A diferencia de Juan Pablo II, que defendió a ultranza
a los Legionarios de Cristo y en especial a su fundador, Marcial Maciel, el
nuevo pontífice ha empezado a emitir señales de que busca una Iglesia más
cercana a los postulados de la Compañía de Jesús. Esta congregación
históricamente ha sido relegada, hostigada y vilipendiada. Ahora parece que los
papeles se invertirán y en el Vaticano ya se investigan a fondo las
irregularidades y los escándalos de La Legión.
Rodrigo Vera/ Proceso
MÉXICO, D.F.
(Proceso).- Con la llegada al trono pontificio del jesuita Jorge Bergoglio, la
Compañía de Jesús puede convertirse en la congregación religiosa más influyente
dentro de la Iglesia católica, al grado de que su línea pastoral de la opción
preferencial por los pobres también puede verse fortalecida, como lo perfilan
los primeros mensajes del nuevo Papa que ponen énfasis en los “pobres” y en la
vocación de “servicio” de la institución.
Así, el primer Papa
jesuita puede poner fin al hostigamiento que ha sufrido esta línea pastoral en
los últimos años, sobre todo durante el pontificado de Juan Pablo II, quien
relegó a la Compañía de Jesús para darle impulso a los Legionarios de Cristo,
hoy caídos en desgracia por los escándalos de pederastia de su fundador,
Marcial Maciel.
Incluso algunos analistas
consideran muy probable que el Papa Francisco “suprima definitivamente” o por
lo menos ordene una “refundación” de los Legionarios de Cristo, luego de que
Benedicto XVI los sometió a un proceso de reestructuración y castigó a Maciel.
El sacerdote Manuel
Olimón Nolasco, especialista en historia de la Iglesia, dice con asombro: “Es
completamente novedoso el hecho de que un jesuita sea Papa. Fue una de las
grandes sorpresas que nos dejó el pasado cónclave. La Compañía de Jesús se
fundó en 1534. De manera que tuvieron que pasar casi 500 años para que uno de
sus miembros fuera Papa”.
–¿Los jesuitas
siempre han asumido institucionalmente la opción por los pobres?
–Sí, siempre ha sido
así. Aunque, claro, en diferentes contextos. Y en algunos casos esa opción la
aplican de manera indirecta; formando a los dirigentes para que sean ellos
quienes desde el poder apliquen la justicia social. Esto ha ocurrido a lo largo
de la historia.
–¿Podría esperarse
lo mismo del Papa Francisco?
–Sí, creo que se va
a notar mucho esa línea durante su pontificado. De hecho él ya empieza a hablar
sobre los pobres y el servicio a los demás. Lo está haciendo con sencillez y
hablando directamente a la conciencia de los fieles. No dice impositivamente:
‘Tú tienes que hacer esto y tú lo otro’. No. Más bien deja que cada quien
decida. Es muy común en los jesuitas recurrir al libre albedrío.
“Y el hecho de que
se haya puesto el nombre de ‘Francisco’ también es muy significativo; se
inspira en la figura de San Francisco de Asís que encarna la pobreza
voluntaria, el cuidado de la naturaleza y la paz. Hay un adagio latino que dice
nomen oneri est (el nombre es una carga). Para los papas el nombre es muy
importante porque con él marcan el camino que planean seguir.”
OPCIÓN POR LOS POBRES
Desde que llegó al
papado, el pasado miércoles 13, el jesuita ha venido recalcando la importancia
de atender a “los pobres y los olvidados” y ha condenado la “sed de poder y de
dinero”. En su homilía del Domingo de Ramos señaló que “el sudario no tiene bolsillos”,
en alusión a la mortaja de Cristo.
Y el Jueves Santo
pidió a los sacerdotes que salgan a “las periferias” y se acerquen al
“sufrimiento” y a la “sangre derramada”. Por la tarde celebró una misa en la
cárcel juvenil Casal del Marmo, en las afueras de Roma, donde le lavó los pies
a un grupo de jóvenes detenidos. “Esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo
que yo hago, es mi deber que me viene del corazón… Quien está en lo más alto
debe servir a los otros”, dijo.
