Este fin de semana, al menos cinco
personas han sido asesinadas en Acapulco. La última de ellas ocurrió este
domingo, a las 8 de la mañana: un comerciante fue atacado a balazos en la
Central de Abasto. En lo que va del año, en Acapulco suman ya 388 víctimas de
acuerdo con un recuento del periódico El Sur. ¿Por qué el fracaso del Gobierno
federal en ese puerto emblemático? Expertos dijeron a la agencia AP que la
ciudad es reflejo las limitaciones de la estrategia de seguridad del gobierno:
casi ningún miembro de la Policía Federal es de la ciudad y quedan desubicados
apenas se alejan del boulevard costero y se internan en los serpenteantes
barrios de las colinas. Su armamento pesado no se adapta bien a las funciones
policiales y su tarea se ve entorpecida por un sistema judicial difícil de
manejar y por la falta de capacitación para investigar.
En esta foto del 13 de mayo de 2016, una
mujer conversa por teléfono frente a una persona herida, Edgar Osvaldo Vega,
mientras Pedro Gracias permanece herido y sentado en un vehículo en espera de
ayuda después de que los balearan mientras viajaban en un vehículo cerca de la
playa de Caleta en Acapulco, México. La policía llegó pero no alguna ambulancia
que llevara a los heridos a un hospital. Foto: AP
Mark Stevenson
ACAPULCO, México (AP) —
Además de las toallas y las sandalias, hay un nuevo artículo de moda en las
playas de Acapulco: unos estuches de cuero negro que cuelgan del cuello o los
hombros y que se usan para cargar un revólver.
“Híjole, cuando los vi afuera de mi oficina,
casi eché mano a mi bolsa”, dice un empresario que vive con miedo tras recibir
amenazas de muerte y mensajes de extorsión en su oficina, a cuatro cuadras del
mar. “Vivo con terror, temo por mi vida”.
La muerte puede llegar en
cualquier lado en Acapulco por estos días: un vendedor de pareos, o pañuelos
que se ponen a la cintura, murió al ser abatido a tiros por alguien que se
escapó en una moto acuática. Otro hombre fue baleado cuando tomaba una cerveza
en un restaurante en la playa. En los barrios pobres de las colinas que rodean
la ciudad se encontró el cadáver de una niña de 15 años despedazado y envuelto
en una manta, con la cabeza tirada en un balde que tenía un letrero escrito a
mano por una banda de traficantes de drogas.
El aumento en los asesinatos
ha hecho de Acapulco uno de los sitios más violentos de México, que ha
espantado al poco turismo internacional que quedaba y que hizo que el Gobierno
estadounidense le prohibiese hace poco a sus empleados visitar la ciudad.
Para hacerle frente a esta
ola de asesinatos el Gobierno desplegó grandes cantidades de soldados y
policías, y pondrá a prueba una estrategia que ya usó en otras partes: si
aumentan los asesinatos, se copa al lugar con soldados.
Hoy es más fácil encontrar un
camión lleno de soldados, un Policía Federal o un grupo de policías turísticos
que un taxi en el boulevard costero que recorre la zona hotelera. Marinos de la
armada patrullan la playa y la policía federal custodia el malecón.
Esta zona “está blindada”,
aseguró el Procurador del estado, Xavier Olea.
Vehículos incendiados por durante un
tiroteo ocurrido hace dos años en el centro turístico, según relataron vecinos.
Foto: AP
Pero no es así. Una semana
después de que periodistas de The Associated Press visitasen la ciudad,
desconocidos mataron a tiros a tres jóvenes a plena luz del día a dos cuadras
de los restaurantes. Dos yacían en el cemento, frente a la playa, con sus cuerpos
llenos de balas, mientras que otro se desangraba en la arena. Dos eran meseros,
el tercero un vendedor ambulante de aceite de coco.
Recientemente, un poco más
alejado de ese sector de la playa, otro estuche negro colgaba del cuello de un
individuo apodado “El Teniente”. Trabaja como guardaespaldas de un hombre
vinculado al bajo mundo, que aceptó reunirse cerca de un restaurante al aire
libre para hablar de la situación de seguridad, a condición de no ser
identificado para evitar ser blanco de rivales o de las autoridades.
