Una
máxima que nunca deben olvidar los gobernantes es no pelearse con el Presidente
de la República. A veces se les olvida a algunos que la Presidencia es muy
débil como institución, pero que su fortaleza emana de la personalidad del Jefe
del Ejecutivo, que puede inofensivo, o utilizar los recursos políticos a su
alcance, hasta convertirse en amenaza y verdugo de quien lo desafíe.
Vicente
Fox, por ejemplo, siempre tuvo una mano débil, tropezándose todo el tiempo con
la incomprensión entre ser tolerante y ser incompetente en el ejercicio del
poder. Carlos Salinas fue el arquetipo del déspota ilustrado, que mediante
argucias legales gobernó con reglamentos por encima de la Constitución. A
Ernesto Zedillo nunca le interesó el poder político, pero cuando tuvo necesidad
de reformar el Poder Judicial, destituyó a todos los ministros de la Suprema
Corte, y la dejó acéfala durante dos semanas. Felipe Calderón, como Enrique
Peña Nieto, saben cómo usar el poder.
Sonora
es el caso de estudio de la confrontación contra ellos dos. Cuando el
gobernador Eduardo Bours quedó en medio de una crisis política por el incendio
en la guardería ABC de Hermosillo que provocó la muerte de 49 menores, optó por
pelearse con Calderón para desviar la atención pública de la tragedia. Fue un
equívoco; la muerte de esos menores aún lo persigue política y penalmente. Hoy
es Guillermo Padrés, quien luego que delegados federales confirmaron a la
prensa que un pozo en su rancho no contaba con permisos de construcción, los
expulsó del comité de emergencia de Protección Civil del estado, en medio de la
crisis por por el derrame tóxico de una mina del Grupo México.
Padrés
le pidió a Peña Nieto que los cesara y que atendiera con diligencia el
desastre. El gobernador se equivocó de enemigo. Pero ciertamente, las acciones
atrabiliarias son lo suyo. Como autócrata bananero, ha decidido que en el reino
de Sonora sólo él manda. Los antecedentes lo marcan.
Desde
el año pasado es omiso en el acatamiento de una resolución de la Suprema Corte
de Justicia que calificó como inconstitucional la construcción de un acueducto
que transporta agua a Hermosillo desde tierras yaquis. Le dio igual. El agua no
sería para todos los sonorenses, sino sólo para los habitantes de la capital
sonorense, estableció. El fallo no establecía las bondades del proyecto del
acueducto que resolvía las necesidades reales de agua en Hermosillo, sino que
Padrés había violado la ley. Para mediar –como si la justicia requiriera de
intermediarios para que se cumpliera el estado de Derecho-, el subsecretario de
Gobernación, Luis Miranda, buscó que Padrés acatara el fallo de la Suprema
Corte, pero el gobernador, como hizo antes con el tribunal y los yaquis, le dio
con la puerta en la nariz.
El
reciente episodio donde expulsó a los delegados federales es el último caso que
prueba que la ley no vale nada para él. El gobernador no tiene atribuciones
sobre funcionarios federales, pero aún así, violentó el tejido político. En un
desplegado que publicó el miércoles en un periódico de la ciudad de México,
Padrés le pidió al Presidente que atendiera la tragedia ambiental y que
relevara a sus funcionarios para que, nuevamente, les otorgara interlocución.
Con “todo respeto”, como dicen los políticos, condicionaba el trabajo del gobierno
federal a sus designios. Por supuesto, obtuvo la atención del Presidente.
En
Los Pinos pensaban reaccionar con cuidado por la expulsión de los delegados, y
tenían preparada una declaración donde sólo se expresaba extrañeza por la
acción. La moderación cambió durante la mañana. Al regreso de una gira a Lázaro
Cárdenas por la tarde, la decisión cambió. Padrés tendría lo que quería. En
menos de dos horas se organizó una conferencia de prensa donde el director de
Conagua, David Korenfeld, anunció que revisarían los permisos de construcción
de su pozo particular, y anticipó que de no tenerlos, podrían proceder
inclusive a demolerla. El jueves, dos secretarios de Estado anunciaron medidas
financieras que afectan al Grupo México, que fue defendido por Padrés durante
los primeros días del desastre ambiental. Contra los dos, la fuerza del
gobierno.
Padrés
quiere politizar el caso. “Ninguna campaña de desprestigio contra mi persona o
mi familia me desviarán de seguir señalando a los culpables del peor desastre
ecológico de México”, anticipó su estrategia en el desplegado. Porqué centró al
gobierno y no al Grupo México como el responsable, no es un misterio. Sus
intereses particulares y electorales, no los de 23 mil sonorenses afectados por
los descuidos del emporio industrial cercano a él, es lo que prevalece en su
comportamiento político. Pelearse con el Presidente es su ruta para
victimizarse, y convertir negligencias y omisiones en un tema
político-electoral. El problema lo tiene directamente con el Presidente quien
ordenó responderle a Padrés en otros términos: con la ley. Si la violó, irán
contra él.
El
gobernador tiene problemas si uno se atiene a sus antecedentes sobre el estado
de Derecho. Pero no hay punto de retorno. En estos momentos, debería estar
preocupado por colmar la paciencia federal, y planear cómo resolver un
conflicto donde no tiene posibilidades, legales o políticas, de ganar.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter:
@rivapa
(DOSSIER
POLITICO/ Columna ESTRICTAMENTE PERSONAL
de Raymundo Riva Palacio / Eje Central/ 2014-09-12)
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