de prensa en la Secretaría de Relaciones
Exteriores, según su perfil de LinkedIn.
Y
el director de noticias de El Universal tiene vínculos estrechos con el nuevo
candidato: su esposa era la jefa de prensa internacional de Meade en la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público de México.
El
diario dice que no hay conflicto de intereses y que no tolera la cobertura
parcial de ningún tipo.
Pero
no es la primera vez que los reporteros del periódico cuestionan su
independencia. Los periodistas contaron que en 2012, cuando Peña Nieto se
postulaba para su cargo actual, los editores y directores de noticias
comenzaron a cambiar las columnas que eran críticas con el candidato sin
advertirles, a veces en el último momento.
“La
razón por la que terminé renunciando al periódico es que ya no sentía que tenía
garantizado un espacio libre”, escribió Andrés Lajous, un estudiante de
doctorado de la Universidad de Princeton, en un artículo que relata lo
sucedido.
‘FUERON LOS FEDERALES’
Una
vigilia por las personas que murieron en enfrentamientos con la policía federal
en el estado de Michoacán. Credit Rebecca Blackwell / Associated Press
Los
testigos lo definieron como una ejecución. En enero de 2015, Laura Castellanos,
una periodista premiada, fue enviada por los editores de El Universal a cubrir
un par de tiroteos en los que estaba involucrada la policía federal.
En
ese momento, los grupos de autodefensa habían tomado las armas para luchar
contra el crimen organizado y Castellanos, que había escrito extensamente sobre
el tema, era considerada una experta.
Pasó
10 días reporteando la noticia contactando a sus viejas fuentes y entrevistando
a los testigos en el estado de Michoacán, donde murieron 16 personas y docenas
resultaron heridas.
El
tema fue especialmente delicado porque un aliado cercano del presidente,
Alfredo Castillo, que había sido designado para supervisar la situación de
seguridad en Michoacán, afirmó que las muertes se produjeron en un tiroteo con
asaltantes armados.
Castellanos
dijo que grabó entrevistas con 39 personas —víctimas, transeúntes, trabajadores
de hospitales— y llegó a una conclusión distinta. La policía federal ejecutó
sumariamente a sospechosos desarmados, incluidos algunos que se rindieron de
rodillas y con los brazos arriba, según lo que refleja su investigación.
Después
de días de edición y verificación de datos, dijo que el reportaje estaba listo
para publicarse. Pero eso no sucedió.
Castellanos
y sus editores no se sorprendieron. Peña Nieto ya estaba bajo una fuerte
presión pública por su manejo de la desaparición de los 43 estudiantes
universitarios, así como por la compra que hizo su esposa de una casa
multimillonaria a un importante contratista del gobierno.
Pero
después de dos meses y medio —durante los cuales una de sus fuentes fue
torturada y asesinada, según contó la reportera— Castellanos comenzó a
preocuparse porque su reportaje nunca se publicara.
Al
consultar con abogados dijo que descubrió una laguna en su contrato que le
permitió publicar el material en otra parte.
Uno
de los pocos medios dispuestos a contar esa historia fue el sitio web fundado
por Carmen Aristegui, otra periodista galardonada, que perdió su trabajo en una
estación de radio después de revelar el caso de la casa de la esposa del
presidente.
La
periodista Carmen Aristegui aceptó publicar un reportaje de investigación que
otros medios no quisieron divulgar. El día de la publicación su sitio web dejó
de funcionar. Credit Edgard Garrido / Reuters
Pero
en la mañana en la que se programó la publicación del reportaje de Michoacán,
con el titular “Fueron los federales”, el sitio web de Aristegui dejó de
funcionar.
Eventualmente,
descubrieron lo que sucedió: el sitio web fue intervenido.
Finalmente
el reportaje se publicó, pero es un caso que suscita preguntas sobre la
independencia editorial en un país inundado de publicidad gubernamental.
Ni
los asesinatos ni el hackeo se resolvieron por completo. El Universal dijo que
no había publicado el trabajo de Castellanos porque no cumplía con los
estándares del periódico.
Al
año siguiente, el reportaje de Castellanos fue distinguido con el Premio
Nacional de Periodismo en la categoría de periodismo de investigación, uno de
los galardones más prestigiosos del país.
Paulina
Villegas colaboró en este reportaje.
(THE
NEW YORK TIME EN ESPAÑOL/ AZAM AHMED /25 DE DICIEMBRE DE 2017)
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