“Hay 300 sicarios aquí en la
zona costera”, dijo el hombre, haciendo gestos notorios mientras comía pescado
y camarones fritos. En las inmediaciones había al menos un segundo
guardaespaldas. “Un sicario en forma gana 5 mil pesos a la semana”.
Expertos dicen que en
Acapulco salen a la luz las limitaciones de la estrategia de seguridad del
gobierno. Casi ningún miembro de la Policía Federal es de la ciudad y quedan
desubicados apenas se alejan del boulevard costero y se internan en los serpenteantes
barrios de las colinas. Su armamento pesado no se adapta bien a las funciones
policiales y su tarea se ve entorpecida por un sistema judicial difícil de
manejar y por la falta de capacitación para investigar.
La semana pasada dos hombres
fueron baleados en la calle a una cuadra de la popular playa Caleta. La Policía
se presentó, pero no llegó ninguna ambulancia. Amigos o parientes cargaron a
los hombres en vehículos privados y los llevaron a hospitales. La policía marcó
los sitios donde había cartuchos con botellas de plástico, pero no hubo indicio
alguno de que hubiera habido una investigación seria.
“Es el mismo problema en
Guerrero, en Tamaulipas y en Michoacán, dijo el analista de temas de seguridad
Alejandro Hope, aludiendo a tres estados donde ha habido un marcado aumento en
los asesinatos. “De repente hay una emergencia, envían soldados y a corto plazo
disminuyen las muertes. Pero surge otra emergencia en otro lado y los soldados
tienen que irse, sin haber mejorado la capacidad de la policía local”.
Una pistola adorna lo que fue la entrada
del otrora popular restaurante “Los Braseros” en la avenida costera que abarca
la zona hotelera en Acapulco. Foto: AP
La ola más reciente de
asesinatos en Acapulco comenzó el 24 de abril, cuando estalló un tiroteo en el
boulevard costero. Fue la primera vez que se registraba una balacera sostenida allí
desde el 2012, en que la tasa de homicidios de la ciudad de 800 mil habitantes
fue de 146 por cada 100 mil de ellos. Posteriormente cayó a 112 por cada 100
mil habitantes, pero sigue siendo mucho más alta que el promedio nacional.
Tanto el Fiscal Olea como el
hombre del bajo mundo coinciden en que el conflicto comenzó a fines del año
pasado entre la banda de los Beltrán Leyva, que controlaba la ciudad, y el
Cartel Independiente de Acapulco, o CIDA. La pelea se produjo tras la muerte
del jefe del cártel Arturo Beltrán Leyva en 2009.
La familia Beltrán Leyva, con
el apoyo ahora del cartel que más rápidamente crece en México, la Nueva
Generación, trató de afianzar su control en noviembre con el nombre de “La
Empresa” al emplear a un pequeño grupo de asesinos profesionales conocidos como
‘Los Rusos’.
Los Beltrán Leyva se
enemistaron prontamente con el CIDA al reducir a la mitad los pagos a los
matones y los traficantes, lo que dio lugar a una guerra abierta. Se sospecha
que los meseros y el vendedor de aceite de coco, muertos la semana pasada, eran
gente inocente y sin conexiones con el mundo de la droga, que fueron asesinados
por ‘Los Rusos’ sólo para caldear el ambiente.
La venta de drogas al menudeo
bien puede ser la segunda actividad económica más importante de la ciudad
después de la disminuida industria turística. Un Oxxo, como se denomina a los
negocios donde se venden drogas y que al parecer tomó su nombre de una famosa
red de tiendas de México, puede generar unos 150 mil pesos (8.100 dólares) en una
sola noche.
El presunto delincuente
entrevistado dijo que hay unos 50 locales de ese tipo en Acapulco, lo que
quiere decir que la droga podría producir unos 400 mil dólares diarios.
Con semejante dinero se
pueden contratar a muchos matones.
