Más allá del oriente
del Estado de México, pocas personas conocieron el nombre de Emerenciana López,
una mujer que vivió para contener la muerte de otras mujeres en un pedazo de
tierra en la que se ha vuelto común el hallazgo de niñas hinchadas en los
canales de aguas negras, de mujeres desmembradas y sus restos arrojados en los
basureros.
Ahora que a
regañadientes el Gobierno mexiquense ha solicitado la Alerta de Género en
apenas 11 de los 125 municipios, y cuando los funcionarios se felicitan a sí
mismos por la medida, la historia de una anciana que encaraba policías
judiciales y enfrentaba jueces toma relevancia.
Esta es la vida de
Emerenciana López Martínez, una guerrerense convertida en mexiquense; una
luchadora social como pocas, con lengua de diablo y alma de ángel que vio a la
muerte a la cara.
La entrevista fue
realizada en 2012, dos años antes de su muerte. Su historia, narrada por ella
misma, es presentada en primera persona…
Foto: Eduardo Loza,
SinEmbargo
Chimalhuacán,
Estado de México, 30 de julio (SinEmbargo).- Soy Emerenciana López y yo no fui
a la escuela, no tengo preparación. Soy lírica, pero me he llevado a varios
jueces y judiciales a la cárcel yo sola.
Con perdón
de ustedes, pero a los chingadazos nadie le entra.
Nadie,
nadie, nadie.
Porque no
todos los procuradores trabajan. Ojalá que al señor Alfredo Castillo —entonces
Procurador de Justicia del Estado de México— no lo quieran poner en la PGR.
No sirve
para mandar ni para servir.
Las mujeres
necesitan justicia y ni siquiera respeto tienen. Una mujer denuncia que su
marido la golpea y le dicen que se aguante y vaya al día siguiente. Entonces
vienen conmigo. Aquí viene el pobre el rico, todo mundo. Allá voy a pelearme
con ellos nomás con el escudo de Dios nuestro señor.
Nací en San
Luis Acatlán, Guerrero, y llegué aquí, a Chimalhuacán, en 1983. Tenía 22 años.
Esto era un
llano, no había casas, ni nada, yo fui la primera en llegar. La madre de quien
nos vendió lo terrenos se llamaba Elena y, por eso, llamó la colonia Santa
Elena. Guadalupe Buendía, La Loba —una invasora de terrenos militante del PRI y
ahora presa— ya andaba en la política, ya fraccionaba los terrenos.
Ahora el
dueño de Chimalhuacán es Román Tolentino —Alcalde saliente, Diputado Federal
entrante y líder de Antorcha Campesina—, un desgraciado que nos mata de hambre
y manda a matar con bala a quien le quiera quitar el hueso.
Es malo, en
verdad lo que se dice malo.
Foto: Eduardo Loza,
SinEmbargo
***
Yo ya tengo
tiempo trabajando, pero empecé duro, duro en 1987. Aquí era un desierto en que
los hombres dejaban a sus mujeres y luego ni para comer tenían. Y me venían a
ver. Yo les daba frijoles para que le llevaran a sus hijos o llevábamos a los
niños al hospital mi marido, Vicente, y yo, porque por dinero yo no sufrí.
Luego Vicente se fue con otra y a esa la dejó por otra y así.
El primer
caso en que yo hice algo por una mujer muerta no les va a gustar. Esa una
historia muy cabrona, más cabrona que acostar a los hijos sin tener para darles
de cenar.
Había una
secundaria, la única en el pueblo de San Agustín. Desde aquí sólo un camino
llegaba hasta allá, una calle de tierra como todo lo era entonces, y de perros
muertos, de carros robados en el DF y desvalijados por acá.
Por ese
sendero subían y bajaban los chiquillos. Nada más había una combi, pero los
chamacos se comían el dinero del pasaje y regresaban en bola. Se oían sus risas
dentro de la polvareda.
Donde ahora
está el deportivo del Pípila había un árbol grandote; ya no está, porque una
inundación lo arrasó. Aquí no se inunda con agua: aquí se anega con mierda.
En ese
tiempo, sigo en 1987, empezó a pasar que junto a ese árbol mataban y robaban y
las madres y los vecinos y las mujeres andábamos como viruelas locas.
Decían que
andaba un fulano por ahí matando, violando.
El 16 de
noviembre de 1987 venían cuatro muchachos de la secundaria: tres niñas y un
niño. Dos de las niñas ya tenían 15 años y la otra era más chica, como de 14,
que estaba pachona como almohada, venía con el chamaco atrás y, las otras dos
niñas, una de ellas muy bonita, venían adelante.
