Llegaron en tropel, tirando
todo y adueñándose de la mesa. Desplazaron a todos los mandos principales de
las policías, de las municipales, de las estatales, y de las áreas sensibles,
como el C4 y los penales.
Eran los militares. Traían la
venia del gobierno federal y se supone que serían el cobertor del nuevo
gobernador, Quirino Ordaz Coppel, muy amigo del secretario de la Defensa,
Salvador Cienfuegos.
Fueron presentados como la panacea, frente a la gran
corrupción, evidenciada hasta la saciedad, de las corporaciones policiacas. De
pronto vimos soldaditos encaramados en patullas de las policías municipales,
pero en vez de despertar miedo despedían cierto candor. ¿Qué se pretendía?
Nunca se dijo claramente. ¿Qué se ha logrado en casi tres meses? Absolutamente
nada. Zonas de la entidad están secuestradas por la violencia. Primero fue
Mazatlán, donde se vivió una de las etapas más violentas de su historia y solo
aplacadas por acciones de la Marina en Nayarit, donde abatieron a un grupo de
delincuentes a los que se atribuían las ejecuciones en el puerto. Luego la
violencia desatada en Culiacán y Navolato, producto de la guerra entre los
Guzmán y los Dámaso.
Aunque no se viven los
tiempos de 2008, cuando explotó la guerra en el Cártel de Sinaloa motivada por
la detención de Alfredo Beltrán Leyva, el Mochomo, en Mazatlán, Culiacán y
Navolato, por lo menos, se viven escenarios muy parecidos, bajo el temor de la
gente de que las cosas empeorarán. Y nada han hecho los militares, ni desde los
mandos policiacos municipales, ni desde las corporaciones estatales, que haga
distinto a este gobierno del que se fue. Por el contrario, lo que se percibe es
un embobamiento de las policías, que se aprecian sin estrategias de prevención,
menos de inteligencia. Los grupos armados se siguen paseando en las ciudades
con la misma libertad de antes y una prueba de ello es lo ocurrido en la
colonia CNOP, donde un comando les quitó a policías municipales a ocho jóvenes
que habían sido detenidos, hecho que fue videograbado por un anónimo y subido a
las redes sociales.
Lo ocurrido en el penal de
Aguaruto fue el colmo. Los propios militares, a través de la Tercera Región,
habían hecho ya un diagnóstico de la situación en el CECJUDE, con propuestas
para asegurar su funcionamiento sin arriesgar la seguridad. Se lo presentaron
al gobierno anterior y no hicieron nada. Y se suponía que, al asumir el mando
de los centros de reclusión desde la subsecretaría de prevención, que ocupa el
teniente coronel, Cristobal Castañeda Camarillo, los militares ya sabían lo que
tenía qué hacer.
Por eso es ocioso que, a raíz
de las fugas de la semana pasada el gobierno “reconozca” “que se ha detectado
la herencia de una serie de graves deficiencias en la operación de dicho Centro
Penitenciario…” ¡Eso ya lo sabían! Y también debía suponerse que la presencia
de tanto cabecilla del Cártel de Sinaloa en el penal podía provocar lo que ya
ocurrió.
Hace doce años, recién ungido
Jesús Aguilar Padilla como gobernador, ocurrió una fuga escandalosa: 11 reos se
escaparon por la puerta principal, con la complicidad de funcionarios de la SSP
y custodios. Ahora ocurre algo similar, con el agravante de que los fugados
son, todos, piezas importantes de diferentes fracciones del Cártel de Sinaloa.
Después de Juan José Esparragoza Monzón, tal vez el más importante es Jesús
Peña, el Veinte, quien al ser detenido en 2014, era el operador número uno de
Ismael Zambada García, y de gran afecto del capo.
Así que el hoyo que le han
hecho al sistema de seguridad del gobierno estatal no es cualquier cosa. Además
de la burla. Con efectos previsibles en el corto y mediano plazo, porque es
obvio que todos ellos se reintegran a las actividades delictivas. El golpe más
fuerte es tal vez para el orgullo de los militares, pues apenas hace tres semanas
habían capturado al Pancho Chimal, señalado como uno de los que comandaron el
ataque donde fueron asesinados cinco militares, y también se les peló.
BOLA Y CADENA
ES EVIDENTE QUE TANTO el
gobierno estatal como los militares que se han adueñado de los sistemas de
seguridad tienen responsabilidad por estas fugas. Pero también el gobierno
federal, pues todos los que escaparon estaban siendo juzgados por delitos
federales y habían estado como blancos importantes de la PGR. ¿Qué les falló a
ellos aparte de no prever la gran capacidad corruptora de los narcos? ¿Qué
parte de los procesos de enjuiciamiento no controlan como para que los narcos
decidan dónde estar y dónde no?
SENTIDO CONTRARIO
PARA QUE SE HAYAN ESCAPADO UN
HIJO del Azul, el máximo operador del Mayo Zambada, uno de los jefes de
sicarios más importantes de la familia Guzmán en Culiacán, el que sustituyó a
Rodrigo Aréchiga Gamboa, el Chino Ántrax y un hermano de Ovidio Limón, tuvo que
tratarse de una operación de altísimo nivel con miras estratégicas. Si esto es
así, entonces podríamos suponer hacia dónde se alinean los astros en la guerra
que actualmente se vive en Sinaloa, por el negocio que ha dejado Joaquín Guzmán
Loera. Y entonces pensar que la cancha se le achica a Dámaso López Núñez.
HUMO NEGRO
PERO EL PROBLEMA PRINCIPAL es
para el gobernador. En él la gente depositó su confianza de que las cosas
cambiarían. Los ciudadanos no votaron por los militares, lo hicieron por
Quirino y por el PRI. Y la gente le va a reclamar a Quirino y al PRI. No tiene mucho
tiempo el gobernador para demostrar que llegó para cambiar cosas. Y hasta lo
que se ha podido apreciar en los 80 días que lleva en el poder, no trae nada en
el morral. Y si lo trae que lo saque.
(RIODOCE/ COLUMNA “ALTARES Y SÓTANOS
DE ISMAEL BOJÓRQUEZ/ 20 marzo, 2017)
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