En su cuenta de Twitter,
@Dolorcillo publicó el domingo la fotografía de una perra labradora cuyo hocico
estaba tratando de meter una tarjeta bancaria en un cajero automático. La
fotografía pretendía probablemente ilustrar uno de los tantos momentos curiosos
o insólitos que suceden cotidianamente, pero @Dolorcillo, que tiene la
respetable cantidad de más de 245 mil seguidores, escribió con cruel sagacidad:
“Captaron a Frida cobrando todo lo que le pagó el PRI para distraer al pueblo”.
Se refería a “Frida”, la perra labradora de seis años de edad de la Marina, a
la que acreditan el rescate de 52 personas de entre los escombros que dejó el
sismo del 19 de septiembre en la Ciudad de México, y que durante 10 días ha
sido protagonista en los medios de comunicación mexicanos e internacionales. El
heroísmo de un animal entrenado para salvar vidas, hoy sujeto de
descalificación y politización de la vida pública mexicana.
No hay filtros, ni tampoco
límites. Se vio en la respuesta ciudadana ante los sismos. Escasas 72 horas
después de volcarse en apoyo para quienes se habían quedado sin patrimonio ni
qué comer, la enjundia se detuvo y reorientó su energía. Los centros de acopio
federales y del Gobierno de la Ciudad de México dejaron de recibir
aportaciones, mientras surgían nuevas formas de organización ciudadana que
mantuvieron las tareas de apoyo y reconstrucción de manera privada, que después
de su primera reacción sanguínea regresaron a la incredulidad en las
instituciones. La Marina, la institución mejor calificada por los mexicanos,
pagó el costo por la invención de la niña “Frida Sofía”, y las críticas en su
contra en las redes sociales. Una encuesta difundida la semana pasada por
GEA-ISA, reveló que el 40 por ciento de los mexicanos, obtuvo su información,
precisamente, en las redes sociales.
La encuesta reportó que sólo
el 17 por ciento de los mexicanos en las seis entidades más afectadas por los
sismos, reconocían el trabajo de marinos y soldados en los sismos, aunque
jugaron un papel central en las tareas de rescate y de apoyo en los albergues.
Todo lo que era oficial terminó apestando. El estudio mostró las
contradicciones del momento mexicano al preguntar sobre cómo se calificaba la
forma como el Presidente Enrique Peña Nieto respondió a la emergencia. El 53
por ciento dijo que había sido “buena” y el 3 por ciento que había sido “muy
buena”, contra el 32 por ciento que la calificó de “mala” y 10 por ciento “muy
mala”. Pero cuando le preguntaron a los entrevistados si su intervención había
cambiado su percepción sobre su Gobierno, seis de cada 10 dijeron que su
opinión, que es mala, no había cambiado en absoluto.
No importa lo que se haga, el
resultado final no es positivo para el Gobierno. Peña Nieto ha dicho
coloquialmente que nada satisface a los mexicanos y que no importa loo que
haga, la valoración será negativa. Todo apunta a que esa afirmación lo
perseguirá hasta el final de su Gobierno. La pregunta es si obedece a una mala
percepción que existe sobre su Gobierno, o es algo más profundo. Quizás es la
combinación de los factores. Las nuevas organizaciones sociales que están
surgiendo estos días tienen como eje la transparencia. Les preocupa la opacidad
y les interesa que todo lo que hagan quede registrado en forma pública para que
se realice la rendición de cuentas sin restricción alguna. Aunque ese discurso
abunda en la arena pública, no es algo que se aplique. Al contrario.
El hartazgo que se ha visto
en las dos últimas semanas con las instituciones y en particular los gobiernos,
no es resultado de una coyuntura o de un momento específico. El Índice de
Competitividad del Foro Mundial Económico, que coloca a México en el lugar 51
de 137 economías analizadas, lo evalúa de manera más negativa en otras
variables clave, como es la fortaleza de sus instituciones. En este capítulo lo
sitúa en el lugar 127, que ayuda a entender el por qué fue tan acelerada la
forma como la sociedad comenzó a dudar, criticar y reaccionar preventivamente
contra los gobiernos en los primeros días del sismo.
El Gobierno de Peña Nieto no
ha revertido esa tendencia durante el sexenio. De hecho, la ha profundizado. El
año pasado, el índice tenía a México en el lugar 116; es decir, cayó 10 lugares.
El año previo se ubicó en el lugar 109; o sea, perdió siete lugares entre 2015
y 2016, y 18 entre 2015 y 2017. Más grave es cuando se ve en qué lugar entregó
el país el Presidente Felipe Calderón a Peña Nieto: 92. Bajo Peña Nieto, la
caída en la fortaleza de las instituciones ha sido de 25 lugares. Si las
instituciones han perdido credibilidad, fuerza y valor para los ciudadanos,
¿por qué su reacción durante los sismos tendría que ser diferente?
La descomposición del
Gobierno, ante la cara de la sociedad, es mayor por la creciente percepción de
que la administración de Peña Nieto ha sido obscena en corrupción. En cinco
años de Gobierno, de acuerdo con el mismo índice, la percepción sobre la
corrupción en el peñismo es casi 25 por ciento mayor que la que había durante
el calderonismo. Corruptos, ladrones e impunes, parece ser la sentencia. ¿Puede
haber un cóctel más explosivo? Frente a la percepción ciudadana no hay
antídotos, como acciones que neutralicen y reviertan los patrones que se están
viendo. Por eso se entiende que el mensaje de @Dolorcillo en Twitter no sea una
ironía, sino la síntesis del hartazgo ciudadano.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ Raymundo Riva
Palacio/ 03/10/2017 | 02:00 AM)
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