Y les salió
el fulano.
Les sacó una
y pistola y se los llevó y los jaló para adentro de los sembradíos que había.
A la gordita
y al chamaco los desnudó completamente y, con su misma ropa, los amarró y lo
metió en una pileta de agua sucia que usaban para regar los plantíos. A las dos
niñas se las llevó hasta el fondo, por donde ahora está Soriana y violó a la
bonita.
—¡Párate!
—le ordenó. La chica se quiso parar, pero vomitó verde. Creo que su hígado
explotó. —Tú ya no me sirves —y le disparó en la cabeza.
A la otra la
tenía bocabajo y desnuda.
—Tú estás
muy flaca —y le dio un balazo en la espalda.
Y se fue el
hombre.
Junto a lo
que ahora es la tienda Elektra siempre había una patrulla.
Los
muchachos que estaban en la pileta se desataron y, desnudos, salieron al
camino. Ellos avisaron que se habían llevado a las niñas. La gente se movilizó.
A la muchacha
herida en la espalda se levantó y caminó. A la altura de Elektra se encontró un
hombre.
—¿Qué te
pasó, hija? —le preguntó el señor.
La muchacha
no podía hablar. Él se quitó la chamarra y la envolvió. Los patrulleros los
encontraron y se llevaron a ese hombre a la cárcel. Otras personas buscaron un
carro y trasladaron a la niña al Seguro Social y no la querían recibir.
Al día
siguiente, el 17, robaron la escuela. El ratero se quiso llevar la única
máquina de escribir que había, pero lo agarraron. La gente decía que el ladrón
y el asesino era el mismo.
Las mamás me
pidieron ir al juzgado porque el muchacho que se metió a robar resultó ser hijo
de una lideresa de entonces, Esperanza González Peralta, además quinta regidora
del Ayuntamiento.
Su hijo,
Gilberto Jesús Peralta, de apenas 19 años, ya era comandante de Santa Elena y,
desde los 12 años, ya tenía su banda y nadie podía hacer nada porque su madre
tenía mucho poder.
Era priista.
Aquí, en Chimalhuacán, sólo el PRI o, más correctamente, Antorcha Campesina,
nos ha robado.
Total, que
ya querían soltar al hijo de la regidora. Nos querían hacer tarugas con la
fecha de la audiencia en que querían dejar libre al tal Gilberto, pero yo me
fui a las universidades y a las preparatorias y me fui con el montón de
chamacos a protestar.
Yo siempre
he sido entrona y grosera. ¡¿Qué chingados?! ¡Y mi arma es un rosario!
Y nada de
que salió ese cabrón a quien el diablo tenga en el maldito infierno.
Foto: Eduardo Loza,
SinEmbargo
***
Llevo y
llevo asuntos. Mire, estos recortes de periódicos, estas cartas que me traen
las mamás y yo entrego a las autoridades. A veces ni sé para qué chingados.
Vea todas
estas averiguaciones previas. Mire esta. ¿Es justo?
Acta:
CHIM/II/1000/2006
Delito:
Homicidio por estrangulamiento
Agraviado:
Inés Martínez Fuentes, diecinueve años
Inculpado:
Quien resulte responsable
Lugar de los
hechos: Gardenia 26, Barrio Portezuelos, Chimalhuacán
Hora de los
hechos: 12:30 horas (21 de febrero de 2006)
Hechos: se
realiza el levantamiento de un cadáver localizado en el interior de un cuarto
deshabitado en un terreno baldío, en posición sedente, con las extremidades
inferiores hacia delante y recargadas en una puerta, atada con una piola al
cuello con punto de apoyo a una armella de la puerta, asimismo con las manos
maniatadas con la misma piola y los ojos vendados con una franela roja. El
cierre y el botón del pantalón desabrochados, sin el zapato izquierdo,
presentando un surco en el cuello.
Referencias:
se logra establecer la identidad de la hoy occisa, derivado de una denuncia
realizada por desaparición de persona en el perímetro de Neza (…) era
originaria de Oaxaca, tenía un mes viviendo con ellos y estaba trabajando como
auxiliar de secretaria en un taller de herrería, con razón social “Soldadura
Especializada” (…) les había comentado que saliendo de trabajar iba a visitar a
sus familiares, por lo que todavía llegó a ese domicilio y marcó por teléfono a
su prima para indicarle que se dirigía a su casa (…) Ya no regresó, buscándola
con familiares y amigos (…) entran en el área del Servicio Médico Forense del
Centro de Justicia de Chimalhuacán y la reconocen plenamente sin temor a
equivocarse.
