Las cosas definitivamente no
estaban planeadas que sucedieran de la forma como se acomodaron, pero el
conflicto en Oaxaca se convirtió en el primer laboratorio de pruebas para tres
aspirantes a la candidatura presidencial del PRI en 2018: los secretarios de
Gobernación, Educación y Desarrollo Social. El Presidente Enrique Peña Nieto
puede ver en privado y en público su desempeño y la forma como la mejor
estrategia resulta en los mayores beneficios para el Gobierno. El desafío es
grande, por la complejidad del conflicto en Oaxaca y el dilema de usar la
fuerza o la negociación que corre contra el tiempo y la credibilidad
gubernamental para superarlo.
El nuevo conflicto en Oaxaca
inició, como hipótesis de trabajo, en la búsqueda de posicionamiento del
Secretario de Educación, Aurelio Nuño, en la carrera presidencial. Peña Nieto,
que se había resistido a soltarlo para que caminara solo, le abrió la puerta
para que mostrara sus alas para volar. Nuño había sido una pieza central en la
negociación del Pacto por México, pero no era mismo operar en la sombra del
Presidente, que encontrarse solo en el aparador. Comenzó muy bien Nuño, pero se
engolosinó. Se embarcó en una lucha frontal contra los maestros disidentes y
los vio heridos de muerte. Entonces convenció al Presidente que meter a la
cárcel a los líderes de la Sección 22, Rubén Núñez y Francisco Villalobos,
sería el final de la disidencia magisterial. El Secretario de Gobernación,
Miguel Ángel Osorio Chong se oponía, pero Peña Nieto le creyó a Nuño.
Su captura a mediados de
junio cambiaron el metabolismo de la protesta. Una semana después de sus
detenciones, ardió Oaxaca con Nochixtlán y sus nueve muertos y decenas de
heridos, como el emblema de la intolerancia. Molesto con Nuño, Peña Nieto
encargó a Osorio Chong restablecer el orden, quien desplazó a Nuño, retomó la
comunicación con la disidencia magisterial, e invitó a sus líderes a un
diálogo. Nuño estaría excluido, y su único representante, Mauricio Dávila, jefe
de su Oficina, fue un convidado de piedra. El planteamiento público del
encuentro incorporaba una agenda falaz: no sería un diálogo sobre Educación,
sino por la recuperación de la estabilidad y la paz social en Oaxaca.
Al encuentro con Osorio Chong
fue una treintena de líderes magisteriales de todo el País. La primera demanda
fue la derogación de la Reforma Educativa. Osorio Chong quiso repetir lo que
hizo Manuel Camacho cuando en 1994 convenció al entonces Presidente Carlos
Salinas que lo nombrara comisionado para la Paz en Chiapas y establecer una
mesa de negociación con el EZLN. La estrategia fue ganar tiempo y mantener al
EZLN sentado en la mesa de diálogo mientras se llevaba a cabo la elección
presidencial. Osorio Chong no tiene el talento que tenía Camacho, ni tampoco
los tiempos estaban tan claros. En 1994, era vender el cielo azul durante seis
meses y posteriormente administrar el conflicto en eternas pláticas en San
Cristóbal de las Casas. En 2016 no existe aquél horizonte y no encontró Osorio
Chong qué ofrecerles a cambio del desgaste político.
Si los primeros días fueron
de esperanza para restablecer la paz, la falta de una operación política que
contuviera a los maestros mientras dialogaban, permitió que la disidencia
magisterial incrementara su presión con más bloqueos, mitines y movilizaciones.
Algo había pasado. Si a Camacho el EZLN lo trató como un prospecto real para la
Presidencia -en el escenario que el candidato priista Luis Donaldo Colosio
podría ser removido por Salinas-, a Osorio Chong no lo trataron los maestros
con similar deferencia. La falta de credibilidad entre un Gobierno y otro
mostró los costos de una Presidencia débil. Osorio Chong se quedó en el
pantano. No habría diálogo si no suspendían los maestros los bloqueos
carreteros, dijo; no habría levantamiento de bloqueos si no había un diálogo
serio, respondieron los maestros.
El Secretario amenazó con la
fuerza, pero al no cumplir, le dio tiempo a los maestros para que se burlaran
del Gobierno con una nueva estrategia: bloqueos intermitentes, de día y no de
noche, con lo que el costo político de desalojarlos, se aumentaba. Con Nuño
anulado y Osorio Chong atrapado, otro presidenciable entró al escenario, José
Antonio Meade, Secretario de Desarrollo Social. El tema fue el desabasto de
víveres y cómo resolverlo. Preparó un puente aéreo con la ayuda de su amigo, el
Secretario de la Defensa, que en tiempos de paz mostró escenas de guerra y
desgracia. Pero al final, cumplió su objetivo. Mandó alimentos a comunidades
que viven de autoconsumo, y que por esa razón, en realidad, no se estaban muriendo
de hambre.
Meade, que no tenía boleto
para este momento, aprovechó la oportunidad que se le presentó inesperadamente.
Nuño, que jugaba para ganar todo, ha perdido casi todo. Osorio Chong es un
misterio aún. Hasta ahora parece querer los repetir los fuegos pirotécnicos del
pasado, donde hay mucha escenografía, construcción de imágenes y poca
sustancia. Pero también puede estar jugando una estrategia de alto riesgo, como
la usada por el Secretario de Gobernación Luis Echeverría en 1968, de permitir
el incendio estudiantil para después apagar el fuego, y ser el inevitable
candidato a la Presidencia. No tiene la creatividad teórica de Camacho, pero sí
el manejo político corporativo de Echeverría.
Los maestros son catalizador
de esta prueba de capacidad, que le ayudará a Peña Nieto ver cómo en momentos
de crisis, los suyos salieron adelante o se hundieron.
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/ 06/07/2016 | 12:00 AM)
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