Infobae | Gabriela Esquivada
| Estados Unidos.- La periodista Kate Andersen Brower define el objeto de
estudio de su nuevo libro como "una fraternidad exclusiva". First
Women: The Grace and Power of America's Modern First Ladies (Primeras mujeres:
la gracia y el poder de las primeras damas modernas de los Estados Unidos),
publicado por HarperCollins, llegó en menos de un mes a la lista de los más
vendidos de Amazon y The New York Times.
Sobre la base de una
investigación que llevó más de 200 entrevistas y una bibliografía descomunal,
la autora presenta datos políticos y personales de diez primeras damas —cinco
republicanas y cinco demócratas— que han dado forma a esa especie de trabajo
que no se paga pero que demanda mucho y otorga enorme poder.
Aunque no tienen un cargo
oficial, ya que la Constitución de los Estados Unidos nada dice al respecto,
estas mujeres han ejercido una influencia mucho más profunda que lo que ha
mostrado la serie House of Cards: "Las primeras damas son mujeres modernas
con dificultades, alegrías, carreras, dudas, inseguridades y crisis también
modernas", escribió Brower. "Son esposas, madres que trabajan y
asesoras políticas que se transforman en celebridades internacionales sólo por
aquel con quien eligieron casarse. Por lo general se las adora, a veces se las
denigra y casi siempre son las consejeras en las que más confían sus
esposos".
Martha Washington se
consideraba una "prisionera del Estado".
A la autora le gustó
especialmente una definición de Laura Bush: si para elegir a un presidente hace
falta una nación entera, "a nosotras, en cambio, nos elige un hombre
solo".
Si bien ayudaron a que sus
maridos llegaran a la presidencia de los Estados Unidos —en 1964 Lady Bird
Johnson viajó por ocho estados del sur en un tren para hacer campaña por su
marido, y 20 años más tarde Barbara Bush ocupó 27 días de un mes con
actividades en 37 ciudades de 16 estados—, luego se las confina al Ala Este de
la Casa Blanca. "Pero Rosalynn Carter comprendió hace décadas el poder encubierto
que esgrime una primera dama. 'Aprendí —dijo— que una puede hacer cualquier
cosa que quiera'", citó Brower
Lidian con ese lugar a sus
modos particulares, según sus personalidades. "Algunas se envidian entre
sí, algunas se odian entre sí y algunas se ayudan entre sí a navegar la vida en
la Casa Blanca", se lee en el best-seller. "Hay rivalidades
improbables como la que existió entre Nancy Reagan y Barbara Bush, y amistades
sorprendentes como la de Laura Bush y Michelle Obama, y vínculos que duran una
vida entera como la amistad entre Lady Bird Johnson y Betty Ford. Y hay
relaciones plagadas de sentimientos heridos y rencores, como entre Hillary
Clinton y Michelle Obama".
Rossalyn Carter se sorprendió
al encontrar agentes del servicio secreto en la puerta de la habitación privada
de la Casa Blanca que compartía con su esposo.
UNA CÁRCEL REALMENTE LINDA
Estas mujeres que funcionan
como modelo para su sociedad no siempre están felices de hacerlo. "Martha
Washington se consideraba 'una prisionera del Estado'. Jacqueline Kennedy
proclamó: 'Si hay una expresión que quiero que no se me aplique, es primera
dama. Suena a caballo de monta'. Y Michelle Obama dice que vivir es la Casa
Blanca es como vivir 'en una cárcel realmente linda'", recopiló Brower.
La queja más común alude a la
falta de privacidad. "Rosalynn Carter recuerda que cuando se mudó a la
Casa Blanca se sorprendió al encontrar un agente del Servicio Secreto apostado
en la escalera frente a la puerta que daba a las habitaciones privadas de la familia,
y otro al pie de las escaleras, y 'muchos' en la planta inferior".
Inclusive Nancy Reagan, que
escribía con orgullo "primera dama" en el casillero de ocupación de
su declaración de impuestos, consideró que su tarea fue difícil. Cuando Ronald
Reagan llegó al poder, contaba ya con la experiencia de haber sido gobernador
de un estado importante como California. "Quizá estar en la Casa Blanca
sea 50 veces más difícil", evaluó. "Pero resultó 1000 veces más
difícil".
