QUIRINO ORDAZ Y SERGIO TORRES. Con las
manos en el cel.
No es que la guerra sucia sea
una novedad: es que las redes sociales han potenciado su impacto a niveles
desorbitados. La guerra de estiércol ha subido de tono en este proceso
electoral y muchas cosas más se verán antes de la elección del 5 de junio. Ocurre
un hecho y en cuestión de minutos es de conocimiento casi generalizado. El
video que el lunes se subió a la plataforma de Facebook con una conversación
entre Quirino Ordaz Coppel, candidato del PRI a la gubernatura y el alcalde de
Culiacán, Sergio Torres, alcanzaba, hasta el viernes por la mañana, casi 360
mil reproducciones, más de una tercera parte de los hombres y mujeres que
votarán el primer domingo de junio.
El diálogo, editado y todo,
sí existió. La preocupación del candidato por las sindicaturas que menciona y
que pertenecen al valle de San Lorenzo, es auténtica y tiene sus motivos. El
apoyo del Gobierno a muchos candidatos, de muchos partidos, también. Pero ese
es otro tema. ¿Cómo se violenta en estos casos el derecho a la privacidad?
¿Cómo llegan a manos interesadas este tipo de filtraciones?
El espionaje tiene que ver
con muchas técnicas, recursos humanos y materiales encaminados a obtener
información confidencial con propósitos de seguridad de los estados, pero
también para obtener algún tipo de ganancia, entre las que pueden estar el
soborno, el chantaje, la destrucción de enemigos… La información es poder,
dicen los clásicos.
La grabación de
conversaciones telefónicas es vieja en el mundo y su exposición pública ha
derrumbado mandatarios. Richard Nixon es un ejemplo de antología. Y para
grabarlas, los estados, los empresarios, los políticos y los particulares han
usado cientos de aparatos desde los más rudimentarios hasta los más
sofisticados. Pero esto es caro, latoso y no siempre eficiente. Por ello ahora
se usa un recurso más sencillo, barato y eficaz: la compra de información.
Desde hace años, las áreas de
inteligencia de los gobiernos, sobre todo estatales, compran información a
empleados de las empresas telefónicas. Los de Telmex y Telcel son los más
solicitados, por la sencilla razón de que estas empresas tienen casi el
monopolio del mercado.
La Unidad Especializada
Antisecuestros de Sinaloa, por ejemplo, ha invertido en este tipo de recursos.
Hace dos años le redujeron el presupuesto y el comandante “Julio” pegó el grito
en el cielo porque tuvo que dar de baja a muchos “empleados”, algunos de ellos
ubicados en Telmex y Telcel. Son personas que trabajan en esas empresas como
cualquiera pero que, además, obtienen ingresos extra proporcionando información
confidencial —sobre todo conversaciones de voz— cada vez que se les solicita.
Pero también hay venta de
información sobre pedido. Un empleado de esas empresas se gana ahora 50 mil
pesos si otorga al interesado todas las conversaciones de un número telefónico
durante un mes. Es un mercado negro perfecto que han utilizado en los últimos
años los gobiernos para obtener filtraciones específicas. Pero también lo hacen
los particulares, algunos de ellos ex empleados de Gobierno que ahora se venden
como “asesores” de políticos y que en tiempos de campañas hacen su agosto.
De esta forma, los
interesados se enteran y usan la información de acuerdo a sus fines. En el caso
de las campañas, su uso tiene el propósito claro de desprestigiar al enemigo,
exponerlo al escarnio público, bajarlo de las preferencias electorales,
destruirlo. Con verdades o con mentiras, porque las conversaciones obtenidas
pueden ser distorsionadas al antojo del interesado, con técnicas tan inauditas
que si alguien dice “no”, lo hacen decir “sí”. Usan para ello los bancos de
voces que se van armando con los archivos obtenidos, separan frases y palabras
y luego arman lo que quieren con una perfección escalofriante.
Que nadie se llame a la
sorpresa. El espionaje, como la droga, llegó para quedarse. Y, como la droga,
ayuda a sobrevivir pero también mata. Luis Pérez Hernández, colaborador del ex
gobernador Juan Millán Lizárraga hasta su muerte, era un adicto al espionaje y
a la guerra sucia, y terminó asesinado. Otro espía compulsivo, Francisco Urrea,
el Fuco, tuvo el mismo destino. Ambos al inicio del gobierno de Mario López
Valdez. Los dos crímenes en la impunidad.
Luis Pérez dejó un alumno. Se
llama Juan Manuel Zarco Bernal, de negra historia. Y se ha visto cercano a los
equipos de Héctor Melesio Cuen Ojeda, candidato del PAS a la gubernatura y de
Jesús Valdez, candidato a la alcaldía de Culiacán.
En una clásica cría de
cuervos.
BOLA Y CADENA
¿TENÍA ALGÚN SENTIDO, una
orientación, que Malova, al llegar al poder nombrara a Raúl Pérez Miranda como
Director de Gobierno, su área de inteligencia? Por supuesto que sí. Pérez
Miranda trabajó 30 años en Telmex y ocupó puestos directivos. Pero, además, estuvo
un año como agente del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, Cisen. Y
claro, si usted le pregunta sobre el espionaje, dirá que es un mito.
SENTIDO CONTRARIO
EL 22 DE OCTUBRE DE 2015, el
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) anuló la
elección de Colima para gobernador al considerar que hubo injerencia de
funcionarios públicos para apoyar al candidato del PRI, José Ignacio Peralta.
La diferencia en votos había sido de 503, sobre Jorge Luis Preciado, del PAN.
El proceso se repuso tres meses después y en una elección extraordinaria
organizada por el Instituto Nacional Electoral, ganó el priista con una
diferencia de 4 por ciento.
HUMO NEGRO
A TRAVÉS DE ESTE MARCO deben
verse algunos de los episodios recientes de la elección en curso. Ningún hecho
que se considera violatorio de las normas del proceso se ha dejado pasar por
los equipos legales de los candidatos; por ello se han puesto ya denuncias ante
autoridades ministeriales y algunas de ellas con destino en la Fiscalía
Especializada para la Atención de Delitos
Electorales (Fepade). Si la elección es cerrada, estos elementos que
ahora se documentan podrían ser definitivos del destino de la elección.
(RIODOCE/ COLUMNA “ALTARES Y SÓTANOS” DE
ISMAEL BOJÓRQUEZ/ 22 mayo, 2016)
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