Raymundo
Riva Palacio
El
momento más dramático, al desnudar su fragilidad y vulnerabilidad, fue cuando
48 horas después de la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán, la procuradora
general, Arely Gómez, apareció junto al secretario de Gobernación, Miguel Ángel
Osorio Chong, nerviosa y semiparalizada. Cuando el secretario le pidió que
tomara la palabra, lo primero que sucedió es que el atril le quedaba tan
grande, que impedía que la vieran. Una fila de camarógrafos impidió que
rápidamente le allegaran un banco, y cuando finalmente lo tuvo, cometió otro
error: mostró en sus manos la fotografía del delincuente, que le tapaba la
cara. Los nervios la habían traicionado. La fotografía estaba proyectada en
monitores en el salón, y no debía haberla enseñado. El secretario se la
arrebató. El momento para transmitir la fuerza de la procuradora la proyectó
pequeña, en un cargo más grande al de sus posibilidades. La evasión de Guzmán
ha sido como el Principio de Peter para muchos funcionarios en el Gobierno del
presidente Enrique Peña Nieto, pero en muy pocos el nivel de incompetencia ha
sido tan notorio como en la Procuraduría General de la República. La semana
pasada, la Comisión Nacional de Derechos Humanos despedazó el informe del
exprocurador Jesús Murillo Karam sobre el crimen de 43 normalistas de
Ayotzinapa el año pasado en Iguala. Lo que Murillo Karam definió como “la
verdad histórica”, fue desnudado como un catálogo de deficiencias, como
interrogatorios que nunca se hicieron, bases de datos que jamás se
construyeron, cadena de custodia de evidencia que quedó en entredicho y
averiguaciones inconclusas. Cuando Gómez lo sustituyó, lo primero que declaró
es que la investigación había sido “exhaustiva y seria”. Al recibir 26
recomendaciones de la CNDH, apenas dijo que las respondería.
Su
institucionalidad pronto le dejó exhibida. En privado había sido muy crítica de
cómo recibió la PGR de manos de Murillo Karam, y la forma como encontró hecha
un desastre la institución, que había delegado totalmente en la ex
subprocuradora Mariana Benítez. Gómez, sin embargo, ratificó a Tomás Zerón como
jefe de la Agencia de Investigación Criminal, uno de los principales
responsables de la cuestionada investigación sobre el crimen de los normalistas
de Ayotzinapa, quien tampoco parece estar ayudando mucho a la procuradora en
las investigaciones sobre la fuga de “El Chapo” Guzmán.
Aquel
lunes donde participó en la conferencia de prensa, el secretario de Gobernación
dijo, ante las presiones de la prensa, que tan pronto terminaran las
diligencias y los peritajes, se abriría el acceso para que pudieran recorrer el
túnel por donde se escapó “El Chapo” Guzmán. Un día antes, la procuradora ya
había visitado la boca del túnel, y apareció en una fotografía distribuida por
la PGR en cuclillas, mirando hacia la oscuridad del hueco por donde se fugó el
criminal. Periodistas que estaban en el lugar cuando llegó, dijeron que utilizó
un paraguas para taparse el sol y cuando le preguntaron sobre la fuga, parecía
que se encontraba en otro lugar, porque sus primeras palabras fueron
incongruentes. Se puede pensar que la evasión la noqueó. Al día siguiente de la
conferencia de prensa, el ofrecimiento de Osorio Chong se volvió inútil. Sin
saber quién lo autorizó, el túnel se abrió para la prensa antes de que
terminaran los peritajes. Las imágenes de las cámaras mostraron los cubos que
marcaban la evidencia registrados a su paso, lo que indicaba que los peritos ya
no pudieron seguir trabajando. La prensa vio maquinaria dentro del túnel que no
fue clasificada correctamente como evidencia, y se borraron todas las huellas
que pudieran haber servido para identificar en los bancos de datos de calzado.
Cuarenta y ocho horas después de ese primer recorrido, la prensa pudo observar
tirados en la casa donde estaba la boca del túnel herramientas y sobres de
tinte de pelo que nunca fueron recogidos por los peritos.
Si
el informe de la CNDH sobre el crimen de los normalistas fue tan crítico de la
PGR, la investigación sobre el túnel por donde se escapó “El Chapo” Guzmán
promete convertirse en un descalabro mayor. En el Altiplano ha sido evidente
que la investigación no se completó y que las áreas que debían estar
restringidas para los peritos se contaminaron desde el primer momento. Las
instrucciones del secretario de Gobernación nunca fueron atendidas, en tiempo y
forma. Desde Los Pinos, sin conocimiento en Bucareli, se ordenó que se pusiera
al servicio de la televisión –Televisa sobre todo–, helicópteros y funcionarios
para explicar cómo se había fugado “El Chapo” Guzmán, y construir la narrativa
de una fuga espectacular. La procuradora Gómez le entregó a Televisa –donde su
hermano, sólo para el registro, es vicepresidente de Noticias– los primeros
videos de la celda y la salida del túnel en el Altiplano. En unos cuantos días,
la procuradora Gómez se hundió en la investigación, y aunque aún no se hayan
percatado, el Gobierno mismo. La procuradora, funcional pero no institucional,
no contuvo la desesperación en Los Pinos por suplir investigación con
propaganda, ni tuvo la fuerza para exigir que los peritos terminaran con su
trabajo. Lo que antaño los procuradores eran fiscales de hierro, ahora Gómez es
como una procuradora de caramelo, dulce, amable, educada, pero sin el tamaño
para ejercer con autonomía su trabajo. La avasallaron en Los Pinos y el
resultado es que la investigación dejó de ser científica. Luego se preguntan
por qué tantos dudan si la fuga no fue arreglada.
(ZOCALO/
COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL” DE
RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 28 DE JULIO 2015)
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