Bergoglio ha
empezado a vestir una sencilla sotana blanca y a marcar distancia de las
pomposas liturgias del Vaticano, concelebradas con cardenales de vestimentas
carnavalescas, entre mármoles y ceremonieros.
Algunos teólogos de
la liberación aprueban esas primeras señales, como el brasileño Leonardo Boff,
quien dijo: “Francisco tiene en mente una Iglesia fuera de los palacios y de
los símbolos del poder. Lo mostró al aparecer en público. Normalmente los Papas
–y Ratzinger principalmente– ponían sobre los hombros la muceta, esa cápita corta
bordada en oro que sólo los emperadores podían usar. El Papa Francisco llegó
sólo vestido de blanco”.
Agregó Boff –para el
semanario alemán Der Spiegel– que el Papa Francisco “viene del Gran Sur, donde
están los más pobres de la humanidad y donde vive 60% de los católicos. Con su
experiencia como pastor, con una nueva visión de las cosas, desde abajo, podrá
reformar la curia, descentralizar la administración y dar un rostro nuevo y
creíble a la Iglesia”.
Por su parte Pedro
Casaldáliga, obispo de los pobres en la selva amazónica, en una entrevista con
el periódico brasileño O Globo, también elogió la simplicidad del nuevo
pontífice y el simbolismo del primer gesto al inclinarse delante de la gente
que lo aguardaba en la Plaza de San Pedro.
En El Salvador, el
jesuita Jon Sobrino, cuyas obras teológicas fueron condenadas por el Vaticano,
destacó que ha visto “signos pequeños pero claros” de la “sencillez y la
humildad” del nuevo Papa, deseando que “crezcan como signos grandes”.
Y el actual superior
general de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás, le envió al nuevo Papa una
misiva –fechada el jueves 14– en la que le dice: “El nombre de ‘Francisco’ con
que desde ahora le conocemos, nos evoca su espíritu evangélico de cercanía con
los pobres, su identificación con el pueblo sencillo y su compromiso con la
renovación de la Iglesia. Desde el primer momento en que se ha presentado ante
el pueblo de Dios ha dado testimonio de modo visible de su sencillez, su
humildad, su experiencia pastoral y su profundidad espiritual”.
Estas muestras de
apoyo al nuevo Papa contrastan con el hostigamiento que, hasta hace poco, todavía
emprendía el Vaticano contra la Compañía y algunos jesuitas.
Por ejemplo cuando
el sacerdote español Pedro Arrupe era superior general de la Compañía
(1965-1983), le dio mucho empuje a los temas de justicia social e inculturación
del evangelio, lo que le provocó críticas de los sectores tradicionales de la
Iglesia que lo acusaban de ser muy permisivo. Ante esto Juan Pablo II le puso
un interventor a la Compañía para que la vigilara.
En 2007 la
Congregación para la Doctrina de la Fe condenó la obra de Jon Sobrino, uno de
los principales impulsores de la teología de la liberación, porque “sus
proposiciones no están en conformidad con la doctrina de la Iglesia”.
Entre otros jesuitas
cuestionados o censurados por el Vaticano se encuentran Jacques Dupuis, Pierre
Teilhard de Chardin, John Courtney Murray y Anthony de Mello.
Algunos jesuitas han
sido asesinados por sus posturas revolucionarias y su defensa de los derechos
humanos: En 1980 fue acribillado en Bolivia Luis Espinal Camps por el Servicio
de Inteligencia del Ejército; en 1983, James F. Carney fue asesinado en
Honduras por las fuerzas militares; en 1989, Ignacio Ellacuría y otros cinco
jesuitas corrieron igual suerte a manos de la Fuerza Armada de El Salvador.
En México destaca el
mártir jesuita Miguel Agustín Pro, fusilado durante la guerra cristera por el
gobierno callista. Su proceso de canonización está en marcha y un influyente
centro de derechos humanos mexicano lleva su nombre. Años después, durante el
levantamiento zapatista chiapaneco en los noventa, se acusó a los jesuitas de
estar instigando a los indígenas a levantarse en armas.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso
1900, ya en circulación)
(PROCESO/ Rodrigo Vera/ 30 de marzo de 2013)
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