La fotografía electoral del
momento no podía ser más complicada para el PRI.
En los 12 estados que
elegirán gobernador en junio próximo, la aprobación del presidente Enrique Peña
Nieto está por los suelos –en los bajos 20 por cientos–, con lo cual ni su
figura, ni sus reformas, ni sus políticas son un atractivo para sus candidatos.
Al contrario, se puede
alegar, habría que esconderlo en las campañas, como lo hizo el PRI en las
elecciones federales de 2015.
En los nueve estados que
gobierna, el electorado quiere que salga del poder y haya alternancia; en
cuatro de ellos, seis de cada 10 electores reprueban la acción del gobernador.
Las encuestas de aprobación
presidencial a las que tiene acceso la opinión pública son a nivel nacional y
no permiten ir al microclima político en cada entidad.
La referencia en este espacio
a la caída aprobación del Presidente en los estados con elecciones, proviene de
mediciones de varias empresas que no son públicas y con distintas metodologías
–vivienda y telefónicas–.
Coinciden en que la caída de
Peña Nieto está aparejada a la de los gobernadores, salvo en Durango, donde el
Gobernador está muy arriba del Presidente, y en Veracruz y Tamaulipas, donde
los gobernadores están muy debajo de él.
Entre los estudios públicos
se encuentra la encuesta que dio a conocer la semana pasada el Gabinete de
Comunicación Estratégica (GCE) en los 12 estados donde habrá elecciones para
gobernador el 5 de junio.
Las dos elecciones con mayor
relevancia por el peso electoral que representan son Veracruz, la tercera
entidad con mayor número de votantes (7.9% del total), y Puebla, la quinta
(5.6% del electorado).
En Veracruz nunca ha ganado
nadie que no sea el PRI, pero por su tamaño, una derrota no sólo sería
simbólica para la oposición, sino provocaría una enorme descompensación de voto
para el tricolor pensando en las elecciones presidenciales.
En Puebla pone su futuro en
juego el actual gobernador Rafael Moreno Valle, quien aspira a ser el candidato
presidencial del PAN; si perdiera la elección, su principal rival en este
momento, Margarita Zavala, tendría el camino libre a la candidatura en 2018.
Veracruz, de acuerdo con la
encuesta de GCE, luce fatal para el PRI. El panista Miguel Ángel Yunes apabulla
en esta fotografía al priista Héctor Yunes con una diferencia de cinco puntos
(24.1% contra 19% de la preferencia electoral), que se agrava cuando se ven los
negativos: el panista tiene 12.2% de
desaprobación, contra un impresionante 47.8% del priista, arrastrado por el
lastre del gobernador Javier Duarte.
Una polarización entre los
primos Yunes que los neutralizara, ayudaría a quien los sigue de cerca,
Cuitláhuac García, de Morena, aunque si afectara el temor que genera entre una
buena parte del electorado Andrés Manuel López Obrador, jefe político de ese
partido, un inesperado benefactor sería
el independiente Juan Bueno. Si alguien pregunta por el PRD, no existe, se
diluye en la alianza con el PAN.
Puebla, según la encuesta del
GCE, tampoco pinta bien para el PRI. Su candidata Blanca Alcalá se encuentra
con 21.1% de las preferencias electorales, muy lejos del panista Antonio Gali,
que figura con 30.9 por ciento.
Al paso que va Alcalá, podría
incluso caer al tercer lugar, detrás de Abraham Quiroz, que contiende por
Morena.
¿El PRD? Tampoco existe: está
en el sexto lugar. Puebla es el único caso donde al PRI, de cara a 2018, le
beneficiaría en el largo plazo que ganara Gali, protegido de Moreno Valle,
quien con esta victoria en su bolsa mantendría cerrada la contienda por la
candidatura presidencial panista.
Colaboradores del presidente
Peña Nieto siempre recuerdan que Moreno Valle ha sido uno de los gobernadores
más beneficiados presupuestalmente en esta Administración, y existe la
percepción entre ellos de que el poblano es mucho más fácil de enfrentar en una
elección presidencial que la señora
Zavala.
Otro estado que si bien no
tiene gran peso electoral, una derrota del PRI sería emblemática, es Quintana
Roo.
De acuerdo con el GCE, el
candidato de la alianza PAN-PRD, Carlos Joaquín, aventaja con 33% de la
preferencia electoral al priista Mauricio Góngora, que tiene 27.5%, en un
estado gobernado desde su nacimiento en los 70 por dos familias y sus testaferros
políticos: los Joaquín y los
Borge. Pero simbólica, porque
Joaquín rompió con el PRI enfrentado con el gobernador Roberto Borge, y es
medio hermano del secretario de Energía y presidente del partido durante la
elección presidencial de Peña Nieto, Pedro Joaquín Coldwell.
El PRI, que gobierna en nueve
de las 12 gubernaturas en juego, está teniendo problemas con el PAN en
Aguascalientes y Tamaulipas, donde hay empates técnicos, y en Durango y Oaxaca,
donde están muy cerradas las contiendas con Morena y el PAN, respectivamente.
Está holgado en Chihuahua,
Hidalgo y Sinaloa, de acuerdo con el GCE, mientras que la cancelación del
registro de David Monreal en Zacatecas le había dado un enorme respiro,
evaporado cuando el Tribunal Electoral le restituyó el derecho.
En Tlaxcala, su candidato
Marco Mena va siete puntos debajo de la abanderada del PRD, Lorena Cuéllar, que
es la única perredista con posibilidades de ganar.
En las cuentas frías en este
momento, si las elecciones fueran hoy, el PRI perdería el poder en
Aguascalientes, Puebla, Quintana Roo, Tlaxcala y Veracruz; lo recuperaría en
Oaxaca y Sinaloa, y lo mantendría en Chihuahua, Durango, Hidalgo, Tamaulipas y
Zacatecas.
En el balance, dos menos que
las que tiene actualmente, entre ellas, las joyas de la corona de 2016.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE
PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 27 DE ABRIL 2016)
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