Al igual que en el 89 con Salinas, un triunfo albiazul
parece ser la mejor receta para salvar un incipiente matrimonio entre el PRI y
el PAN, forjado en esa basílica política conocida como Pacto por México.
Ramón Alberto
Garza
En 1988 Carlos
Salinas de Gortari vivió días de tormenta para instalarse como presidente de
México.
Y como a todo
presidente entrante, lo alcanzó la primera elección del sexenio: la de Baja
California Norte, en 1989.
Salinas tenía la
urgencia de concretar la alianza con el PAN para acabar de legitimar su
cuestionada elección.
Y la victoria de
Ernesto Ruffo –el primer gobernador de oposición en la historia de México– creó
las condiciones perfectas para borrar pasados y consumar ese matrimonio
político.
El entonces
presidente buscó dar con ello una demostración de que sabía compartir el poder,
siempre y cuando lo dejaran ejercerlo.
Veinticuatro años
después la historia parece repetirse con Enrique Peña Nieto.
El ahora presidente
debe estar encendiendo veladoras a todos los santos para que el domingo próximo
gane el panista Kiko Vega sobre el priista Fernando Castro Trenti.
Y es que al igual
que en el 89 con Salinas, un triunfo albiazul parece ser la mejor receta para
salvar un incipiente matrimonio entre el PRI y el PAN, forjado en esa basílica
política conocida como Pacto por México.
Una derrota del PAN
en BCN sería la salida casi automática de Gustavo Madero como presidente
nacional de ese partido. ¿Con qué calderonista beligerante se tendría que
entender Peña Nieto?
El dilema, pues, es
ganar BCN para perder a un aliado y poner contra la pared un acuerdo nacional o
propiciar una derrota del PRI que no sería ninguna novedad en ese estado. Sería
la quinta al hilo.
La derrota del PRI
buscaría también demostrar que el equilibrio político tricolor que lleva por
nombre Manlio Fabio Beltrones, es falible. Su candidato, Castro Trenti, se
habría atorado con el paquete.
Si eso ocurriera, en
el fondo el actual jefe de la bancada priista en la Cámara de Diputados estaría
contribuyendo con su disciplina y sacrificio político a la concordia nacional.
De nuevo factótum de estabilidad.
Pero no seamos
despistados y coloquemos los reflectores sobre la elección que de verdad
inquieta en Los Pinos. La de la alcaldía de Puebla.
Instalado como uno
de los punteros de la oposición al PRI para la presidencial del 2018, Rafael
Moreno Valle se alzaría como héroe en un entorno de sequía de triunfos para el
PAN. Si es derrotado, no podría justificarse como líder.
Por lo demás no
dejen de ver de cerca lo que pase en Durango, Sinaloa, Chihuahua con la posible
incursión, o intimidación, del crimen organizado.
En Veracruz se verán
los efectos o los defectos del vendaval Yunes. Y en Aguascalientes si el PRI se
conserva lozano. Hablamos el lunes 8.
(REPORTE
ÍNDIGO/ Ramón Alberto Garza / Viernes 5 de julio de 2013)
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