Sin controles patrimoniales ni
auditorías, México es un paraíso para el narco, el lavado de dinero y la
corrupción política: Buscaglia
Entre el 80 y el 90 por
ciento del dinero que se gasta en campañas políticas mexicanas es ilícito, y
habría muchos casos en donde este financiamiento proviene de grupos criminales
como el Cártel de Sinaloa, aunque el problema que verdaderamente lacera a México
no es el narcotráfico, sino la corrupción política mexicana, expuso Edgardo
Buscaglia.
“El narcotráfico es una
mínima proporción comparado con el tema de lavado de dinero, que tiene su
origen en la corrupción política que hay no sólo en México sino en todo el
mundo, y la cual se abastece de conflictos de intereses, tráfico de
influencias, malversación de fondos y sobornos, entre otros”, expuso Buscaglia,
autor del libro Lavado de Dinero y Corrupción Política.
El también presidente del
Instituto de Acción Ciudadana y catedrático de la Universidad de Columbia,
destacó situaciones en las que políticos llegan a cargos de elección popular, y
al término de sus administraciones son dueños de propiedades valuadas en varios
millones de dólares, o son socios de empresas cuyas acciones millonarias
adquirieron mientras administraban el erario público.
“Cada jefe de gobierno, cada
gobernador, o jefe delegacional se hizo de propiedades o tiene un negocio
ligado a empresarios legales, en donde les pasan un pedazo del pastel; es el
modus operandi por el cual la política mexicana se ha constituido y se ha
convertido en un negocio empresarial”, observó Buscaglia, durante una
entrevista con Ríodoce.
El señalamiento del
investigador trae a la memoria casos como el del ex gobernador de Sinaloa,
Antonio Toledo Corro, quien al término de su administración era dueño del
Rancho Las Cabras, el cual vendió posteriormente en mil 203 millones 123 mil
pesos.
Otro caso documentado es el
de Juan Millán, quien terminando su sexenio se le contabilizaron varias
propiedades en Sinaloa. También está el caso de Jesús Aguilar Padilla, quien al
finalizar su mandato resultó con varios bienes inmuebles, y hasta era socio de
Jesús Vizcarra, con varias acciones valuadas en millones de pesos.
“Toma el caso que quieras, al
final de cuentas la metodología es la misma: el funcionario termina ligado a
empresas legales, pero la pregunta es de dónde provino ese dinero: de
malversación de fondos o fue tráfico de influencias o sobornos, el resultado siempre
es el mismo”, reviró Buscaglia.
Pero el activista no se queda
ahí, y tomando como referencia su libro, critica la política mexicana que
ignora cómo los partidos llegan a obtener financiamiento del narcotráfico, y en
algunos casos, son los mismos partidos quienes imponen a sus candidatos, los
cuales, gracias a compromisos previos que hicieron con grupos criminales,
pueden resultar mafiosos o gente ligada al narcotráfico.
“Esto significa que les estás
dando un parque de diversiones a las organizaciones criminales porque no sólo
financian campañas para obtener inmunidad, sino que además colocan a mafiosos
en las listas. Estamos ante un sistema electoral cerrado, y en los países o
estados donde se aplican estos sistemas, es donde menos controles patrimoniales
y auditorías hay; es un paraíso”, insistió el activista.
De acuerdo con reportes
hechos por diversos medios de comunicación, en Sinaloa hay casos en los que
funcionarios electos fueron ligado al narcotráfico o con personas dedicadas a
esa actividad, algunos de ellos, incluso investigados por el Departamento de
Justicia de Estados Unidos, como fueron los ex gobernadores de Sinaloa: Jesús
Aguilar, Juan Millán, Toledo Corro. O como ocurrió con el ex presidente
municipal de Culiacán Jesús Vizcarra Calderón, o bien el caso del diputado
Oscar Lara, y más recientemente la diputada
Lucero Guadalupe Sánchez López. Todos ellos fueron acusados, pero la
autoridad mexicana nunca los investigó, en cambio los señalados le apostaron al
olvido.
“Lo que vemos aquí es que no
hay participación ciudadana; un periodista, o un líder social reporta una
anomalía, y qué hace la sociedad, la abandona y se olvida de ellos, cuando en
otros países se les reconoce y se les trata como héroes”, dijo Buscaglia.
