Si los trabajos de los
abuelos del PRI para reorganizar a México fueron loables y dramáticos, funcionaron
en buena medida, hoy no sirven más. No es que actualmente existan mejores
partidos: todos están hechos a su imagen y semejanza, hasta los más recientes o
los que están más decididos a vencerlo. Los padecemos, son perversos, carecen
de ética y de proyectos nacionales. Buscan el poder y el dinero. Viven para
engañarnos y lo permitimos.
Muchos pensamos que la
derrota que Vicente Fox le infligió al PRI, le impediría el retorno a Los
Pinos, pero el caso es que el Revolucionario Institucional supo regresar, sin
duda, porque las opciones de los mexicanos no son muchas. El PRI es un asco, el
PAN, el PRD, Morena y demás no son diferentes, sólo mienten y engañan con un
lenguaje apenas distinto.
El PRI perdió la agresividad
que digamos con optimismo todavía poseía en la época remota de Adolfo López
Mateos. Díaz Ordaz fue quien le dio el tiro al partido que lo condujo a la
Presidencia. Quienes lo siguieron han sido afortunados, ninguno tenía los méritos
para dirigir un país enorme, con grandes masas de pobres, millones en
condiciones de extrema miseria, con sólo demagogia y corrupción. Al
oficializarse el viejo partido “revolucionario”, dejó atrás los sueños y
esperanzas de quienes fueron a la lucha armada. Con desfachatez, encaminó sus
pasos hacia la derecha, nunca dejó de falsificar la realidad y jamás se atrevió
a llevar a cabo una transformación profunda. El partido se hizo cínico,
comodino y como siempre toleró la corrupción dizque para evitar escándalos que
lo hicieran perder “prestigio”. Dos periodos panistas después, la historia le
dio otra oportunidad, la que actualmente vivimos y ninguno ha dado un paso para
rehacer el partido, modificar positivamente el rumbo del país, ponerlo a salvo.
Ahora, en las pasadas
elecciones, la sociedad les anticipa el castigo que viene: perderán la
Presidencia. Esto al parecer lo sabe Manlio Fabio Beltrones y algunos
periodistas críticos y no complacientes. Nadie más parece percatarse. En su
renuncia al cargo, Beltrones dejó un mensaje que, a decir verdad, era cifrado a
sus compañeros. Al recuperar la tradición presidencialista, el organismo es más
una fábrica de empleos que parte de un proceso de amplia renovación social y
política. ¿Cómo es posible que la extrema derecha, el PAN, aliado a una
imaginaria “izquierda” pudiera vencerlos en varios estados importantes como
Veracruz? Porque en la cúpula prefieren manejarse con discreción y sin audacia,
a diferencia de sus enemigos tradicionales, por cierto, siempre dirigidos por
ex priistas. Si Peña Nieto, el día de su unción como mandatario, muestra fuerza
y arrojo, pide perdón a México por los errores cometidos, los crímenes impunes,
promete y cumple acabar con la eterna corrupción, no teme eliminar a quienes
utilizan al Estado para hacer negocios y enriquecerse, le permite a la sociedad
expresarse, las cosas tendrían otro camino. Peña Nieto es de nuevo un
“solitario en palacio”, alejado de las masas que ya le reclaman a diario,
sometido al fuego de medios perversos y de rivales demenciales como AMLO y
Agustín Basave. Con facilidad, los jóvenes le endilgan responsabilidades que no
tiene, pero él y sus colaboradores más cercanos no se atreven a debatir con sus
rivales, sólo los dejan crecer mientras la Presidencia y el gabinete, los
gobernadores priistas, se achican y pierden ante charlatanes como El Bronco.
La voz de Manlio Fabio
Beltrones regaña en el desierto, ahora su lugar lo ocupa una parienta de Peña
Nieto con escasa experiencia y desconocimiento del país. Quedamos en manos del
“inexistente grupo Atlacomulco”. Si alguien de pronto quiere salir de la rutina
priista lo intenta con timidez y tampoco halla oídos sensibles. El PRI que nos
gobierna es una suma de perversiones e incapacidades en donde el ex presidente
del partido se pregunta: ¿Por qué nos odian? Muy buena parte del país ha
sufrido represiones, carencias, inseguridad, ha sido saqueada por funcionarios
priistas. Si hay “traiciones”, la culpa es de quien las toleró. El PRI no
conoce la autocrítica, es experto en autocomplacencias, en el optimismo
fingido. Busca la salvación en políticos que deberían estar en la cárcel y no
en altos cargos. En suma, gobierna de espaldas a la realidad y eso le permite a
los más charlatanes adueñarse gradualmente del país o de estados de gran
poderío.
Manlio Fabio Beltrones, si
desea ser presidente, tendrá que pensar en la ya famosa salida de fingirse
independiente, como Mancera, y crear su propia candidatura, la otra, la buena,
saldrá de Los Pinos y a no ser que haya cambios radicales y decisiones
valientes, está destinada a la derrota. El PRI no entiende ni entenderá que
lleva gran retraso, que debió ser refundado hace sexenios. Pero no, supone que
va por buen camino, mientras la victoria se desvanece.
El PRI nunca ha sido autónomo,
lo maneja el presidente en turno. Acaso lo haya sido un tanto el PAN. El PRD
siempre ha tenido por dueño a caudillos de viejo cuño, atrasados, ex priistas y
proclives a la charlatanería. Sin embargo, usan un lenguaje de apariencia
renovadora y cometen desatinos y crímenes que con facilidad le endilgan al
presidente de México. Peña Nieto y su partido no saben cómo reaccionar y cuando
lo hacen, es demasiado tarde. Ninguno es estadista, son funcionarios menores,
burócratas sin estilo. Pugnemos por lo imposible: un país sin partidos.
(DOSSIER POLITICO/ René Avilés Fábila
/Crónica/2016-07-06)
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