Vivimos momentos muy críticos
sin que nos queramos dar cuenta. Hay ataques políticos directos contra las
Fuerzas Armadas, contra la Suprema Corte de Justicia y contra la libertad de
expresión.
No es sólo el candidato
presidencial Andrés Manuel López Obrador quien abrió fuego contra las
instituciones, sino que existe un armado, estratégico o espontáneo, que en las
horas finales de la precampaña, desató una embestida para descarrilarlas.
Se vive un incipiente proceso
de desinstitucionalización, entendida como la crisis de las normas y
convenciones que regulan la vida social, que urge atender.
Las instituciones desempeñan,
en la práctica y operatividad, un trabajo de interés público. Pueden funcionar
bien o mal, dependiendo de quienes estén al frente de ellas, pero no deben
confundirse y mezclar todo.
Las instituciones median y
regulan el comportamiento dentro de una sociedad que se rige por un conjunto
de normas, y cuando dejan de ser funcionales, por la mala
administración individual o de un gobierno de ellas, se produce la anomia, que
tiene consecuencias como el resquebrajamiento del tejido social, la pérdida de
valores y conductas ilegales, acompañado de agresividad. Una sociedad con
anomia es una sociedad enferma. Y caminamos en esa dirección.
La cara más visible del
ataque es López Obrador, el líder de la izquierda social que desde que inició
su búsqueda por posiciones de poder hace casi 30 años en Tabasco, ha jugado en
los linderos de la legalidad institucional.
Este miércoles descalificó
sin excepción a los ministros de la Suprema Corte de Justicia, órgano supremo
constitucional, a quienes calificó como "alcahuetes". El ejemplo que
puso fue la resolución de la Corte en 2014 donde por nueve votos contra uno
declaró que la consulta popular propuesta por el PRD sobre la Reforma
Energética, era inconstitucional.
"Están maiceados por la
mafia del poder para actuar bajo consigna", dijo. Quería que violaran la
Constitución para satisfacer a sus intereses.
"Mafia del poder"
es como describió la mano que mece la cuna de intelectuales y periodistas que
discrepan con él, en un lance de inhibición respaldado por sus legiones de
fieles en las redes sociales que mediante el vituperio incesante, quisieran
acallar a quienes piensan diferente.
Estos son intentos de
censura, y golpes directos contra los medios de comunicación. Si les resta
credibilidad, siembra sospechas o simplemente, como lo está construyendo,
establece una narrativa de que los medios son sus enemigos y trabajarán en su
contra durante la campaña presidencial. Así minará el acceso de información del
ciudadano, y al oscurecer el día intentará –como lo ha hecho en el pasado-,
alumbrar su noche.
Con la tercera institución
que se metió en la semana, las Fuerzas Armadas, tiene un diferendo de meses,
donde ha venido señalándolas de manera continua por su papel en tareas de
seguridad pública, omitiendo tramposamente que los militares no pueden actuar
en las calles mexicanas contra criminales, si no existe una petición expresa
del gobierno local. No son las Fuerzas Armadas las que deciden de manera
discrecional combatir a los delincuentes que López Obrador, lo ha reiterado,
quiere darles amnistía, sino los gobiernos rebasados por la delincuencia.
Esta semana lanzó sus
críticas al secretario de la Defensa, el general Salvador Cienfuegos, a quien
acusó de hacer "politiquería" por haber aceptado un Doctorado Honoris
Causa de la Universidad de Artes y Ciencias de Chiapas, sumándose a una
treintena de organizaciones, académicos y activistas que expresaron su rechazo
a esa distinción académica porque, alegaron, encabeza la guerra interna contra
la inseguridad en el país.
El viernes pasado, la
antropóloga Mercedes Olivera Bustamante rechazó ser investida como Doctora
Honoris Causa por la misma universidad, en protesta por la distinción al
general Cervantes. Pero en su discurso no personalizó la crítica, sino lo
amplió a la institución, por ser la que él representa. La Rectoría de la
universidad, canceló la entrega.
Los síntomas de la anomia
están siendo acompañados de esfuerzos para el desmantelamiento de las
instituciones. No está resultando arduo hacerlo porque la decepción y molestia
de la sociedad en su conjunto contra ellas, aunque en realidad es contra las
personas que las encabezan, abren las avenidas para su demolición.
Hay un diseño para
liquidarlas, como lo ha planteado desde hace años López Obrador con la frase de
"al diablo con las instituciones", pronunciada en 2006 cuando los
órganos electorales no le dieron la victoria en la elección presidencial que
reclamaba.
Seguramente, también hay
mexicanos de buena fe que hastiados por la incapacidad de las élites para hacer
un cambio de fondo que inyecte ánimo y despierte la expectativa de cambio, se
están sumando a su proceso de demolición vestido de proyecto de Nación.
Por esto, vale la pena releer
la carta de un asturiano, Carlos Trueba, que publicó el diario español El País
el 27 de abril de 2017. "Tiempos convulsos, crisis sociales,
incertidumbre, irracionalidad y desmoronamiento de las instituciones que
creíamos hasta ahora sólidas, pero que no hemos dudado en apedrear. Se palpa el
malestar social, influido por nuestro individualismo y nuestros miedos, y los
sucesos desconcertantes pueden interpretarse a la luz del derribo sistemático
de los consensos e instituciones básicas que forjaban nuestra
convivencia", escribió Trueba.
"Europa, amenazada por
el Brexit, los nacionalismos infantiles y los populismos adanistas; la paz
mundial, socavada por actitudes arrogantes de personajes banales como Trump o
Putin; el periodismo, acosado por la posverdad; los derechos laborales,
amenazados por la loada revolución tecnológica; la reflexión y el debate,
ardiendo en la hoguera de las sacralizadas redes sociales. Al final, nos
quedará vivir con nosotros mismos".
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EL MAÑANA DE REYNOSA/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
RAYMUNDO RIVA PALACIO/09 FEBRERO 2018)
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