El tiroteo del 24 de abril se
produjo poco después de que unos misteriosos mensajes de texto que circularon
entre los residentes de la ciudad anticipasen un fin de semana sangriento, lo
que hizo que mucha gente se quedase en su casa y que los menores no fuesen a la
escuela.
Las autoridades estatales
inicialmente dijeron que se trató de un ataque a instalaciones policiales, pero
a medida que se conocía más información dio la impresión de que unos
desconocidos intentaron robarle dinero para pagos a un individuo de una banda
que tenía unos 50 fajos de billetes, cada uno con miles de pesos.
Al escucharse los primeros
tiros en el boulevard costero, la policía federal comenzó a disparar desde un
hotel vecino donde se alojaban. No muy lejos, el frente de otro hotel fue
rociado con balas.
La reacción de la Policía,
filmada por videos que circularon en las redes sociales, fue abrir fuego
ruidosamente, lo que aumentó la fama de Acapulco como ciudad violenta.
“Hay mucha incertidumbre en
cuanto a lo que pasó, pero lo que haya pasado, lo hicieron mal, y eso que
hicieron mal repercutió en la economía de Acapulco, y en nuestra tranquilidad”,
dijo Alejandro Martínez, uno de los líderes de la Cámara de Comercio. “Es un
error del gobierno federal que nos costó mucho”.
Añadió que la caída del
turismo afectó a los comerciantes que ya, de por sí, eran extorsionados por las
bandas de delincuentes.
“El primer contacto tratan de
hacerlo por celular, llegan por mensajes de texto”, dice Martínez.
“Posteriormente viene la llamada y si haces caso omiso, vienen a tu negocio a
visitarte. Llegan cuatro o cinco personas, entran preguntando por el dueño, si
no tienen el nombre dueño, las características del dueño”.
Trabajadores forenses retiran
el cadáver de un hombre baleado cuatro veces en un lote baldío entre zonas
residenciales en la colonia Leyes de Reforma. Foto: AP
Ha habido matanzas de
comerciantes planeadas con anticipación y también daños colaterales, como un
mesero de un restaurante céntrico que murió al ser alcanzado por una bala
perdida durante un tiroteo.
Joaquín Badillo, que dirige
una de las agencias de seguridad privada más importantes de Acapulco, calcula
que el 95 por ciento de las matanzas que hay en la ciudad están ligadas,
directa o indirectamente, a grupos criminales.
“El que no cumplió, el que no
pagó, el que no entregó, el que le dieron para vender y que no, el que ya está
trabajando para la competencia, el que ya se quiere salir y que estaba
trabajando con ellos”, dice Badillo. “Toda esa gente que no le hace ningún bien
a Acapulco”.
Eso no le sirve de consuelo a
los residentes de los barrios pobres de Acapulco, que sufren el grueso de la
violencia a pesar de que los casos más sonados son los que ocurren en la zona
turística.
El nuevo jefe de la Policía,
Max Saldaña, cree que las bandas “se han replegado hacia arriba, hacia la
periferia”, donde no llegan los dólares del turismo.
En un barrio, Ciudad
Renacimiento, soldados con ropa de combate custodiaban el portón encadenado de
la escuela Gabriela Mistral un día reciente, mientras las madres esperaban
afuera para recoger a sus hijos. Como en tantas escuelas de Acapulco, se había
reforzado la seguridad luego de que las bandas exigiesen a los maestros sus
aguinaldos de fin de año o un porcentaje de sus sueldos.
A corta distancia, Pedro
Ramírez, de 71 años, estaba sentado en un banco desde el que vende artículos
para la cocina. Señalando hacia los soldados, dijo que todo está tranquilo de
día pero las cosas se ponen calientes apenas ellos se van.
“Hazte cuenta que hay un
toque de queda. La gente de paz ya no sale de noche. Cuando están los soldados
y guardias, a veces no hay nada. El problema es cuando se van”, dice Ramírez.
“A la mañana hay un muerto”.
(SIN EMBARGO.MX/ AP / MAYO 22, 2016 -
11:52 AM)
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