De manera inusual, el
secretario de la Defensa, general Salvador Cienfuegos, ofreció el sábado
disculpas por la tortura de dos soldados a una mujer en Guerrero, un dardo
envenenado a la credibilidad del Gobierno cuando el video sobre el crimen se
volvió viral la semana pasada en las redes sociales.
Este lunes se espera que el
comisionado nacional de Seguridad, Renato Sales, lo siga, pues también
participó una policía federal. La reacción gubernamental refleja sensibilidad,
pero lamentablemente no fue por generación espontánea. Sucedió como
consecuencia directa de la llamada de atención que le dieron al presidente
Enrique Peña Nieto en dos de las principales capitales del mundo: Washington y
Berlín.
En materia de derechos
humanos, el Presidente y su Gobierno salieron reprobados severamente la semana
pasada. El Departamento de Estado difundió su reporte anual sobre derechos
humanos, donde la evaluación fue devastadora. “Los problemas más significativos
relacionados a los derechos humanos incluyen el involucramiento de policías y
militares en serios abusos, como asesinatos extrajudiciales, tortura y
desapariciones”, indica el informe.
“La impunidad y la corrupción
en el sistema de procuración y administración de justicia es un problema serio,
con tasas extremadamente bajas de juicios para todo tipo de crimen”.
El documento salió al público
mientras el Presidente buscaba responder los señalamientos de que en México no
hay estado de derecho, durante dos visitas de Estado, en Alemania y Dinamarca,
que nunca se pensó tuvieran giros tan dramáticos para la credibilidad
gubernamental.
La crónica del corresponsal
del diario El País, de Madrid desde Berlín, asomó la molestia y la preocupación
de los inversionistas alemanes con México. “En México existe un gran vacío en
temas de seguridad jurídica. El Gobierno debe abordar estos temas si desea
atraer a los inversionistas”, dijo Erich Schweitzer, descrito por el
corresponsal como “el poderoso” presidente de la Cámara de Comercio e Industria
alemanas.
Alemania es el país más
poderoso de Europa y su economía una de las que rigen el mundo. Es el primer
socio comercial de México en la Unión Europea –el quinto a nivel mundial– y más
de mil 700 firmas alemanas se han instalado en México con el gran mercado de
consumidores norteamericano en sus estrategias. Sus críticas, por tanto, son
escuchadas al más alto nivel alemán. Era imposible que no lo hicieran. El día
que arrancaba la visita, la Coordinación Alemana por los Derechos Humanos en
México, reportó El País, publicó una carta abierta dirigida al presidente
Joachim Gauck –que luchó contra la dictadura de la desaparecida Alemania
Oriental– y a la canciller federal, Angela Merkel, donde calificaron de
“catastrófica” la situación de los derechos humanos en este país.
En su discurso protocolario
en la comida de Estado, Gauck le dijo a Peña Nieto: “Los ciudadanos esperan del
Estado, además de la prevención de la violencia, que los crímenes sean
esclarecidos y sancionados con prontitud, y respetando los principios del
estado de derecho”.
Al día siguiente, Merkel
remató: “Queremos que la Policía mexicana sea más eficiente, también en el
respeto de los derechos humanos”.
En Copenhagen, al anunciar
conjuntamente con el primer ministro de Dinamarca, Lars Lokke Rasmussen, los
acuerdos bilaterales firmados, un periodista danés le preguntó al jefe de
Gobierno cómo podían suscribirlos con un país violador de derechos humanos.
Rasmussen esquivó, pero no
por completo. Los ataques a la libertad de expresión y a las desapariciones
forzadas, dijo, son “causa de preocupación” para su Gobierno.
También los son para un gran
número de mexicanos, aunque lamentablemente no lo suficientemente grande en
cuanto a volumen, como para que su gobierno pueda atender las denuncias y los
reclamos que hace la ciudadanía, o las recomendaciones que hacen las
organizaciones de derechos humanos las cuales, directa o indirectamente, están
enfrentando embates mediáticos mediante campañas de desprestigio y
hostigamiento, por medio de la violencia, como si se buscara intimidarlas y
silenciarlas.
El tema del estado de derecho
ha sido una constante de crítica en el mundo contra el gobierno del presidente
Peña Nieto, quien en prácticamente cada visita que realiza en el mundo, escucha
las preocupaciones de los gobiernos anfitriones.
Una revisión rápida en el
buscador de Google de sus viajes en el último año, permite observar que desde
la visita de Estado al Reino Unido en marzo de 2015, el tema ha sido recurrente
en los discursos y las conversaciones bilaterales.
Cuando uno escribe
“violaciones a los derechos humanos” en México, aparecen –hasta este domingo–
114 mil noticias relacionadas con el tema, contra 86 mil de Brasil, 49 mil 700
sobre Cuba, y 34 mil de Venezuela. Es decir, donde hay más denuncias públicas
sobre el tema es en México.
Sin ser casos análogos, cada
vez se parece más la reacción del gobierno de Peña Nieto al de las dictaduras
sudamericanas de las décadas de los 70 y los 80, cuando la discusión sobre las
violaciones a los derechos humanos se daba en las metrópolis y no en los países
nativos, por las acotaciones a la libertad de prensa y de expresión. Aquellas
dictaduras colapsaron por sus abusos.
México no es una dictadura,
sino una democracia incipiente, pero dentro del Gobierno no parecen entender
con plenitud que las tentaciones del pasado no tienen cabida.
Esconder la cabeza como
avestruz tampoco les ha funcionado. Ya lo vieron. No se veían a sí mismos, pero
están totalmente expuestos en el mundo.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE
PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 27 DE ABRIL 2016)
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