La tragedia humana tiene cara
de incompetencia y rivalidades políticas en Morelos. En el centro de la
denostación e ira se encuentra el Gobernador Graco Ramírez, pero no puede dejar
de incorporarse en el coctel lesivo a su esposa Elena Cepeda, descrita
públicamente como déspota, y al comisionado de Seguridad Pública, Alberto
Capella, el detonador de la crisis política por la manera absurda y represiva
con la que, para esconder las vendettas de su jefe, incendió la sensible
pradera. El trío logró que en el momento de una de las peores crisis en el
centro del País en los últimos 30 años, la indignación contra ellos fuera tan
grande que distrajo atención de las acciones de rescate y apoyo a una población
devastada por el sismo del 19 de septiembre, los enfrentara y marchara sobre
ellos. El gobierno de Ramírez se convirtió en unos cuantos días, en un gobierno
fallido.
El desastre de Morelos,
narrado por personas que conocen los entretelones de la política estatal,
comenzó el jueves, cuando Gabriel Rivas, ex Diputado del PRD, actualmente
vinculado a Morena y vocero de la Asociación Civil Morelense “Gustavo Alejandro
Salgado Salgado”, entró a uno de los centros de acopio del DIF en Cuernavaca
para sacar la ayuda y distribuirla directamente, porque no se estaba
repartiendo. Para ese momento, llovían las acusaciones contra el gobierno, y en
particular contra la señora Cepeda, de que estaban administrando la ayuda
solidaria de la ciudadanía con fines electorales. No escapaba que el hijo de la
señora Cepeda, Rodrigo Gayosso, quiera ser el candidato a Gobernador que suceda
a su padrastro.
La primera acción de fuerza
contra Rivas, un agitador profesional viejo amigo de Ramírez, con quien trabajó
para la destitución del Gobernador Jorge Carrillo Olea en los 90, fue alrededor
de las cinco de la tarde del jueves. De acuerdo con el gobierno morelense,
Rivas, junto con las Vicentinas –una orden de caridad de monjas, totalmente
apolíticas-, habían impedido que un tráiler de ayuda de Michoacán pudiera ser
descargado en las bodegas del DIF estatal. El reporte de la prensa es que la
gente lo descargó y colocó agua y víveres en sus vehículos para distribuirlas
en varias zonas afectadas en el estado. Ramírez acusó a Rivas de “asaltar” la
bodega.
Lo que siguió hundió aún más
al Gobernador. La señora Cepeda, directora del DIF estatal, añadió la prensa de
Cuernavaca, ordenó que la ayuda que llegara del País fuera almacenada en una
bodega, y Capella comenzó a detener los tráileres. Una hora después de
comenzado todo, el Secretario General de Gobierno, Matías Quiroz Medina,
escribió en su cuenta de redes sociales que “habían identificado” al líder de
quienes liberaron los víveres, a quienes calificó de “saqueadores”. La señora
Cepeda afirmó que denunciaría penalmente a los “saqueadores”. La ceguera
política e insensibilidad de las autoridades morelenses se enfrentó con la
decisión de la ciudadanía de enfrentarlos.
Para el viernes, Cuernavaca
hervía mientras el imppacto del sismo comenzaba a mostrar los estragos en
Morelos. Videos tomados por la gente mostraban toneladas de víveres en bodegas
sin ser distribuidos. Para entonces ya era irrelevante si las imágenes
correspondían al momento o no. La ira iba creciendo. Capella insultó a quienes
llevaban víveres al estado, al instarlos a no hacer “turismo sísmico”, y pedir
que no viajaran al estado porque lo único que hacían era estorbar el trabajo
que estaba haciendo el gobierno. A nadie importó. En varias partes de
Cuernavaca hubo connatos de enfrentamiento entre ciudadanos y policías. Capella
insistió en politizar los incidentes y acusó a trabajadores del municipio de
Cuernavaca, a quienes nunca identificó, de ser los responsables de asaltar los
tráileres, aunque horas después reculó y dijo que sólo eran rumores.
El Gobernador Ramírez no lo
contuvo. La noche del viernes, el comisionado de Seguridad Pública, frente a la
creciente acción ciudadana de tomar los tráileres y llevarlos a distintas
comunidades para su distribución, dijo que no lo permitiría y que “impondría el
orden”, para lo cual anticipó que la policía realizaría operativos para, en
castellano claro, hacer redadas contra quienes tenían identificados como
autores intelectuales. Es decir, los adversarios políticos del Gobernador. La
acción policial fue insuficiente. Si antes, cuando detuvieron los tráileres que
liberaron Rivas y las Vicentinas tuvieron que dejarlos ir por la tensión que
estaba creando la policía, tampoco hubo forma que pudieran impedir que el
viernes por la noche unas 500 personas se enfrentaran con 30 policías en las
instalaciones del DIF, donde no evitaron que se llevaran la ayuda para
distribuirla.
Capella decía que la razón
por la cual había sacado a la policía a las calles era para “proteger” las
donaciones. Lo ignoraron. La sociedad se organizó con otras instituciones no
gubernamentales. El seminario conciliar de Cuernavaca sirvió como centro de
acopio. Empresarios como Alfredo Harp, a través de su fundación, llevó
directamente donaciones a zonas afectadas. Instalaciones deportivas como el
Aqua Splash de la familia Abe, fueron transformadas en albergues en Jojutla.
Los mormones levantaron un albergue en Cuautla, y el Centro Cristiano hizo su
propio acopio para hacer entregas directas a poblaciones. En los pueblos fueron
los mayordomos –electos por la población-, los ayudantes municipales y los
comités de las iglesias, quienes comenzaron a entregar la ayuda a la gente.
La sociedad se organizó
mientras el gobierno luchaba contra sus enemigos políticos sin atender con la
celeridad exigida a las víctimas del sismo. Morelos sufre enormemente las
consecuencias del desastre natural, pero no debe sufrir lo mismo por la
incompetencia de sus gobernantes.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 25/09/2017 | 04:08 AM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario