La ‘tradición’ que impera en
barrios y colonias de la capital difícilmente podrá ser domada por la
autoridad, porque para ello hay que entender el fenómeno
Aliado número uno |
Saltillo, Coahuila.- Las pandillas, ese ente social cuya acción, o sea el
pandillerismo, es definido por el Código Penal como un delito, en el que se
aplicará prisión de dos a seis años y multa si se cometen cosas como irrumpir
en fiestas, en espectáculos u hostigar a quienes transitan en vías públicas o
habiten en barrios y colonias, volvió a ocupar los titulares por la violencia
con la que sus miembros actúan en riñas campales, en asaltos o prendiendo fuego
al enemigo.
Es, como lo define el Código
Penal, un asunto de barrios y colonias. Les faltó poner pobres. Es un ente
social que criminaliza la pobreza y encubre otros males mayores como las
adicciones, delincuencia e impunidad.
Tan es así que la Dirección
de Política Criminal de la Procuraduría de Justicia diseñó un programa para
así, entrecomillado “evitar el pandillerismo, el grafitti y tribus urbanas”.
Esto, aun cuando se reconoce
que el que los jóvenes se asocien es parte del proceso de afirmar la
personalidad y la búsqueda de identidad y pertenencia a un grupo. Pero así
dicho, pareciera que la prioridad es que los jóvenes no rayen paredes, irrumpan
en fiestas y no amedrenten a nadie.
Sin embargo, lo que realmente
preocupa es que el pandillerismo es un fenómeno asociado a la familia y a la
impunidad, los jóvenes encuentran en la calle lo que no hay en casa, una figura
de mando, reglas, un lugar en la deteriorada escala social. Sin embargo,
corresponde a las autoridades sancionar las conductas delictivas, que el
individuo, pandilla o no de por medio, pague por sus errores, y lo que es
mejor, sacar a la pandilla de la ecuación.
Tradicionalmente, las
pandillas han sido utilizadas con fines políticos o criminales. Pocas veces ha
habido acciones atinadas, ni siquiera el Gobierno ha dado en el clavo al tratar
de credencializar a las pandillas, al reducirlas a equipos de futbol, como en
tiempos de Rosendo Villarreal, cuando éstas quedaron sin control abandonadas
por las lideresas priistas. Tampoco le atinó Jorge Núñez al tratar de
transformarlas en asociaciones civiles.
Y bueno, hay quienes han
comprendido que ser pandillero es una etapa y como tal la asumen, como en
Grafitos Colombia, Danzas de la Calle, De la Calle en su tiempo. Asociaciones
que dieron en el clavo porque entendieron que no se es pandillero para siempre,
pero delincuente sí.
(ZOCALO/ RUTA LIBRE/ 28/07/2015 - 07:42 AM)
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