Bertold
Martínez, líder del Movimiento Popular Guerrerense. Foto: Giulio Petrocco, La
Vanguardia
Ciudad
de México, 16 de julio (SinEmbargo/ La Vanguardia).- Bertoldo Martínez Cruz,
médico de 59 años, es el líder del Movimiento Popular Guerrerense, organización
de base de la izquierda radical mexicana. En 1999 fue detenido por su actividad
como presunto mando guerrillero y encarcelado en el penal de máxima seguridad
de Puente Grande, en el estado de Jalisco. Ingresó en la galería número 3, la
misma en la que estaba Joaquín Guzmán, alias “El Chapo”, capo del cártel de
Sinaloa. El militante de la subversión y el barón de la droga acabaron trabando
amistad.
–¿Cómo
conoció “El Chapo” Guzmán?
–Yo
salía de estar dos semanas en el centro de observación y clasificación de
Puente Grande, donde me catalogaron con el grado de alta peligrosidad, el mismo
que tenía Joaquín. Entró en mi celda y me dijo: “Que muchos huevos, ¿no?”. Yo
me le quedé viendo, chaparrito él, ojos claros, muy vivo, muy listo, y le
contesté: “Pues son dos los que me traje”. Luego preguntó: “Quiero que me digas
a cuántos guachos (militares) mataste en Guerrero”. Y yo le respondí: “Si no se
lo dije a los guachos que me torturaron, tampoco te lo voy a decir a ti”.
–¿Y
no se molestó?
–Para
nada. “Ya me estás gustando”, dijo, y preguntó mi nombre. Se lo di, le pedí el
suyo y él se presentó: “Soy Joaquín Guzmán Loera”. Encontrarle fue sorpresivo,
yo no sabía que él estaba en esa cárcel. “Te he leído en la prensa”, le dije. Y
ahí me di cuenta de quien se trataba. Luego siguió: “¿Hay mota (mariguana) en
Guerrero?” y le contesté: “¡Por chingo!”. “Porque ya quiero salir a trabajar,
he gastado mucho dinero en mi defensa”, se lamentó. “¿Cómo cuánto?”, pregunté.
“Unos 300 millones”, soltó. Nunca supe si eran pesos o dólares.
–¿Qué
sucedió después de ese primer encuentro?
–Yo
y tres compañeros éramos los únicos presos políticos en Puente Grande y los
custodios nos trataban muy mal. Nos humillaban, aplicándonos la carrilla
(tortura psicológica) frente a los demás presos. Nos revisaban desnudos hasta
18 veces al día, nos daban de comer aparte, nos obligaban a desfilar con la
frente baja… Al cabo de un tiempo, Joaquín nos gritó: “¡Alcen la cara,
guerreros!” y protestó con los funcionarios de la cárcel. “Ellos son mis
amigos, dejen de hacerles eso”, les dijo. También entró medicinas para uno de
nosotros que estaba enfermo. Era un hombre solidario, humanitario.
–¿“El
Chapo” gozaba de privilegios?
–Sólo
dos. Era el único que tenía teléfono celular y el único que recibía prensa: el
diario La Jornada y la revista Proceso [ambas, publicaciones de izquierda]. Al
resto nos lo tenían prohibido.
–¿Y
mujeres?
–Nunca
las vi entrar. Sólo en una ocasión escuché que iban a rifar a una mujer para
los que estábamos en el módulo 3. Pero nosotros, como presos políticos, no
podíamos inmiscuirnos en esas cosas. Y no porque fuéramos unos santos…
–¿Cuál
era la actitud de los guardias hacia “El Chapo”?
–De
muchísimo respeto. Se dirigían a él como ‘Don Joaquín’ y cuando no estaba
presente le llamaban ‘El Señor’.
–¿Y
la de él hacia los guardias?
–Respetuosa.
Ni con autoridad ni desprecio. No era prepotente, más bien sencillo.
–¿Usted
realizaba actividades con “El Chapo”?
–Jugábamos
a basquet, dominó, rummy (cartas)… Y también a ajedrez. Él era bueno para eso.
Además íbamos a la escuela de forma obligatoria, comenzando desde primero de
primaria. Nos decían que era para “reeducarnos”. Joaquín no tenía la secundaria
completa y en la cárcel terminó hasta bachillerato. Tenía un buen nivel
intelectual y era muy leído.
–¿Hablaban
de política, del narco?
–De
política, en general, y en ese tiempo el narco era otra cosa; no había la
violencia de ahora. Pero él tenía cierta conciencia social y consideración
hacia la gente pobre. En la cárcel ayudaba a los que no tenían recursos.
–Los
cárteles y la guerrilla de Colombia hacen negocios y mantienen alianzas
estratégicas. ¿Guzmán le propuso algún trato parecido?
–No
exactamente. Aunque una vez me comentó: “En lugar de estar aquí, encerrado,
mejor me hubiera ido a la sierra con ustedes y les hubiera financiado”. En otra
ocasión, ya cerca de las elecciones presidenciales del 2000, me hizo una
propuesta. Él sabía de nuestros vínculos con el PRD (Partido de la Revolución
Democrática), que llevaba de candidato a Cuauhtémoc Cárdenas. Vino a
preguntarme quien iba a ganar y yo le respondí que Cárdenas. “¿No será el señor
de las botas?” (Vicente Fox, candidato de la derecha), dijo. Yo se lo negué,
aunque luego así fue. Entonces me ofreció: “Dile a ‘Témoc’ que, si quiere
ganar, trate con nosotros”. Nunca lo hice.
–¿Quién
salió primero de la cárcel?
–Fui
yo, en el 2000, y Joaquín me anunció la fecha. “Te vas el 6 de abril”, me dijo.
Y así fue. También me pidió que cuando él saliera, yo le recogiera. Entendí que
me quería armado… “Gente que tira plomazos, tengo a montones, pero no tengo el
poder que tu tienes, el del prestigio. Voy a salir siendo amigo de Bertoldo
Martínez”, me dijo. Yo sentía el deber moral de hacerlo, como agradecimiento
hacia él, por habernos defendido. Pero no sucedió así: en el año 2001 se fugó.
–¿Le
gustaría volver a verle?
–Sí.
Para echarme una buena plática con él. Preguntarle por qué tanta crueldad,
tantas muertes inocentes. Y pedirle que utilice su poder y su dinero para
ayudar a la gente.
(SIN
EMBARGO,MX/ Elisabet Sabartés, corresponsal de La Vanguardia en México/ Redacción
/ Sin Embargo julio 17, 2015 - 17:26h)
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