Gran
Bretaña asegura saber quién fue el musulmán que decapitó a los periodistas
estadunidenses James Foley y Steven Sotloff: es el británico Abdel Majed Abdel
Bary, cuya historia está marcada por la injusticia, el rechazo y el
aislamiento. Hijo de un refugiado egipcio acusado de haber participado en
atentados terroristas, su infancia transcurrió entre violentos cateos a su
casa. Encontró una válvula de escape en el rap y con el nombre de L Jinny grabó
algunas piezas que aún circulan en YouTube. Su segunda conversión fue al
radicalismo musulmán.
LONDRES
(Proceso).- La exclusiva Randolph Avenue es una de las calles más pintorescas
del multimillonario barrio londinense de Maida Vale. Ahí hay mansiones de
cuatro pisos, típicas fachadas blancas del reino de los Jorges, árboles
frondosos y Ferraris estacionados en la calle.
En
Randolph Avenue viven modelos, celebridades, actores, políticos, empresarios
rusos, aristócratas y, hasta hace exactamente un año, el británico de 24 años
Abdel Majed Abdel Bary, identificado por los servicios secretos británicos
(MI6) como el decapitador de los periodistas estadunidenses James Foley y
Steven Sotloff, y uno de los yihadistas más buscados por las agencias de
seguridad de Estados Unidos y Gran Bretaña.
En
el más reciente vídeo emitido por el Estado Islámico (EI), el martes 2, el
británico vestido completamente de negro y con el rostro cubierto afirma ante
las cámaras: “Tú, Obama, has asesinado a través de tus acciones a otro
ciudadano estadunidense”. Luego y con destreza degüella a Sotloff con un
cuchillo de caza.
John
El Yihadista, como es conocido Bary entre sus compañeros milicianos, había
publicado el pasado marzo una serie de imágenes repugnantes posando con una cabeza
en su mano. Esas fotos que él mismo difundió fueron tomadas en Ragaa, un
bastión de EI. La foto tenía la leyenda: “Pasando el rato con mi vecino… o lo
que queda de él”.
Bary
había partido a Siria en agosto de 2013, dejando atrás la casa londinense de 1
millón de libras (1.7 millones de dólares) donde había crecido y donde vivía
junto con sus cinco hermanos y su madre, Ragaa: una enorme vivienda social de
cuatro pisos provista por la alcaldía de Westminster para familias refugiadas.
En
entrevista con Proceso, la madre del joven cuenta cómo el miedo al “mundo
exterior” y las “influencias occidentales” la obligaron a educar en casa a
todos sus hijos, “para que no se radicalizaran”.
Fue
en esa enorme vivienda donde les enseñó ella misma, dándoles clases en la
cocina para que aprobaran los exámenes de secundaria.
“Fueron
años difíciles en los que tuve que criar sola a una familia numerosa y sin la
ayuda de nuestra familia en Egipto”, cuenta la mujer, de 58 años.
EXILIO LONDINENSE
Ragaa
se había casado con Adel Abdul Bary, un egipcio que recibió asilo político en
el Reino Unido en 1990, y que 16 años más tarde fue extraditado a Estados
Unidos para ser juzgado por los atentados de 1998 contra las embajadas
estadunidenses en Tanzania y Kenia, donde murieron más de 200 personas.
Los
servicios secretos británicos consideran a Adel un colaborador de Al Qaeda en
Londres y uno de los lugartenientes más cercanos a Osama bin Laden en los
primeros años de esa organización.
Ragaa
conoció a Adel en 1981 en El Cairo, donde ella estudiaba negocios y empresas en
la universidad local. En aquellos días la joven vestía jeans y camisetas de
manga corta, llevaba el pelo suelto hasta la cintura y quería ser empresaria.
Fue en la universidad donde, aconsejada por algunas compañeras, decidió asistir
a mezquitas y comenzar a llevar el velo completo.
“En
las mezquitas sentía algo completamente diferente. Me sentía totalmente calmada
y en paz allí dentro”, cuenta Ragaa desde su casa en Maida Vale.
Ella
y su hermana menor decidieron seguir las enseñanzas del Islam de forma más
estricta y en una clase de estudios religiosos con un imán de El Cairo conoció
a Adel, con quien se casó poco después de una visita de éste a Yemen. “Nos
enamoramos rápido, la familia arregló la unión”, explica la mujer.
Ragaa
supuso entonces que la vida de familia que siempre había imaginado con su
marido estaba por comenzar, cuando Adel fue arrestado junto a otros miles de
opositores al régimen de Hosni Mubarak. Pasó seis meses recorriendo cada una de
las prisiones en Egipto para tratar de encontrar a su esposo. Cuando dio con
él, había sido torturado durante semanas con choques eléctricos y encerrado en
aislamiento.