Indicios
asociativos: el predio era propiedad de la señora (…) mismo que cuidaba (…) Al
pasar frente al predio se percata de que la puerta estaba entreabierta y se
asoma, observando que estaba una persona sentada y cuando se acerca ve que es
una mujer, la cual tenía un lazo atado en el cuello y una franela roja en los
ojos.
Determinación:
asfixia mecánica por estrangulamiento. No está violada, presentaba ciclo
menstrual.
Foto: Eduardo Loza,
SinEmbargo
***
Ya tumbé a
un juez en Texcoco y a varios agentes del Ministerio Público. Les busco y les
busco y les termino encontrando. Al juez me lo chingué porque le entró al
despojo de una señora que había comprado su terrenito.
Y ahorita
traigo otro entre ojos, porque soltó al abusador de una niña. Aquí la vida de
una mujer vale mucho menos que la de un hombre. Cuando matan a una mujer ni
caso hacen.
Por mi
trabajo he ido a Cuba, a Estados Unidos, Guatemala y El Salvador para hablar de
los derechos humanos de las mujeres. Me han atendido en la Comisión
Interamericana de Mujeres.
La justicia
cuesta.
Le pido y
les pido a los procuradores que volteen a ver a Chimalhuacán, pero la justicia
cuesta y aquí no hay dinero.
¿Qué haya un
agente del Ministerio Público honesto? Mmmmm. Pues a lo mejor uno y quizá uno
que otro policía judicial, porque luego te encuentras alguno con un coche de
veras rascuache, pero un juez decente…
de los jueces no lo puedo asegurar.
Aquí arriba
hay un hombre feo de la cara y más feo del corazón, uno que es de una familia
con dinero.
Ese
mandó a que le tiraran dos jarras de
agua hirviendo a una mujer y le quemaron todo el lado izquierdo de su cuerpo.
Le quemaron el antebrazo hasta llegar al hueso y murió. Le dio 800 mil pesos al
juez y está libre y hasta fue candidato a la Presidencia Municipal de
Chimalhuacán por el PRD.
A la mamá de
la difunta, que hace quesadillas en el mercado, van los de la familia de ese
hombre y le gritan que le dieron dinero al juez.
Y por eso la
señora ya dejó de pedir justicia para su hija y eso que los hombres se rinden
más rápido. En estos más de 25 años que tengo dedicada a defender a las mujeres
nada ha mejorado. ¿Qué va a mejorar? Yo veo a las autoridades más corruptas
cada vez.
Yo me agarré
a un policía de la oreja y le dije: ¡A ver, cabrón, cuánto cuesta la justicia!
Y me dijo, riéndose el pendejo aunque bien que me tienen miedo, cuánto por
soltar un asesino: 70 mil pesos. Y a un violador: 25 mil pesos. Y a un ratero
con violencia: 15 mil pesos.
Foto: Eduardo Loza,
SinEmbargo
***
A las
mujeres, desde niñas les compran la muñeca, el platito, la tacita, las enseñan
a quedarse calladitas y así crecen. Desde niñas son maltratadas en su casa y a
la mujer maltratada la atontan, la vuelven mensa. Luego las violan y ellas
tratan denunciar.
—¡Hey, te
toca la violada! —se gritan los del Ministerio Público cuando una de ellas
llega.
—¡Mira cómo
vienes vestida, es que no te das tu lugar! —les dicen y les hacen repetir lo
que les hizo el violador. Y ponerse como las puso el violador.
El judicial
le habla golpeado y ella se espanta y ya no regresa o no declaran como se debe,
porque ahí hay mucha morbosidad. Las revisan hombres, las hacen pasar toda
clase de humillaciones. Gozan, gozan con
el dolor.
De eso se
valen para que ya no sigan dando lata.
Yo las
defiendo y voy y ahí me planto hasta que me atienden.
Me da rabia.
Yo les digo: levante la cabeza, niña, que la gente diga lo que sea. De mí han
dicho hasta que le quito el marido a las mujeres y que soy la puta de todos,
hasta del perro.
Y si vamos a
morir, vamos a morir. *
(SIN EMBARGO.MX/
Humberto Padgett /julio 31, 2015 - 21:29h)
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