Familias acribilladas, matanzas, narcofosas, decapitados
En Sinaloa, mientras el gobernador habla, cuenta chistes, baila,
come, se pasea en moto, juega golf o beis y trasquila a un viejito en
sus circos llamados “Gobierno en movimiento”, la gente cae acribillada.
Esto es en Mazatlán o en Los Mochis, en San Ignacio o en El Fuerte, en
Culiacán o en Guasave. No hay lugar seguro para nadie y la paz prometida
por el “cambio” se entierra todos los días con cada víctima de la
violencia. Hombres y mujeres, no hay distingo. Jóvenes y viejos. Niños.
No terminaban todavía los rosarios a las 12 víctimas de San Ignacio,
cuando diez integrantes de una familia, entre ellos cuatro menos de edad
—dos bebés—, fueron acribillados la noche del miércoles 18 de junio por
la carretera Sanalona, a la altura del poblado Plan de oriente. Dos
muertos y ocho heridos, algunos de gravedad.
Pero el gobernador no baja la guardia de su discurso. En Sinaloa,
para él, solo para él, la violencia se ha combatido con eficacia. Se va a
los números, baila con ellos, los abraza y los esgrime: Hace cuatro
años, dice, tuvimos más de 2 mil 200 homicidios. Hoy esto va a la baja.
Es su referencia de oro, su victoria anticipada, aunque la entidad se
siga desangrando. No habla de los asesinos. De los que dispararon de
carro a carro a mujeres y niños en las tinieblas; no dice si los están
buscando o persiguiendo. Habla de la moral perdida de los criminales,
como si un día la hubiesen tenido. Como sacerdote, no como gobernador,
“reflexiona” sobre los códigos de ética enterrados. Ya no es como antes,
ya no hay respeto para nada ni para nadie. Qué le vamos a hacer. Son
otros tiempos.
Apenas el lunes 9 se habían encontrado doce cuerpos apilados en la
caja de una camioneta por la carretera a San Ignacio. La mayoría eran
del poblado El Chaco y allí fueron abiertas doce tumbas, como heridas de
la tierra.
Malova habla de los 2 mil 250 homicidios registrados en 2010, pero no
hace el recuento funesto de los más de 5 mil 100 asesinatos cometidos
en su administración. Y si lo hace es para presumirlos, como un trofeo
de sus “exitosas” políticas de seguridad.
Y cuando acepta que la violencia registra un incremento, culpa a
factores externos. Dice que debido a la captura del Chapo Guzmán se ha
recrudecido la violencia pues hay un reacomodo en las organizaciones
criminales. Y con eso cree que se justifica.
Pero allí están los números que desmienten su optimismo: las
violaciones de mujeres se incrementaron en lo que va de su sexenio y se
han denunciado, por lo menos, 549 casos hasta el 31 de mayo.
Los secuestros, al menos los denunciados, se han duplicado, pues si
en 2010 sumaron 18 casos, en 2011 ocurrieron 34; en 2012 se denunciaron
35; en 2013 fueron 39 y hasta mayo del presente año se han contabilizado
diez casos.
Los feminicidios se dispararon en estos cuatro años, así como el
asesinato de mujeres, al margen de las causas que hayan motivado estos
crímenes.
Nunca, desde los años setentas, se habían presentado tantos casos de
desaparecidos en la entidad y jamás se había actuado con tanta vileza
desde el Gobierno, que no solo no actúa para encontrarlos, sino que, con
su desprecio ante los reclamos de justicia, ha provocado más violencia.
Ahí está el asesinato de Sandra Luz Hernández, para avergonzar al más
cínico.
Dinero hay, pero ante la ineficacia no hay bolsa que alcance. Para
2014 se invertirán en la entidad 54 mil 732 millones de pesos, un 7.1
por ciento más que lo invertido en 2013, año en el que se autorizaron 51
mil 101 millones. Y más de lo que se le dio en 2012 y más que en 2011.
Pero contrario a lo esperado, los resultados no son equivalentes con el esfuerzo presupuestal. La violencia sigue galopando a lo largo y ancho de Sinaloa.
El Gobierno puede presumir una policía mejor equipada, armas más
potentes, más vehículos —comprados a su padre empresarial, por
supuesto—, asesores más caros como el general retirado Moisés Melo
García, ex comandante de la Novena Zona Militar y ex jefe de la Tercera
Región Militar, pero no que sus programas estén dando los resultados que
exige la sociedad.
Todos esos recursos le han servido al gobernador para las fotos, los
discursos, no para proteger a la sociedad. Allí están los números y los
casos estridentes, de alto impacto, absurdos algunos, inexplicables
desde el sentido común.
Ahí está la sierra de Sinaloa, inexpugnable para las fuerzas de
seguridad y, algunas zonas como la de San Ignacio, hasta para el
Ejército Mexicano. Allí el gobierno lo constituyen las gavillas, los
barones de la droga. Y lo mismo ocurre en algunas zonas bajas, donde no
hay más ley que la de los narcos. Y en las ciudades, donde mantienen el
control de las policías y de la propia procuraduría con dinero o con
miedo.
Por eso se mata en Sinaloa con tanta impunidad. Por eso con tanta libertad.
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