Hillary Clinton —quien, no
obstante, desea volver a esa residencia— dijo en 1995: "No hay manera de
imaginar siquiera cómo es vivir aquí".
Jacqueline Kennedy transformó
el papel de las primeras damas y se convirtió en una superestrella global.
Brower cubrió la Casa Blanca
para Bloomberg News y destiló sus observaciones: "La vida cambia
velozmente para estas mujeres. Rosalynn Carer recuerda que se quedó atónita
cuando, poco después de que su familia y ella se mudaran, levantó el teléfono y
le pidió a un operador de la Casa Blanca que la comunicara con 'Jimmy'. Hubo
una pausa y el operador dijo "¿Cuál Jimmy?". Desde ese momento se
recordaba siempre que debía referirse a su esposo como "el
Presidente" en ciertas circunstancias".
Aunque sólo vivió en 1600
Pennsylvania Avenue unos mil días, hasta poco después del asesinato de JFK el
22 de noviembre de 1963, Jacqueline Kennedy "transformó el papel de la
primera dama y se convirtió en una superestrella global", definió Brower.
"Se dedicó a realizar una restauración profunda de la Casa Blanca y se
concentró especialmente en convertirla en 'la casa más perfecta' del
país". El 14 de febrero de 1962 la abrió por primera vez a los
estadounidenses, por televisión: 56 millones de personas —una cantidad sin precedentes—
vieron la transmisión.
LAS QUE SE LLEVAN MAL, LAS QUE SE LLEVAN BIEN
La relaciones entre las
primeras damas no son óptimas siempre. Jacqueline Kennedy aconsejó a Hillary
Clinton sobre el difícil métier que le esperaba, pero Michelle Obama y la precandidata
demócrata siguen enojadas por asuntos del pasado: "La campaña presidencial
de 2008 dejó heridas profundas y duraderas tanto del lado de Hillary como del
de Obama, y todavía están llamativamente frescas", escribió Brower.
Por un lado, los Obama creen
que los años de Bill Clinton en la Casa Blanca podrían haber sido mucho mejores
de lo que fueron si no se hubiera desperdiciado tantas oportunidades y tanta
atención en la conducta del presidente. Por otro, la actual primera dama se
sintió ofendida por Hillary, quien se burló del mensaje de "esperanza y
cambio" que constituyó el eje de la campaña de Barack Obama en 2008; una
muestra de eso se advierte en que nunca invitó a los Clinton a comer a la Casa
Blanca. Por último, y aunque el presidente nombró a Hillary como secretaria de
Estado, hubiera preferido que el vicepresidente Joe Biden ocupara el lugar de
Hillary como favorito en la campaña por las elecciones de 2016.
Nancy Reagan controló con
minuciosidad la pintura del retrato de ella y su esposo.
Hillary, a su vez, cree que
Michelle Obama "no ha hecho lo suficiente como primera dama", citó
Brower, autora también de otro best seller sobre la mansión presidencial: The
Residence (La residencia), un panorama desde la mirada del personal que se
encarga del mandatario y su familia. A Hillary tampoco le caía bien su
antecesora, Barbara Bush: "La amistad entre George H. W. Bush y Bill
Clinton no ha mejorado la relación entre sus esposas". Cada vez que los
Clinton recibieron una invitación a la casa de veraneo de los Bush en
Kennebunkport, Maine, "Hillary ha tenido otros compromisos".
En cambio, Laura Bush siempre
se ha llevado bien con Michelle Obama: la defendió de las críticas y siempre ha
elogiado —por lo cual recibió reciprocidad— su labor como primera dama. Y su
buena relación con Barbara Bush precede a la presidencia de su marido: ya eran
suegra y nuera. "Barbara Bush tiene razones para que le guste Laura. Es
bien sabido que hizo que su hijo George W. dejara de beber, algo por lo cual
Barbara y su esposo le han estado siempre agradecidos", se lee en First
Women.
Otras relaciones también son
especiales: Betty Ford, republicana, y Lady Bird Johnson, demócrata, se
trataron con afecto sincero, Lady Bird donó miles de dólares al Centro Betty
Ford contra las adicciones. Hillary Clinton admira tanto a Eleanor Roosevelt
que cada vez que estuvo en problemas —por ejemplo, cuando fracasó su plan de
salud— se sentó a pensar frente a un retrato que guardaba de la esposa de
Franklyn D. Roosevelt y se preguntó: "¿Qué haría Eleonor?".
