La Jornada
Venezuela.- El
espeleólogo venezolano Freddy Vergara no oculta su emoción ante la maravilla
cromática que testificaron sus ojos en marzo, tras el descenso a las
profundidades de una enorme cueva en el cerro Auyantepuy, en la Gran Sabana, en
el sureste de Venezuela.
No es un lugar
cualquiera: se trata de una cueva de cuarcita -un tipo de formación rocosa de
alto contenido de cuarzo- en las profundidades del tepuy, una estructura
geológica en forma de meseta muy típica de la zona, a unos 1.500 metros por
encima del nivel del mar.
Fue descubierta en
marzo pasado -el equipo multidisciplinario conformado por venezolanos e
italianos entró por primera vez el 13- y podría ser la más grande de su tipo en
el mundo, aunque eso todavía está sujeto a comprobación.
No es la primera
formación de este tipo que se descubre. Ya en la década de los años 70 fueron
halladas otras similares en los tepuyes Autama o Sarisariñama.
La cueva se ubica en
la cara este del Auyantepuy, mirando al valle de Kamarata y al valle de
Kanavayén.
Fue el Correo del
Caroní, un diario de Ciudad Guayana, en el estado Bolívar, el primer medio de
comunicación que se hizo eco de la noticia.
DESDE EL AIRE
La expedición fue
llevada a cabo por el equipo venezolano Theraphosa -al que pertenece Vergara- y
el italiano La Venta luego de que una abertura fuese divisada por primera vez
en 2011 por el piloto venezolano Raúl Arias, a bordo de un helicóptero.
Ya he detectado
varias desde el aire", le explica Arias a BBC Mundo. "Cuando veo
formaciones extrañas, aberturas o posibilidad de aberturas, doy vueltas en el
aire para determinar bien de qué se trata. Aún quedan por explorar al menos
seis cuevas que he divisado".
Arias es un capitán
con más de 23.000 horas de vuelo en helicóptero. Trabaja con turistas, documentalistas,
exploradores y hasta famosos. Le ha pilotado al actor Harrison Ford, quien
alguna vez fue a Venezuela a conocer las maravillas naturales de esta parte del
país.
Arias bajó a la
cueva como invitado especial, unos 250 metros. Describe lo que vio como
"un impresionante mundo de cascadas, de lagos, de guácharos y estalactitas
de colores" que se ven sólo con luz artificial, pues de otra forma hay
oscuridad total.
Dos años después se
realizó la expedición. La profundidad es de unos 180 metros desde el lugar de
ingreso hasta el punto más bajo del descenso. Fue un trayecto complicado: el
primer tramo, unos 60 metros, se hizo por medio de cuerdas -rapel- entre
grietas y precipicios. El resto lo hicieron a pie.
En total, la
travesía duró 15 días. Participaron 14 personas, siete italianos y siete
venezolanos.
"Fuimos a
explorar, con la grata noticia de que era un monstruo lo que había allá
abajo", le dice Vergara a BBC Mundo. "Te quedas sin palabras de sólo
verlo".
NOMBRE INDÍGENA
La cueva fue llamada
Imawarí Yeutá, nombre indígena que designa a una especie de duende y protector
de la montaña en la mitología de la etnia pemón.
El espeleólogo
explica que lograron topografiar un total de 15 kilómetros con 450 metros,
aunque -según sus cálculos- la cueva podría tener unos 25 kilómetros en total.
Hay salas que miden 130 metros de ancho por 200 metros de largo.
Ya se ha dicho que
esta formación no es una cueva cualquiera, no sólo por sus dimensiones sino por
su composición mineral.
La formación rocosa
de los tepuyes es de piedra compacta, las más fuertes y antiguas de todo el
planeta, explica Vergara.
Hasta hace unas
décadas en la comunidad científica se pensaba que con este tipo de roca, la
cuarcita (un tipo de sílice), no se formaban cuevas. Es muy dura, muy compacta
y fuerte en su estructura, prácticamente cristales. No se erosiona tan
fácilmente con el agua.
El espeleólogo
establece una diferencia con las formaciones de carbonato de calcio, como las
Cuevas del Guácharo (estado Monagas, en el oriente de Venezuela) u otras que
fueron fondos marinos y cuya estructura es de carbonato de calcio, constituido
por barro, arcilla, conchas marinas y calcio.
En estas formaciones
las cuevas se produjeron por la erosión del agua y el viento, principalmente.
Sólo para dar una
idea, Vergara dice que si la erosión de cien metros de carbonato de calcio toma
cien años, el cuarzo se erosiona un metro en un siglo.
ORIGEN BACTERIOLÓGICO
En el caso de
Imawarí Yeutá, se trata de una cueva de origen bacteriológico.
"Se producen
por la acción de bacterias extremófilas (que viven en condiciones extremas),
que de cierta forma logran debilitar el núcleo de la cuarcita, lo arenizan y
hacen que se erosionen y formen estas estructuras maravillosas, vivas".
Y lo de
"viva" no es metafórico: todas estas bacterias son autotrofas, es
decir, tienen la capacidad de alimentarse a sí mismas. Son seres vivos dentro
de una cueva.
Dentro de sus
cámaras, salones y galerías, entre colores azulados, rojos, amarillos, púrpuras
-producto de la mineralización- evoluciona la vida por aislamiento. La
diversidad natural que hay en los tepuyes (insectos, plantas, aves) sólo existe
ahí.
Por ejemplo, en sala
Saúl Gutiérrez -llamada así en homenaje a un biólogo venezolano que dedicó su
vida a especies animales en peligro de extinción- los exploradores hallaron una
especie de pájaros guácharos (en el suelo, que mostró un comportamiento no
visto antes por la ciencia.
Vergara arriesga a
decir que en estas formaciones podría estar la "génesis del planeta".
(ZOCALO/ La Jornada/ 11/04/2013 - 05:19 PM)
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