“Era
una joven cabeza dura y por supuesto que resistí todo lo que pude. Fue el
orgullo lo que me mantuvo viva. Adel era el primer hombre de mi vida y quería
apoyarlo”, narra.
Los
primeros años de matrimonio fueron muy difíciles para Ragaa, pues Adel “era
arrestado y semanas o meses después puesto en libertad, para ser nuevamente
detenido”. En prisión era sistemáticamente torturado. La situación para la
familia cambió cuando Adel logró viajar a Estados Unidos en julio de 1987, y
más tarde al Reino Unido, donde llegó ayudado por Amnistía Internacional (AI).
Adel
había finalizado en prisión sus estudios de derecho y mantenía contactos con
AI, principalmente gracias a las campañas de activismo de esa organización para
liberar a los opositores al gobierno de Mubarak.
En
1990 Ragaa logró juntar el dinero necesario y viajó con sus hijos a Londres,
donde logró vivir cinco años en relativa calma. Bary nacería ese mismo año en
la capital británica.
“Hablaba
casi nada de inglés y salíamos ocasionalmente con mi esposo y los amigos de
éste y sus esposas a los parques. Adel hacía todo por mí y por nuestros hijos.
Yo estaba feliz porque lo tenía, porque él jugaba con los niños, los llevaba al
parque. Llevábamos una vida normal y tranquila, como al principio en Egipto”,
recuerda Ragaa.
Sin
embargo, en el verano de 1998 Al Qaeda atentó contra las embajadas de Estados
Unidos en Kenia y Tanzania, mató a 220 personas e hirió a casi 5 mil. Desde ese
momento la vida de Ragaa y su esposo cambiarían para siempre.
Poco
después del atentado, en octubre de 1998 la casa de la familia en Londres fue
blanco de una serie de brutales redadas policiales; tras la última, Adel quedó
detenido. Las redadas fueron presenciadas por sus hijos, entre ellos Bary.
“Una
decena de policías ingresaron a la propiedad, pateando puertas y gritando el nombre
de mi marido, revisando prendas, tirando libros y destruyendo todo a su paso.
No tenía idea en absoluto de qué hacer, él era el que siempre sabía todo”, dice
la mujer.
Adel
terminó siendo apresado por supuestas actividades terroristas y vínculos con
los atentados en Kenia y Tanzania, y enviado a distintas cárceles de Gran
Bretaña antes de ser deportado a Estados Unidos en 2006.
Ragaa
pasó a ser de un día para el otro la única persona a cargo de una familia de
seis hijos, sin trabajo y sólo mantenida gracias a los subsidios de vivienda y
asistencia del gobierno.
“Durante
las visitas a prisión, dejaba que mis hijos hablaran con él, jugaran con él, y
yo sólo los miraba. Pensaba cuán injusto sería para ellos que sólo conocerían a
su padre en prisión”, dice Ragaa, quien ahora culpa a esas experiencias y ese
trauma por la radicalización de su hijo.
Para
ella y los niños, los controles de seguridad a los que eran sometidos cuando
visitaban al padre eran cada vez más traumáticos, con requisas y palpado de
cuerpos, gritos racistas y hasta amenazas con perros olfateadores. Ragaa dijo
sentir siempre mucha hostilidad de los guardias, no sólo por ser egipcia, sino
por su fuerte acento y por el hecho de que su esposo fuera un prisionero “clase
A”, la de mayor peligro.
Con
los años la familia terminó quedando más aislada en su vivienda de Londres,
evitando visitas y todo contacto con el mundo exterior. Esas preocupaciones
hicieron que Ragaa padeciera de problemas de salud, ansiedad, depresión e
insomnio.
Mientras
sus hijos le escribían cartas a su padre y le enviaban dibujos, ella debía
soportar abusos racistas de empleados municipales cada vez que iba a cobrar sus
subsidios de manutención y vivienda a la oficina de ayudas públicas cercana a
su casa.
“Mi
vida desde entonces ha ido cuesta abajo. Sólo me dedico a mis hijos, pero ahora
lo que ha ocurrido con Bary nos ha destrozado a todos. Su partida a Siria fue
un golpe terrible para la familia y dudo que volvamos a verlo”, señala.
EL RAPERO RADICAL
Ragaa
evita hablar mucho de su hijo en Siria, quien para escapar a la realidad optaba
por escuchar música y componer canciones. Luego de finalizar sus estudios
secundarios en casa, Bary decidió convertirse en un rapero apodado L Jinny.