Durante la campaña
presidencial de 1976, el mismo día que Rosalynn Carter se iba a encontrar con
Lady Bird Johnson, Playboy publicó una entrevista a Jimmy Carter en la que
dijo: "No creo que nunca tendré el espíritu de [Richard] Nixon o [Lyndon
B.] Johnson: mentir, engañar, distorsionar la verdad". Sólo poner al
anterior presidente demócrata junto con el deshonrado Nixon era un problema.
Rosalynn Carter no sabía qué decir. "Nada", le aconsejaron.
"Ambas son señoras encantadoras del sur, el tema no va a surgir". Y
así fue, contó la autora: "Nadie comprendía la posición incómoda en que se
hallaba Rosalynn tanto como Lady Bird Johnson".
Michelle Obama no pudo
superar la campaña agresiva de Hillary Clinton contra su marido en la primaria
demócrata de 2008. Nunca invitó a los Clinton a cenar a la Casa Blanca.
LA RIVALIDAD ENTRE EL ALA ESTE Y EL ALA OESTE
Las oficinas de la primera
dama se hallan en el Ala Este. Sólo Hillary Clinton eligió trabajar en el Ala
Oeste y Pat Nixon y Nancy Reagan prefirieron mantenerse en los aposentos
privados de la familia en el segundo piso de la residencia.
Hay constantes conflictos
entre el staff del presidente y el de la primera dama, en particular por sus
intervenciones públicas. Pero también por asuntos más íntimos: Michelle Obama
quiso reemplazar a la Chef Principal, Cristeta Comerford, por su cocinero y
amigo de Chicago, Sam Kass. El personal del Ala Oeste intervino; Michelle Obama
aceptó una prueba de seis meses de la prestigiosa cocinera que contrató Laura
Bush en 2005. Al cabo de ese tiempo quizo reemplazarla; ya su marido estaba
convencido de que el asunto se vería mal en la prensa.
La tensión se expresa en
frases como "esa decisión se tomó en el segundo piso", lo cual
significa que tuvo la influencia de la primera dama. A veces son medidas
importantes: Nancy Reagan contribuyó al despido del jefe de gabinete de su
marido, Donald Regan. La llamaban "Departamento de Recursos Humanos"
y "Evita", por la influencia de su voz en la gestión.
Laura Bush mantiene una
excelente relación con Michelle Obama.
Laura Bush no era una
fanática del asesor principal y gurú de campaña Karl Rove, y Michelle Obama se
llevaba mal con el primer jefe de gabinete de Obama, Rahm Emanuel. Ninguno
terminó en su puesto.
"Rosalynn Carter era una
política astuta que con su habla cansina y melosa del Sur ocultaba sus
ambiciones personales", la describió la autora. "Durante sus cuatro
años en la Casa Blanca participó en las reuniones de gabinete y fue una figura
crucial en los acuerdos de Camp David, el primer tratado de paz entre Israel y
uno de sus vecinos árabes, que se concretó luego de una reunión de 13 días de
1978 en la casa de descanso presidencial. Ayudó a su marido a decidir cómo
acercarse al presidente egipcio Anwar el-Sadat y al primer ministro israelí
Menahem Begin cuando el acuerdo parecía trabarse".
Rosalynn dijo en una
conversación para este libro que todavía siente amargura porque su marido haya
perdido a manos de Ronald Reagan. "Pero el presidente Carter ha tenido la
carrera post-Casa Blanca más larga que cualquier otro presidente, y Rosalynn ha
sido una parte crucial de su éxito. Ella co-fundó el Centro Carter con su
esposo y ha ayudado a erradicar enfermedades y monitorear elecciones en el
mundo".
Acaso luego de Jacqueline
Kennedy sólo Nancy Reagan comprendió a cabalidad el poder simbólico de ser
primera dama. El anecdotario que revela First Women es casi infinito. Nancy
rechazó dos retratos oficiales, y cuando llamaron a otro artista, Everett
Raymond Kinstler, él supo apenas mostró el primer boceto: "No había duda,
ella era la persona a la que había que complacer". Ella se mantuvo tres
horas al lado de Kinstler mientras comenzó el retrato de Reagan.
—¿No prefiere esperar en la
sala, señora? —le preguntó.
—No, realmente quiero
quedarme aquí mientras usted trabaja.
