Líneas de
investigación y nombres de los presuntos asesinos del periodista Francisco
Ortiz Franco, editor de ZETA, siguen a la espera de que alguna autoridad tenga
la voluntad de concluir las pesquisas y detener a los responsables del crimen.
La publicación de71 fotografías de miembros del Cártel Arellano Félix y la
autoría de Arturo Villarreal “El Nalgón”, son la hipótesis más firme en las
investigaciones
Se cumplen diez años
del homicidio del periodista Francisco Javier Ortiz Franco, editor de ZETA. Es
una década sin justicia, de abandono y de olvido por parte de autoridades
estatales, federales y hasta de organismos no gubernamentales que prometieron,
unos, aclarar el crimen; y otros, llevarlo hasta los planos internacionales
donde se defienden las causas más ignoradas.
No todo ha sido
falta de memoria, también reina la incompetencia y omisión de los encargados de
investigar el asesinato y de atrapar a los responsables, como ocurrió en los
casos de los también compañeros de esta casa editorial, Héctor Félix Miranda en
1988, y Luis Valero Elizalde, este último fallecido durante el atentado contra
nuestro fundador Jesús Blancornelas, en 1997.
El domingo 22 de
junio de 2014 se cumplen 3 mil 650 días del crimen de Ortiz Franco, y a la
fecha prevalecen las mismas líneas de investigación, los mismos nombres de
posibles autores intelectuales y materiales, pero ninguno de ellos ha sido
llamado a cuentas para declarar sobre los hechos.
UN HOMBRE DE JUSTICIA
Originario de
Dolores Hidalgo, Guanajuato, Francisco Ortiz Franco emigró muy joven con su
familia a Tijuana, y se abrió paso como tantos lo intentan, a base de mucho
trabajo, interactuando en diferentes empleos hasta encontrar su vocación.
Apasionado del boxeo,
al extinto periodista le llamaba mucho la atención el fenómeno de la justicia y
de sus aspectos negativos. Intentó un ingreso a la entonces Policía Judicial
del Estado, pero no fue seleccionado. Entonces decidió estudiar la licenciatura
en Derecho, graduándose como abogado.
Junto con su nueva
profesión abrazó el periodismo, pues aunque era una persona a la que
calificaban de introvertida, con la pluma era agudo, incisivo y exacto en lo
que escribía. Así se convirtió, en 1980, en reportero fundador de ZETA, al lado
de los codirectores Héctor Félix y Jesús Blancornelas.
Al interior del
periódico y a través de las páginas vistas por el público, Francisco destacó
como un comunicador objetivo, conocedor y certero en sus notas y reportajes.
Con el tiempo se convirtió en fiel asesor y fuente de consulta de aspectos
legales para sus compañeros de la redacción; fue maestro de los periodistas que
llegaban sin experiencia.
Por su formación de
jurista manejaba con profesionalismo y conocimiento la información de las
agencias del Ministerio Público y de los Juzgados penales y civiles, donde
contaba con informantes y confidentes, quienes le revelaban los asuntos que en
secreto eran turnados para resolver sus controversias, lejos de los ojos de la
opinión pública.
LA MUERTE DE ORTIZ
La vida de Francisco
Javier, de 48 años, era su familia, integrada por su esposa Gabriela y sus tres
hijos: Francisco, Héctor y Andrea, y su oficio de periodista. Iba de su casa al
trabajo, del periódico salía a realizar recorridos por los tribunales y
regresaba a la redacción. En la noche de nuevo se dirigía a su hogar. Sus
salidas ocasionales eran con amigos, para ver funciones boxísticas.
El 22 de junio de
2004, Ortiz Franco estaba de descanso por un problema de salud. Acudió a ver al
médico. Llevó con él a sus dos hijos, de entonces 8 y 10 años de edad.
A su regreso, el
editor subió al carro para dirigirse de nuevo a casa. Se colocaba el cinturón
de seguridad cuando de repente apareció un sujeto cubierto del rostro, portando
una pistola escuadra. El desconocido que había descendido de una camioneta
oscura se aproximó a la ventana de Ortiz y le disparó a quemarropa para
privarlo de la vida. La víctima recibió cuatro balazos distribuidos entre
cabeza, tórax y hombro izquierdo.
Los hechos acontecieron
a solo dos cuadras de la comandancia de la Policía Judicial del Estado en
Tijuana, y a pesar de ello, los elementos policiales tardaron en demasía en
llegar a la escena del crimen. A cuatro cuadras de distancia se localizó
abandonada la camioneta utilizada por los sicarios. Las autoridades estimaron
que por lo menos cuatro personas intervinieron en los hechos.
El móvil del crimen
Investigaciones
realizadas durante un mes completo por los propios editores y reporteros de
ZETA, permitieron establecer que durante los meses de abril y mayo de 2004, el
licenciado Ortiz Franco realizó algunos reportajes sobre el crimen organizado,
destacando un reportaje que revelaba la identidad y fotografías de 71 miembros
del Cártel Arellano Félix (CAF).
El periodista señaló
en la publicación que se trataba de narcotraficantes y sicarios al servicio de
la organización delictiva, que se habían tomado las imágenes para obtener
credenciales que los identificarían como agentes de la Procuraduría de Justicia
local, por las cuales se pagaron unos 70 mil dólares.
Incluso, Francisco
destacó que el saco y corbata utilizados por los sujetos para tomarse la foto
eran los mismos en todos los casos, por ello a unos de los personajes se les
veía grande el saco, y a otros, muy ajustado.
Sus compañeros de
este Semanario se concentraron en las notas de sus libretas, en documentos de
su escritorio y de su computadora, pesquisas que nunca se le ocurrió hacer a la
autoridad encargada de investigar el homicidio. De esa forma surgieron las
primeras hipótesis, formuladas por personal del periódico.
