Fuera de toda circunspección,
el sábado 11 de marzo pasado se dio el destape del PRI para la gubernatura de
Chiapas, en Yucatán. Falta mucho tiempo para esa elección que será en el verano
de 2018, pero no importó. Adversarios en el gabinete, como los secretarios de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el de Educación, Aurelio Nuño, fueron
acompañados por el líder nacional del PRI, Enrique Ochoa, para ungir
informalmente a Roberto Albores Gleason, como próximo abanderado al gobierno
estatal. Para ir al futuro, se fueron al pasado. Asunto de amistades y componendas
presidenciales, concretadas al amparo de una boda con una cargada política de
potencia nuclear.
Albores Gleason, hijo de un
gobernador interino en Chiapas, se casó con Karla Esmeralda Méndez Marrufo tras
una fugaz relación, en una ceremonia civil y religiosa en la fastuosa vieja
hacienda henequenera Tekik de Regil, cerca de Mérida. Prohibieron el paso a la
prensa porque no querían los organizadores del evento que la opinión pública
registrara lo sucedido. Sabadazo electoral con la venia del presidente Enrique
Peña Nieto. Sus secretarios enfrentados, Osorio Chong y Nuño, firmaron como
testigos del novio, al igual que Ochoa, quien será el encargado de preparar más
adelante la convocatoria de registro de candidatos, a modo, como es la marca de
la casa, para el regreso a Chiapas de la naftalina.
La boda estuvo llena de
símbolos. El más importante, lo irrelevante del sentir y pensar de los priistas
chiapanecos, músicos de acompañamiento porque quien manda allá no son ellos,
sino el Centro. En julio del año pasado, como botón del desprecio, 10 ex
líderes del partido en el estado le pidieron a Ochoa la remoción inmediata de
Albores Gleason por haber violado los estatutos del partido y permanecer
irregularmente en el cargo. Nadie les hizo caso. El recién casado también fue
uno de los responsables de la caída del PRI en el estado por su mala operación
política en los últimos años, pero tampoco cuenta. Albores Gleason es protegido
del ex gobernador Juan Sabines, amigo cercano de Peña Nieto, que no fue perseguido
por la deuda superior a los 40 mil millones de pesos que dejó en el estado,
sino protegido por el presidente, que lo nombró cónsul en Orlando.
La apuesta por Albores
Gleason es por un modelo autócrata, represivo y despilfarrador, como fue el
gobierno de Sabines, un político fiscalmente irresponsable y frívolo, del que
tanto abreva el extraoficialmente ungido. Sabines fue precursor de los abusos que
cometieron otros gobernadores peñistas, y pensar en su delfín como candidato,
es creer que la vieja forma de hacer campañas, distribuyendo dinero a través de
programas sociales y cooptando a la oposición o silenciando a la disidencia y
la prensa crítica, será el camino de la victoria en el estratégico estado en la
difícil frontera sur.
Eso no importa en Los Pinos.
A la hacienda llegó la caballería política peñista y algunos más, de la órbita
priista. Estuvo el secretario de Salud, José Narro, con el procurador Raúl
Cervantes y el coordinador del PRI en el Senado, Emilio Gamboa. También los
gobernadores de Campeche, Chiapas, Colima, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo,
Yucatán y Zacatecas. Cargada política para que le quedara claro al gobernador
chiapaneco, Manuel Velasco, quién es el escogido en el Centro. El Verde dejó de
ser útil, es casi un lastre, y él no pondrá candidato; se lo impondrá Peña
Nieto, el hacedor electoral.
La elección en Chiapas se
resolverá de manera concurrente como la elección presidencial, pero ahí, como
no ha sucedido con las otras entidades que coinciden en el proceso, se están
tomando decisiones adelantadas con un propósito que no se podría entender fuera
de la necesidad de frenar el avance de Andrés Manuel López Obrador y Morena en el
sureste mexicano. El fenómeno del crecimiento del líder de la izquierda social
en el estado ha ratificado el avance de ese partido en las últimas elecciones
federales y estatales. En 2015, primera elección de Morena como partido, pasó a
dominar la Ciudad de México, bastión de la izquierda, y el año pasado avanzó
meteóricamente como fuerza política en Veracruz y Oaxaca, principalmente, pero
significativamente en plazas como Puebla.
Morena no existía cuando
Velasco ganó la gubernatura en 2012 con la coalición Verde y PRI, con 49.93%
del voto. En 2012, Peña Nieto ganó por casi 15 puntos porcentuales a López
Obrador en Chiapas, pero las del 2018 tendrán como contexto su desgaste y el
del gobierno federal, así como la anulación como operador político, como quedó
de manifiesto en la boda, del gobernador Velasco. No está claro cómo podrá
funcionar la fórmula del viejo PRI, si la recete del desacreditado Sabines sea
ganadora, o si en las condiciones de vulnerabilidad electoral que vive el
partido en el gobierno en varias regiones del país, la opción de Albores
Gleason sea la mejor.
El destape en Chiapas, para
quien no milita en el PRI, por tanto, se da en un buen momento para analizar
perfiles de candidatas o candidatos y revisar posibilidades de alianza, lo que
podría darse con el binomio PAN-PRD pero no, en el contexto actual, con Morena.
De cualquier forma, con las cartas claras del PRI, el juego se abrió para
todos. Incluso para los priistas que sufrieron con Sabines que han sido
excluidos por Albores Gleason, y para quienes que lo único que desearían, por
las experiencias vividas en aquellos años, es que ese grupo político no regrese
al poder.
RRIVAPALACIO@EJECENTRAL.COM.MX
TWITTER: @RIVAPA
(EJECENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
RAYMUNDO RIVA PALACIO | MARTES 21 DE MARZO, 2017)
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