Residentes de la colonia Coronas del
Mar, aseguran que el asesinato del niño Rodolfo Carrillo, de 15 años de edad -el lunes 30 de
noviembre-, fue un mensaje para su padre -con el mismo nombre-, involucrado en
actividades criminales
No se alcanza a entender lo
que dice, pero Gabriel se acerca a paso lento. Es un hombre moreno, rostro
delgado con bigote ligero y bajito de
estatura. Viste pantalón de mezclilla, una camisa rosa, botas negras y un sombrero
claro que cae a la altura de sus cejas. Un cuerno de chivo cuelga de su cuello
en forma de collar.
“¿Ahí están todavía las
veladoras? Yo las puse para mi niño”, dice mientras saluda de mano.
Gabriel no es el padre del
niño Rodolfo, pero convivía mucho con él, también con Doña Mary su madre, y con
sus otros dos hermanos. Dice que el menor la pagó sin deberla porque en
realidad, el ajuste era con el papá, al que identifica con el mismo nombre
y ubica como criminal, alguna vez preso
por el delito de robo de vehículo.
“Le voy a decir, cuando el
señor estaba en -la cárcel de- El Hongo, Doña Mary fue a hablar con los
patrones para que lo sacaran. Así fue como empecé a saber yo de eso”, confiesa
con un acento que hace pensar que Gabriel tuvo su historia en Estados Unidos, y
un aliento que se entiende por la botella de licor que carga en la bolsa del
pantalón.
CORONA DEL MAR
En una meseta que debe pasar
los 2 mil metros de perímetro y desde la cual no se ve otro lugar más alto,
yace la colonia Corona del Mar. Está dentro -en uno de los cerros- de la
delegación Playas de Tijuana, y de no ser por el recién inaugurado Segundo
Acceso a Playas, sería otro asentamiento invisible de la ciudad.
La urbanización de la obra
termina exactamente donde Corona del Mar inicia. Para entrar desde ese punto,
incluso es necesario subir una banqueta por la inexistencia de un acceso
vehicular. Lo que sigue son caminos terregosos que, agresivos, sacuden las
suspensiones de los vehículos, calles que se han ido formando a través de
terrenos baldíos y casas habitadas a medio terminar.
Es prácticamente imposible
encontrar antecedentes de la colonia, no hay menciones en los medios de
comunicación, o señal de que algún programa de gobierno ahí se haya aterrizado;
de esos que buscan dotar de servicios públicos, repartir despensas, entregar
cheques o rescatar a menores para que no sean víctimas de la delincuencia.
Se supone -no hay
señalamiento que lo asegure- que la casa en que vivía el joven de 15 años,
Rodolfo Carrillo Rangel, está en la intersección de la calle Mar Capio y Del
Rio, a lado de una iglesia cristiana que abre todos los días a las siete de la
noche. La vivienda en realidad es solo obra negra.
LA FOGATA DEL LUNES
Con Rodolfito, también cayó
muerto otro hombre que trabajaba de velador en una casa cercana. Entre 45 y 50
años le calculan. Lo cuenta un sujeto que se identifica como Joaquín, quien
afirma, estuvo minutos antes del homicidio.
La noche del lunes 30 de noviembre,
al calor de una fogata, Rodolfo convivía
-con estos dos hombres- también con sus dos hermanos menores. Doña Mary, su
madre, había salido a divertirse.
Joaquín fue a comprar dos
botellas de -alcohol- Tonaya, “y aquí derechito dando la vuelta, cuando iba de
regreso, escuché los disparos, vi a los niños correr y yo me metí a una casa
acá atrás”.
Habían sido por lo menos dos
detonaciones con calibre .380 y cuatro con 9 milímetros, que entraron por
rostros, cuellos y espaldas.
Según el reporte ministerial,
de la bolsa del pants que vestía Rodolfo, se asomaba un estuche de los dulces
mentolados Altoids con polvo de mariguana en su interior; también le encontraron hojas de papel arroz.
COMO LOCA
A diferencia de sus dos
hermanos, de los que no hay registro ni en la Procuraduría General de Justicia
del Estado ni en la Procuraduría para la Defensa del Menor, Rodolfo no iba a la
escuela. Pasaba los días buscando y haciendo trabajos breves, que Joaquín no
puede explicar con exactitud.
Su familia era conocida por
pedir dinero a los vecinos, pero también por las reuniones que se hacían en su
casa, en las que aceptan -los que platicaron con ZETA-, la droga no era algo
extraño.
De tan adicta, Doña Mary ya
pasaba días sin comer, dice Gabriel, y el día en que se llevaron muerto a su
hijo alcanzó a llegar, para ser alejada “como si estuviera loca”.
(SEMANARIO ZETA/ REPORTAJEZ/ Saúl
Alejandro Ramírez / Fotos. Cortesía/ 07
de Diciembre del 2015 a las 12:00:28)
No hay comentarios:
Publicar un comentario