Oficialmente
no está muerto… pero ya está enterrado en su natal Honduras. Se trata de Misael
Castro, uno de los 72 migrantes asesinados en Tamaulipas hace cuatro años y
cuyo cadáver –mal identificado– le fue entregado a los deudos de otra de las
víctimas de esa matanza. Su familia vive ahora un vía crucis, pues no hay un
acta de defunción para Misael y debido a eso su hijo, de nueve años, no ha podido
acceder a una beca. El gobierno mexicano no enmendó su error ni se ha
comunicado con los parientes del hondureño asesinado en San Fernando.
OMOA,
HONDURAS (Proceso).- J corre a la casita de tabicón donde vive con su abuela y
regresa con una foto enmarcada de Misael, su papá, a quien dejó de ver una
madrugada de hace cuatro años, cuando se despidieron con un beso porque se iba
a Estados Unidos. “No se vaya, papito”, le dijo entonces, adormilado. Cada
tanto, al recordar el adiós, le dice a su abuela Ángela: “Si me hubiera hecho
caso no lo hubieran matado”.
Misael
Castro Bardales, padre de J, fue uno de los 72 migrantes asesinados por Los
Zetas en agosto de 2010 en San Fernando, Tamaulipas.
Es
un muerto vivo pues aunque su cadáver fue identificado por sus familiares, las
autoridades mexicanas no lo reconocen entre los muertos. En México lo
identificaron mal, enviaron su cuerpo a Honduras con el nombre de otra de las
víctimas y nunca corrigieron el error.
Esa
omisión ha hecho que doña Ángela batalle para todo. Hasta para conseguirle una
beca a su nieto. “Me habían ofrecido un bono de 10 mil lempiras (anuales, unos
500 dólares) y no podemos lograr porque no hay difunción”, dice la mujer…
Fragmento
del reportaje que se publica en la edición 1975 de la revista Proceso
actualmente en circulación.
(PROCESO
/ REPORTAJE ESPECIAL/ MARCELA TURATI/11
DE SEPTIEMBRE DE 2014)
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