Poco a poco se van a ir
desgranando las historias. El silencio ha sido durante décadas una de las
reglas de oro de los narcotraficantes. No se viola por convicción, aunque no
siempre es lo mismo cuando de imprudencia se trata, o de una excesiva confianza
en alguien.
El uso de redes sociales por
parte de los narcojuniors, de mujeres de la farándula o de pistolerillos y
mandaderos, les trajo a los cárteles consecuencias incalculables hasta que
pusieron un alto. Rodrigo Aréchiga Gamboa, el Chino Ántrax, por ejemplo, fue
detenido en Ámsterdam unos días después de que publicó una fotografía suya
fumando mariguana en un bar de esa ciudad. Y aunque no necesariamente deba
establecerse una relación de causa y efecto en su detención, el elemento está
ahí. La exhibición frívola nunca alcanzó, en el mundo del narcotráfico, niveles
tan desorbitados como hasta hace poco.
En cuanto al silencio, esta
regla se transgrede en estados de descomposición de las organizaciones
criminales. Y siempre habrá alguien que quiera contar historias. En Colombia
fue hasta que cayeron los grandes tiburones de la cocaína que se empezaron a
ventilar públicamente los entretejidos de la relación mafia-gobierno. Nunca,
antes de la muerte de Pablo Escobar y de las detenciones de los hermanos Rodríguez
Orejuela, se conoció tan a fondo cómo operaban narcotraficantes y personajes
del gobierno colombiano, civiles y militares, para asegurar el éxito del
negocio. Y más aún, las relaciones de los cárteles de la droga con áreas del
gobierno norteamericano, principalmente la DEA.
La novela El cártel de los
sapos, escrita por el ex narcotraficante Andrés López López, fue el detonante
de muchas historias que evidencian la complicidad de los gobiernos locales con
los narcos, y el entramado que desde esos país se teje con el gobierno de los
Estados Unidos. Casi al tiempo de esta novela, en 2008, apareció también el
testimonio de Virginia Vallejo, en un libro llamado Amando a Pablo, odiando a
Escobar. Era una conductora de la televisión colombiana que fue pareja del capo
y que terminó contando información que obtuvo en su relación con Escobar y que
involucra a funcionarios del altísimo nivel, incluido al expresidentes de su
país, Álvaro Uribe.
En nuestro país, detenido el
narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, su hija mayor acaba de aparecer en una
entrevista concedida al diario británico The Guardian, en la que revela que su
padre fue traicionado por políticos mexicanos y por sus propios socios,
refiriéndose concretamente a Ismael Zambada García, el Mayo. Dice que el Chapo
entregó dinero en cheques —es la primera vez que sé que ellos entregan sobornos
en cheques— a políticos intermediarios de un candidato, pero no da nombres ni
fechas. Y que su escape del penal del Altiplano, en julio de 2015, fue en
acuerdo con las autoridades y en pago a esos sobornos.
En realidad no es gran cosa
lo que dice la mujer, pero es la primera vez que alguien relacionado de algún
modo con un personaje del Cártel de Sinaloa hace este tipo de revelaciones, sin
que se encuentre declarando en un juzgado de México o en una corte de los
Estados Unidos. Y más reveladora es la afirmación de que el Mayo Zambada
traicionó a su compadre, porque esto tendría, de ser cierto, múltiples
implicaciones.
Ya otra mujer, Emma Coronel,
esposa del Chapo, también sintió la necesidad de salir a la luz pública, ella
para demandar que se respetaran los derechos humanos del capo en el penal donde
está recluido.
No se puede decir que el
Cártel de Sinaloa esté desmembrado. La organización sobrevivió a la escisión de
los hermanos Beltrán Leyva en 2008, a pesar de la sangrienta guerra que
implicó. Y no pasará nada si es verdad que la organización del Chapo ha sido
traicionada por el resto de sus socios. El negocio es tan grande, ramificado en
el mundo, que no tendría porqué expresarse en explosiones violentas si en
verdad esto ocurrió.
Pero eso no significa que las
reglas se mantendrán inalteradas. La historia del Chapo no se ha cerrado, y un
capítulo, o varios de ellos, están todavía por escribirse en un escenario muy
distinto al que lo hemos visto siempre: frente a la justicia norteamericana. Lo
que va a pasar con él es un enigma. Y más todavía con aquellos que lo han
acompañado en su vida: sus hijos, sus mujeres, sus amigos. Ya una vez resuelto
su caso, no faltará quién, con su anuencia o sin ella, cuente algunas
historias.
BOLA Y CADENA
BUEN TEMA EN UNA COYUNTURA
ELECTORAL, con los antecedentes que hay en Sinaloa desde que el narco es narco
y se empezó a alimentar de las complicidades del gobierno. ¿Habrá o no dinero
del narco en las campañas, esta vez? ¿Dinero directo de las manos de los
cárteles o dinero lavado de pujantes empresas sinaloenses? Dinero sucio habrá,
sin duda, y operaciones directas también. Ya se verá.
SENTIDO CONTRARIO
FINALMENTE PASÓ LO QUE YA se
había previsto: Héctor Melesio Cuen Ojeda y el Partido Sinaloense abandonaron
la coalición con el PAN —ya había hecho lo propio el PRD— y ahora irá solo como
candidato a gobernador. Pierde el PAS la oportunidad de llegar al poder en tan
poco tiempo de vida y pierde el PAN porque, además llegará muy golpeado a la
elección debido a sus conflictos internos. Ganan Quirino Ordaz Coppel y el PRI,
que ahora van prácticamente solos a la justa.
HUMO NEGRO
UN RELATO MUY TURBIO se
escribió otra vez en el PRD estatal, cuando las condiciones del partido exigían
otra cosa. Las candidaturas plurinominales se definieron en función de
intereses personales y de los grupos que ahora detentan el poder en el partido,
llegando a extremos execrables. Qué lástima para los que todavía creen en este
partido. Qué desperdicio de emblema, de alma, de historia.
(RIODOCE/ COLUMNA “ALTARES Y SÓTANOS” DE
ISMAEL BOJÓRQUEZ/ 6 marzo, 2016)
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