A veces la sombra de los
maridos es frustrante. Cuando Michelle Obama habló con la prensa sobre su
campaña para mejorar la nutrición infantil y contra la obesidad, mencionó al
pasar que su esposo había dejado de fumar. Los periodistas centraron sus notas
en ese dato, ya que se sabía que el presidente había comenzado y terminado cada
día de su primer mandato con un cigarrillo. "Un miembro del personal de la
residencia solía acompañarlo a la terraza de la Casa Blanca, donde se ubican
los francotiradores y donde hay un pequeño invernadero. Allí el presidente
tenía su equipo de fumar esperándolo": dos paquetes de cigarrillos, dos
cajas de fósforos y varios encendedores.
Betty Ford tuvo que luchar
con su adicción al alcohol y los opioides.
UNA CÁRCEL QUE SE EXTRAÑA
Dejar el poder también las
afecta. "Cuando Lady Bird Johnson regresó a Texas y encontró montañas de
equipaje apilado y ningún miembro del enorme personal de la Casa Blanca a la
vista, suspiró: "´El carruaje se ha convertido en calabaza y todos los
ratones han escapado'".
Mamie Eisenhower disfrutó
tanto de sus días en la Casa Blanca que no pudo evitar el rencor que manifestó
contra su sucesora, "la muchacha universitaria", como llamó a
Jacqueline Kennedy. A fines de noviembre de 1960, cuando la esposa del
presidente electo John Fitzgerald Kennedy estaba a días de dar a luz, todavía
no la había invitado al tour protocolar por la residencia. La carta llegó
cuando Jackie se reponía de la cesárea.
Cuando le dijeron que su
invitada necesitaría una silla de ruedas y un miembro del Servicio Secreto que
la empujara, la primera dama saliente argumentó que prefería que las dejaran
solas. "Sugirió que hubiera una silla de ruedas disponible, que se le
ofrecería sólo si Jackie la pedía específicamente", escribió Brower. Luego
de una hora y 10 minutos Jackie Kennedy se retiró pálida de dolor.
"Siempre política, le dijo a los periodistas que Mamie había sido muy
amable al tener lista una silla de ruedas, pero que ella había preferido
caminar", agregó. Sin embargo, días más tarde, cuando ella era la primera
dama, la esposa de JFK dijo que Mamie no le había mencionado el tema, y que
ella "estaba demasiado intimidada por la señora Eisenhower como para preguntarle".
Mamie Eisenhower disfrutó
tanto sus días en la Casa Blanca que sintió rencor cuando llegó Jacqueline
Kennedy, a la que calificó como una simple "chica universitaria".
Tampoco Barbara Bush logró la
simpatía de Nancy Reagan, aunque su marido había sido el vicepresidente de
Ronald Reagan: nueve días antes de que George W.H. Bush asumiera, Nancy le
mostró brevemente la casa a su sucesora.
Antes de que Jimmy Carter se
instalara en la Casa Blanca, la esposa de Gerald Ford canceló dos veces la
invitación a Rosalynn Carter. Cuando el presidente electo advirtió que
informaría a la prensa si no se cumplía con la tradición, Betty Ford recibió
cordialmente a la nueva primera dama. No había sido un desplante: "Sólo
tiempo más tarde Rosalynn se daría cuenta de que Betty estaba luchando contra
la adicción en ese momento, y se encontraba muy frágil", escribió Brower.
El fotógrafo de la Casa Blanca le contó a la periodista que la señora Ford
"le susurró a su esposo mientras esperaban en la puerta principal, 'De
verdad no quiero hacer esto', y el presidente Ford le respondió 'Tienes que
hacerlo. Tenemos que mostrar espíritu deportivo'".
A su turno, Rosalynn Carter
sufrió al mostrarle la residencia a Nancy Reagan. Ella estaba furiosa porque su
esposo no había ganado la reelección y le habían llegado rumores de que la
nueva primera dama quería que se mudaran antes para "comenzar a
redecorar". Le mostró la residencia en plena crisis energética, por la
cual el presidente Carter había ordenado que la calefacción estuviera siempre
baja. "El frío de sus modales iba de la mano con el frío en las
habitaciones", citó la autora a la esposa de Ronald Reagan.
(ZOCALO/ AGENCIAS/ 22/05/2016 - 11:08
AM)
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