Gracias a sus esfuerzos y a la ayuda de algunos amigos logró que Radio 1 de la
BBC pasara varios de sus temas, algunos de ellos con mensajes políticos y
críticas al gobierno británico. Incluso subió varios videos de sus canciones a
YouTube.
“No
puedo diferenciar los ángeles de los demonios/ que se desintegran en mi
corazón/ No tengo sentimientos normales” cantaba, en 2012, L Jinny, quien usaba
ropa de marcas deportivas y la típica vestimenta de un joven de familia
adinerada londinense.
De
adolescente Bary se había interesado en la política, principalmente tras
escuchar las historias de su padre y vivir en Gran Bretaña durante las
protestas multitudinarias en Londres contra la participación británica en la
guerra de Irak (2003).
Su
activismo político lo llevó a sumarse al grupo anticapitalista Anonymous. Junto
a dos raperos de ese movimiento llegó a grabar una canción en apoyo de los
activistas hacker o hacktivistas, con un video hecho frente a la catedral de
San Pablo, en pleno centro de Londres. A través de Anonymous, Bary conoció al
activista político y clérigo islámico Anjem Choudary, quien lo radicalizó.
“Dejo
ahora todo por el bien de Alá”, publicó en octubre pasado en su cuenta de
Twitter, con el nombre de ItsLJinny. Ya estaba en una Siria ensangrentada por
la guerra civil.
Choudary,
a quien los servicios secretos británicos calificaban como una de las personas
más peligrosas de Gran Bretaña, había sido director de la Sociedad de Abogados
Musulmanes y luego del grupo Islam for UK, grupo extremista prohibido por las
leyes antiterroristas británicas el cual pedía que el país se convirtiera en un
Estado islámico siguiendo los estrictos preceptos de la sharia (ley islámica).
Según
Choudary, de 46 años, es “responsabilidad” de todos los musulmanes defender
Irak y Siria y apoyar la creación de un califato islámico en la región. Sus
enseñanzas influyeron además en Michael Adebolajo y Michael Adebowale, los
musulmanes que decapitaron a plena luz del día el 22 de mayo de 2013 al soldado
inglés Lee Rigby fuera de la base militar de Woolwich (sureste de Londres).
El
clérigo fue filmado días después diciéndole a sus seguidores que el asesinado
soldado de 25 años iba a ser torturado en el infierno “por no haber sido
musulmán”. También alabó a los atacantes suicidas responsables de los atentados
terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y del 7 de julio de
2005 en Londres.
Bary
fue uno de varios jóvenes musulmanes británicos que entraron en contacto con
Choudary, atraídos a él por sus feroces críticas al gobierno del Reino Unido
tras la participación militar en las guerras de Irak y Afganistán. Pese a los
esfuerzos de Ragaa, Bary decidió ir a Siria “sin importarle en absoluto las
consecuencias”.
“Cortó
todo lazo con nosotros. Ya no era mi hijo. Esas personas con las que estuvo
transformaron a un joven que podría haber sido una gran estrella de rap en un
extremista lleno de odio y venganza”, explica la mujer.
Ahora
los peritos especializados en fonética que trabajan para el MI6 lograron
identificarlo como el responsable de la decapitación de Foley y Sotloff,
utilizando equipos de alta sofisticación de reconocimiento de voz y comparando
ambos videos de las decapitaciones de los reporteros.
Los
agentes descubrieron que Bary también utilizaba como apodo Abu Kalashinov y
Soldado de Alá, y que su cuenta de Twitter había sido suspendida varias veces
por enviar mensajes extremistas, entre ellos uno en el que incluía una imagen
de él junto a un gran arsenal.
Además
determinaron que antes de la decapitación de Foley, Bary se comunicó por Skype
desde Siria con la familia del reportero en Estados Unidos, para persuadirlos
de pagar un rescate multimillonario, dinero que iría a las arcas del EI, pero
que finalmente no se pagó.
Los
agentes británicos habrían identificado además a los otros dos musulmanes
británicos que actuaron con Bary para decapitar a Foley: Abu Hussain
al-Britani, de 20 años, y Abu Abdullah al-Britani, de 23, también seguidores de
Choudary.
Pero
tanto John el Yihadista como sus dos supuestos cómplices, a quienes en conjunto
sus compañeros milicianos llaman Los Beatles por su nacionalidad inglesa, son
sólo algunos de al menos mil 500 musulmanes británicos que habrían partido de
Gran Bretaña el último año para combatir en Siria e Irak, sumándose a las filas
del EI, atraídos por la creación de un nuevo califato.
(PROCESO
/ REPORTAJE ESPECIAL/ LEONARDO BOIX/ 12 DE SEPTIEMBRE DE 2014)
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