Cuando el presidente Enrique
Peña Nieto toque estas tierras del Medio Oriente este mes, lo primero que
tendrá ante sus ojos será un horizonte como nunca había visto.
Una fila de espigas de acero,
vidrio y mármol con figuras caprichosas que desafían la imaginación y la
gravedad.
Una se clava en el cielo en
forma espiral; otra está inclinada 18 grados. Verá edificios redondos –leyó
bien, redondos–, y torres como flechas.
Hay rascacielos que incluso
interpretan el choque de las olas.
Nada de esto existía en 1971,
cuando siete estados-nación se independizaron, se unieron y decidieron que de
entre la arena de sus pobres villas de pescadores en medio del desierto,
construirían el mañana.
Los dos principales jeques de
esta federación de Emiratos Árabes Unidos acordaron divisiones y territorios.
El de Abu Dahbi, Zayed bin Sultan Al Nahyan, sería el presidente y ésta, la
capital política; el de Dubái, Rashid bin Saeed Al Maktoum, sería el
vicepresidente y primer ministro; la ciudad, la capital económica.
Lo que encontrará el
Presidente aquí es algo que no han hecho naciones señeras como Singapur, que
convirtió pantanos en uno de los grandes centros financieros del mundo, o Corea
del Sur, que transformó sus casas de techos de cartón y sin piso, en una
sociedad altamente tecnificada. Aquí no buscaron sólo el desarrollo; aquí
apostaron hace 44 años por el futuro.
Ésta es una tierra de
innovación donde no hay imposibles. En Abu Dahbi y Dubái han construido
archipiélagos de islas artificiales en donde le han ido ganando terreno al mar.
Aquí no se sabe cuándo está uno en tierra firme y cuándo no.
En islas artificiales a tres
metros sobre el nivel del mar han construido rascacielos que figuran entre los
más altos del mundo que albergan corporaciones multinacionales y hoteles, o
inventado conjuntos arquitectónicos únicos, como el hotel Viceroy en la isla
Yas, cubierto por una estructura de acero monocoque y vidrio que de día refleja
el sol y de noche se ilumina, al que está integrado el Circuito Marina, donde
se corre anualmente el Gran Premio de Fórmula Uno, junto al parque temático de
Ferrari, dentro del domo más grande del mundo.
El concepto de las islas
artificiales, sin embargo, lo han desarrollado con fines empresariales,
comerciales o turísticos, y para facilitar la producción petrolera, con lo que
reducen costos de operación.
Los Emiratos son el cuarto
principal productor de petróleo de la OPEP, con el 9% de las reservas de crudo
en el mundo y el 5% de las de gas. Los petrodólares han impulsado el ingreso
per cápita a casi 44 mil dólares al año –más del doble de México–, y permitido
una elevación sustancial en la calidad de vida: 99% tiene acceso a agua
potable, la tasa de alfabetización, superior al 90% está en el rango bajo de
Europa y en el más alto de América Latina, y están totalmente conectados; hay
169 celulares por cada 100 habitantes, y 85 usuarios de internet por cada 100.
Pero el petróleo no les va a
durar toda la vida. Las reservas en Abu Dahbi se agotarán en 100 años y en
Dubái, en 15.
Los Emiratos han ido
diversificando sus mercados –el energético representa 25% del total de su
mercado, pero genera 85% de sus ingresos– y el Gobierno ha acelerado el gasto
para crear empleos dentro de una expansión en infraestructura y aumentar
facilidades de inversión para extranjeros.
Uno es el puerto Jebel Ali,
entre Dubái y Abu Dahbi, construido en 1970, por supuesto sobre una isla
artificial, que es el noveno más grande del mundo.
Otro es el aeropuerto de
Dubái, el principal punto de conexión aérea del mundo.
Pero lo más ambicioso –es lo
que está levantando en Masdar City, en las afueras de esta capital, el futuro
del futuro de los Emiratos.
Es una ciudad que ya no
dependerá de recursos renovables, sino será eléctrica y computarizada en su
totalidad.
El proyecto de Masdar City se
anunció en 2007, y será la primera con cero emisiones de carbón y nada de
desperdicio. El Presidente visitará este desarrollo que avanza lento, pero
donde los Emiratos están volcados a hacerla funcionar, con una política muy
agresiva de zonas de libre comercio con 100% de propiedad extranjera y cero
impuestos.
Aquí nunca dejan de
convertirse los sueños en realidad, lo que, hay que subrayar, no es inusual en
ellos.
Hace escasos ocho años
invirtieron 600 millones de dólares para construir sobre más de mil columnas la
mezquita Sheikh Zayed, la tercera más grande del mundo y la única que realmente
brilla por sus enormes mármoles blancos con componentes de fibra de vidrio. Es
tan monumental, que el candelabro en su parte central tiene la altura de un
edificio de cinco pisos.
Otro sueño que se está
concretando es un filial del museo de Louvre que abrirá en 2018.
Dos terceras partes del museo
estarán cubiertas por un domo de 180 metros, que evocará una mezquita y un
mausoleo sobre el agua, iluminadas por una lluvia de luz, como se ven en los
viejos souks (mercados) de techos de cobre y con su propio microclima.
“Se basa en la maestría de la
luz y la geometría, una estructura hecha de sombras, movimiento y geometría”,
escribió su arquitecto, Jean Nouvel, como si en realidad describiera en lo que
se ha convertido Abu Dahbi.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 04 DE ENERO 2016)
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