Como una rápida solución,
Buscaglia propone en su trabajo de investigación auditorías e inspecciones, no
sólo a las empresas que donen dinero a las campañas políticas de algún
candidato, lo cual aliviaría parte del problema, sino también auditar a los
partidos, a los candidatos, a los funcionarios públicos, y ello va a contribuir
a que gobernadores no aparezcan con negocios, o con casas de cuatro millones de
dólares.
Agregó: “Es preocupante que
México se olvide de auditorías electorales, auditorías estatales y controles
judiciales. Sin esos tres poderes, les estás dando un parque de diversiones a
los grupos criminales y a funcionarios para generar más lavado de dinero, y que
a su vez sigan saqueando al estado”.
MÉXICO: EL PARAÍSO
En su libro, publicado en
noviembre de este año, Buscaglia destaca cómo entre el 68 y el 70 por ciento
del lavado de dinero en el mundo va a parar a las economías con mayor seguridad
jurídica, como México, que indiscutiblemente ha resultado un paraíso para los
lavadores de dinero.
“Es la paradoja de la
sociedad mexicana: la política mexicana lava dinero con la sangre y lágrimas de
sus ciudadanos, pero además está la otra cara de la moneda, que son las 27 mil
desapariciones forzadas que hay en el país; y todo ocurre a través de cientos
de transacciones que pasan desde compras de edificios en el DF, hasta fondos de
inversión, fondos de pensión, con que fácilmente compran un Penhouse en
Manhattan, o invierten en hoteles en Las Vegas”, sostuvo.
Con esto digo, añadió, que
este fenómeno no sólo se está dando en México, también en Estados Unidos,
inclusive, gente como Rafael Caro Quintero, que llegó a comprar grandes
fraccionamientos en Guadalajara en los 80, ahora invierte en el extranjero,
pero lo mismo hacen funcionarios mexicanos, que gracias a la corrupción
política se siguen enriqueciendo a costa de la sociedad, y cuyo objetivo
principal es hacer que circule el dinero por el mundo, lejos de donde se obtuvo
ilícitamente.
—¿Qué pasa con el otro
porcentaje que no proviene del lavado de dinero? —se le cuestiona.
—Ese porcentaje cubre costos
operativos, que no sólo son armas, sino incluye hasta un sistema de seguridad
social para las familias de las víctimas que caen, fachadas de empresas que
sólo muestran el frente del edificio, sin nada adentro (Shell companies),
acciones que generalmente son aplicables en lugares donde los controles
patrimoniales son tan débiles, y donde el costo para traer capital es nulo.
En uno de los apartados del
libro, Buscaglia hace referencia al caso del banco HSBC en Sinaloa, que realizó
transacciones por hasta mil 100 millones de dólares, sólo en el 2008, y aun
cuando fue un caso bien documentado, ni las autoridades mexicanas ni las de
Estados Unidos castigaron a nadie.
“México es la economía
ilícita más grande del planeta, sólo superado por China y Rusia; y ello
demuestra cómo los oligopólicos mexicanos se han disfrazado de empresarios y se
han aprovechado de un sistema que sirve al poder político, lo cual expone que
la delincuencia mexicana, no son delincuentes, sino políticos”.
Para finalizar, Buscaglia
hace referencia a reportajes hechos por Ríodoce, en los que se publicaron
nombres y hasta direcciones de empresas que estaban en manos de familiares de
Joaquín el Chapo Guzmán, o de Ismael el Mayo Zambada, que hasta recibía
subsidios del gobierno, sin que las autoridades siquiera les hicieran
auditorías tributarias, calificando casi como surrealista.
Con ello, no sólo se
demuestra la falta de interés del gobierno y el pacto de impunidad existente,
lo cual expone que hay políticos que protegieron esas redes, como ocurriera con
la segunda fuga del Chapo, lo cual nos lleva a donde mismo; los políticos
mexicanos que, incluso, llegan a tener negocios legales, pero que provienen de
la corrupción política mexicana, y mientras no se frene el dinero sucio en la
política, no habrá democracia.
RECUADRO…
MANHATTAN Y LAS VEGAS, DOS DE LOS CIRCOS DEL TÍO SAM
Aun cuando la Oficina para el
Control de Bienes Extranjeros (OFAC) fue creada en 1950 para detectar
operaciones y empresas que son una amenaza para Estados Unidos, realizar
transacciones en el vecino país del norte no representa un obstáculo
significante; sólo basta tener el dinero y una bien elaborada cadena de
cómplices que borren toda huella de fraude o lavado de dinero.