De los datos
obtenidos, se conoció que días antes de la publicación de las fotos de los
sicarios del CAF, el ex policía José Encinas Filatoff visitó en dos ocasiones
al editor en las instalaciones de ZETA para proporcionarle información sobre
posibles ligas de policías ministeriales con narcotraficantes.
LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN
El periódico formuló
las primeras líneas de investigación, en base a información proporcionada por
las autoridades, que después retomarían en el discurso público, primero por la
Procuraduría General de Justicia del Estado de Baja California, y después por
la Procuraduría General de la República, a través de su entonces recién creada
Fiscalía Especializada de Atención a Delitos contra Periodistas que atrajo el
caso.
El seguimiento
periodístico y jurídico que Francisco Ortiz Franco daba al asesinato y
expediente de su ex jefe y compañero Héctor “El Gato” Félix Miranda, que logró
ser presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, fue una de
las hipótesis formuladas. El principal sospechoso en esta línea de
investigación: el político y empresario Jorge Hank Rhon. Ortiz buscaba la
manera de establecer la identidad del autor intelectual de la muerte de Félix,
que precisamente, siempre ha tenido como notable sospechoso al mismo Hank.
Relacionada con el
reportaje de las credenciales de los pistoleros del CAF, otra presunción se
hizo patente en las células delictivas de Arturo Hereda Villarreal “El Nalgón”
y José Briceño “El Cholo”, afectados directos por la publicación del editor.
Con o sin apoyo de pandilleros del barrio Logan de San Diego.
De igual manera, se
destacó la sospecha sobre el grupo de Los Zetas, que en ese tiempo habían
establecido nexos con el CAF, dada la relación existente en la prisión de
máxima seguridad en Almoloya de Juárez, entre los capos del narcotráfico
Benjamín Arellano Félix y Osiel Cárdenas Guillén, jefe del Cártel del Golfo,
que tenían el apoyo de los ex militares de élite conocidos como Los Zetas. Se
dijo que quien disparó fue Heriberto Lazcano “El Lazca”, líder del referido
grupo armado.
En todos los casos,
se estableció la posibilidad del apoyo de agentes policiales hacia los
narcotraficantes, versión que se corrobora con la sospechosa demora en arribar
al lugar de los hechos, siendo que la comandancia estaba a solo dos cuadras del
sitio y personas declararon que los disparos se escucharon hasta aquél punto.
La atracción que
realizó la PGR sobre el caso de Ortiz Franco no ha arrojado resultados hasta el
momento. Solo se confirmaron las hipótesis existentes por el entonces
subprocurador de investigación especializado en delincuencia organizada, José
Luis Santiago Vasconcelos, quien años después falleció en un accidente aéreo.
En 2005, algunas
fuentes señalaron a ZETA que todas las líneas de investigación se entrelazaban,
y se agregaron nombres al operativo planeado para asesinar al periodista.
Eduardo Ronquillo Medina “El Niño”, miembro del CAF, habría tenido un papel
importante vigilando las actividades y movimientos de Francisco.
La camioneta negra
utilizada en el crimen, refirieron, era manejada por José Briceño “El Cholo”, y
su copiloto era Heriberto Lazcano “El Lazca”, quien con una pistola escuadra en
la mano derecha, bajó del vehículo para matar a Ortiz Franco cuando éste regresó
al carro, procedente de una unidad de rehabilitación física, a donde acudió
para tratarse una parálisis facial sufrida semanas antes.
Acompañado de dos
agentes judiciales, “El Niño” había avisado a los narcotraficantes sobre la
localización de la víctima y dieron cobertura a la escapada de los ejecutores.
Otros dos individuos, probablemente judiciales o Zetas, también cubrieron la
huida de los sicarios. Detrás de ellos se fueron Ronquillo y todos los
participantes, rumbo al Bulevar Agua Caliente. Desaparecieron.
Ninguno de los
señalados fue capturado. Eduardo Ronquillo fue asesinado ese mismo año, el 6 de
octubre, aunque localizado ocho días después junto al cadáver de su medio
hermano, Raúl Medina Gutiérrez.
José o Jorge Armando
Briceño López “El Cholo” está desaparecido. Presuntamente está muerto, pero su
cuerpo nunca se encontró. Versiones atribuidas a miembros del Cártel Arellano
Félix detenidos en 2008, dieron pie al supuesto fallecimiento del jefe de una
de las células operativas por una supuesta enfermedad terminal.
ESPERANZAS DE JUSTICIA
En tanto el asunto
para aclarar, perseguir y detener a los autores del crimen de Ortiz Franco
sigue empantanado en los archivos de las autoridades procuradoras de justicia
de este país, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) anunció en 2010 que el
caso sería llevado a instancias internacionales.
El homicidio del
guanajuatense sería sometido al conocimiento de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH), se informó durante el sexto aniversario luctuoso en
2010.
El hermético
silencio de las autoridades federales sobre los procesos investigativos, un
proceso viciado desde la fecha del asesinato y la evidente violación de los
plazos razonables para que el caso sea esclarecido, fueron los argumentos para
enviar el caso a las instancias internacionales.
Sin embargo, a la
fecha han transcurrido cuatro años del anuncio sin que se conozcan detalles
sobre la admisión del asunto o la situación jurídica del mismo. Generalmente
pasan algunos años para que la CIDH admita o resuelva inadmitir una petición,
pero no se tiene noticia alguna hasta el momento.
(SEMANARIO ZETA/LUIS
CARLOS SÁINZ MARTINEZ/ 23 DE JUNIO DEL 2014 A LAS 12:00:00)
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