Una muestra de ello es el
edificio de condominios Time Warner Center, de Manhattan, cuyos dueños de
departamentos sólo se identifican con siglas y números, que según expertos, es
el nuevo “modus operandi” de empresarios lavadores de dinero y políticos
mexicanos que adquieren propiedades millonarias en Estados Unidos, para de ese
modo esconder su identidad.
De acuerdo con una
investigación hecha por el diario estadunidense New York Times, los dueños de
departamentos sólo se identifican como 25CC ST74B LLC, que muchas veces son
Sociedades Anónimas fantasmas o empresas falsas, conocidas en Estados Unidos
como “Shell Companies” (Compañías de Caparazón), que nunca establecen de dónde
proviene el dinero, además que dificultan identificar a sus dueños.
“Hasta un 54 por ciento de
los compradores de Pent-houses de lujo, ocultan su identidad, principalmente
porque se trata de políticos mexicanos, o lavadores de dinero que no desean que
se conozca quienes son, ni de dónde sacaron el dinero”, explica la
investigación del diario neoyorkino.
Y mientras en México, la OFAC
se ensaña metiéndose a cada rincón de territorio nacional, acusando a empresas
como el centro recreativo Los Cascabeles, o bien a notarios públicos como
Antonio Núñez Bedoya, incluso a medios de comunicación como Unomásuno, no
expone lo que ocurre en su propio territorio, donde todo tipo de transacciones
de lavado de dinero evidentemente ocurren, sin que se acuse o se exponga a
nadie.
“Es claro que el lavado de
dinero existe, no sólo en Estados Unidos, también en todo el mundo, pero el
gobierno federal ya empieza a tomar cartas en asuntos relacionados con
transacciones de los mercados capitales del país”, dijo a Ríodoce Howard
Weston, vicepresidente de la agencia para el Sistema Regulatorio de los
Mercados Capitales de Estados Unidos.
En la investigación de New
York Times, también se explica que al menos 16 de los dueños de Pent-houses en
el Time Warner Center de Manhattan son o fueron funcionarios públicos de
México, Rusia, China o Colombia, y que llegaron a adquirir departamentos
valuados entre 15 y 20 millones de dólares.
Ríodoce ha intentado adquirir
documentación en las oficinas del registro público de la propiedad en Las
Vegas, en Nevada, y en Nueva York, pero hasta el momento no han aparecido
nombres conocidos, muchas veces porque hay prestanombres de por medio, o porque
se crean empresas fantasmas o fondos de inversión con que se escritura la
propiedad.
Edgardo Buscaglia señala que
no sólo políticos mexicanos están adoptando esta medida, sino que también
narcotraficantes que adquieren ingresos millonarios por sus actividades
ilícitas, y terminan invirtiendo, no sólo en Estados Unidos y México, sino
también en Londres, Singapur, París, etcétera.
“Es lo que digo, hay países
que son paraísos fiscales para políticos corruptos, narcotraficantes, lavadores
de dinero, y es lo que trata mi libro”, dijo Buscaglia.
La cadena de lavado de dinero
incluye no sólo agentes de bienes y raíces, sino también abogados, contadores,
funcionarios municipales, dueños de los departamentos, y como señalara un ex
administrador de esos edificios, “a nosotros no nos interesa saber de dónde
viene el dinero, sino que se logre la transacción”.
En Las Vegas, empresas como
MGM Resorts, que son dueños de Hoteles y Casinos como Mandalay, MGM, Mirage,
Bellagio, entre otros, y cuyo consorcio está valuado en 26 mil millones de
dólares, cuenta con accionistas de todo el mundo, incluyendo mexicanos, que
bien pueden se políticos, aunque el corporativo no reveló los nombres de los
accionistas por cuestiones de privacidad, según dijeron.
“Cuando políticos mexicanos
compran en Estados Unidos, el gobierno de ese país nunca cuestiona de dónde
provino el dinero”, dijeron fuentes del New York Times.
El sistema estadunidense
resulta tan incongruente, que incluso hace más preguntas cuando un mexicano
común y corriente cruza la frontera a pie, que sería el caso de un migrante de
bajos recursos, pero no haría tantas preguntas cuando un mexicano adinerado
llega a comprar un Pent-house, ahí los cuestionamientos por parte del
Departamento del Tesoro de Estados Unidos desaparece.
(RIODOCE/ Miguel Ángel Vega/ Ciudad de México en 20
diciembre, 2015)
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